Las 5 mejores power ballads según… Science of Noise

¿Acaso hay algo más placentero que ser arrastrado a la serenidad por una suave guitarra de 12 cuerdas o un piano de cola solitario, solo para ser asaltado momentos después por poderosos acordes, solos chillones y por la voz de un vocalista al que parece que le estén arrancando el corazón de cuajo? Ahí radica la estridente majestuosidad de las power ballads, un subgénero, para much@s, maldito dentro del mundo del metal.

Hoy en día, todas las canciones suben y bajan sin cesar, pero hace unas décadas la gente se cagaba de miedo cuando, de repente, unos hercúleos e inesperados coros hacían acto de presencia, y nadie los repartía con más vigor que bandas como Journey, Styx y REO Speedwagon, en un intento de transmitir mensajes profundos al público que quisiera escucharles.

Pero los orígenes de verdad los encontramos en el canto emocional de los artistas de música soul, en particular Ray Charles, maestros en eso de producir canciones de tempo lento a menudo construidas por unos poderosos coros y respaldadas por baterías y potentes guitarras eléctricas.

Pero esto de las «baladas con poder» vivió su época de mayor apogeo y esplendor durante las década de los 80 e inicio de los 90. Si nos paramos a pensar durante unos momentos, hay miles de temas que le vienen a uno a la cabeza, y que perfectamente tendrían cabida en este Top 5, tales como «Alone Again» de Dokken, «Every Rose Has Its Thorn» de Poison o, como no, la atípica «More Than Words» de Extreme. Afortunadamente, hay muchas y para todos los gustos, pero estas son las cinco que más morcillona nos la ponen.

 

«I Want to Know What Love Is» por Albert Vila

Artista: Foreigner
Álbum: Agent Provocateur (1984)
Autor: Mick Jones

Sí, ya lo sé: el «I Want to Know What Love Is» es, con todas las letras, una auténtica pastelada. Lleva azúcar por un tubo, líricamente se enfanga todos los clichés habidos y por haber y no se esconde a la hora de ser una auténtica balada mojabragas. Por todo ello, se ganó el «privilegio» de ejercer de bandera para todos esos casposos recopilatorios de Teletienda que intentaban embuchar las mejores canciones de ese ubicuo AOR que campaba a sus anchas a principios de los ochenta a señores y señoras cuarentones que lo habían dado todo con ellas unos años atrás. Todas ellas baladas facilorras y llenas de clichés tanto en letra como en música, pero a la vez composiciones brillantes y carentes de fallos que triunfaban sin freno en todas las listas de éxitos y de ventas.

Pero a la vez, el tema más conocido de los americanos Foreigner, tan conocido que, probablemente, ha hecho que muchos no miraran más allá y, por ello, se vieran privados de disfrutar de una notable cantidad de temazos de hard rock melódico ochentero. Teniendo en cuenta que no me atrevería a calificar como power ballad la que es para mí mejor «balada» (¿qué leches es una balada, a todo esto?) de la historia del rock como es el espectacular «Soldier of Fortune» de Deep Purple, y aunque quizás hay power ballads que conozco mejor y que he canturreado bastante más a menudo (el «Is This Love» de Whitesnake, sin ir más lejos, o la espectacular «Another Rainy Night» de Queensrÿche), me veo casi obligado a escoger este tema porque me parece, posiblemente, lo más representativo y canónico de todo el género.

Centrándonos en lo que nos toca, no tengo ninguna duda en calificar «I Want to Know What Love Is» como una canción absolutamente perfecta. Perfecta para lo que pretende ser, por supuesto, pero lo cierto es que siempre me ha impresionado la absoluta redondez y la falta de peros que le soy capaz de poner a un tema así a pesar de alejarse mucho de mis gustos habituales. La música, la letra, la melodía, el tono de voz, el espíritu, la serenidad, la producción…. definen tan a la perfección toda una era y un estilo que me desarman absolutamente y me impiden subirme al habitual carro de criticones que arrastra este tipo de música. Estoy seguro que toda lista de power ballads que se ha hecho en la historia incluye ésta en un lugar destacado, y nosotros no vamos a ser menos. Temarral absurdo que teníamos que haber escuchado este verano en el Rock the Night y que, si todo va bien, escucharemos el verano que viene en el Rock Fest. Crucemos los dedos.


«When the Crowds Are Gone» por Xavi Prat

Artista: Savatage
Álbum: Gutter Ballet (1989)
Autores: Jon Oliva, Criss Oliva y Paul O’Neil

Cuando propusieron el tema, lo primero que pregunté es qué entendíamos por power ballads, ya que sí, hay mucha definición y tal, pero al final cada uno entiende un poco lo que quiere. Al proponer el que ahora mismo nos compete, me dijeron que cumple todos los cánones, así que p’alante.

Aunque su hermana «Believe» me gusta más, aquí resalto esta porque de la otra ya está todo dicho. Si no es de las mejores baladas escritas jamás, muy poco le falta. El piano machacón del principio deja claro que no es mojabragas (término que usó alguien en la discusión del párrafo anterior), más bien es rajavenas o cuelgacuellos, sensación que se acentúa cuando el resto de instrumentos hacen aparición.

La canción, como su título deja intuir, habla de desesperación, de arrojar la toalla y no ver el final del túnel nunca, y la voz de Oliva le da ese punto, esa sensación justa. Mira que me gusta poco como cantante, pero es que para este estilo de temas tiene la voz perfecta.

Instrumentalmente… insuperable (bueno, por su hermana sí). El ya mencionado piano, la fuerza que le da el resto de instrumentos, el solo del otro Oliva, el estribillo (o la voz en el estribillo) del minuto tres, aproximadamente… pelos como escarpias.

Y la letra. Uf, hay demasiadas frases tan punzantes como inmortales como plasmar alguna y dejarse otras en el tintero. Recomiendo muy mucho meterse, leerla mientras escuchas (¡escuchar! nada de oír) semejante drama de desesperanza y oscuridad. Todo plasmado a la perfección en el video.

Eso sí. Luego ponte Freedom Call o algo alegre, o acabarás por los suelos.


«She’s Gone» por Rubén de Haro

Artista: Steelheart
Álbum: Steelheart (1990)
Autor: Miljenko Matijevic

Yo siempre he sido muy de «I Remember You» o «Wasted Time», ambas de Skid Row, y de «Don’t Know What You Got (Till It’s Gone)» de Cinderella, pero una lluviosa tarde de otoño de hace ahora unos cuantos años, todo eso cambió… para siempre.

Steelheart fue (mejor dicho, es, pues todavía deambulan por ahí) una de las últimas bandas de hair metal que se ganaron el respeto del público durante la época dorada de la MTV a finales del siglo XX. Su sonido está caracterizado por grandes coros, gruesos riffs de guitarra y la voz principal de Michael Matijevic, un tipo que, sin esfuerzo, tiene un rango de cuatro octavas. Se llama registro o rango vocal a la extensión total de notas que puede generar una voz, desde la más grave a la más aguda posible. Al hablar, usamos un rango de cuatro o cinco notas, pero al cantar, una voz «estándar» cubre casi dos octavas o intervalos de ocho notas -un total de 16-; y un buen cantante supera las tres octavas. Dentro del mismo rango vocal encontramos artistas como Maynard James Keenan (Tool), Kai Hansen (Helloween, Gamma Ray) o Freddie Mercury (Queen). Muy por encima de todos ellos está Mike Patton, que llega a las seis octavas.

Pero quizá la característica más notoria del quinteto de Norwalk, Connecticut sean sus baladas de potencia vertiginosa. De su homónimo álbum debut de 1991 se extrajeron tres sencillos, y dos de ellos podrían perfectamente tener cabida en este top de hoy. Tras «Can’t Stop Me Lovin’ You», la banda nos presentaba «I’ll Never Let You Go», otra enorme power ballad, pero yo me quedo con el tercer single, «She’s Gone», un tema que alcanzó el número uno en las listas internacionales de singles y permaneció allí durante la friolera de 17 semanas. Curiosamente, es considerada como una de las últimas power ballads en alcanzar el primer lugar en las listas de éxitos antes de que el grunge y el rock alternativo eliminaran por completo la cultura pop del hair metal.

«She’s Gone» tiene todo lo que debería tener una power ballad: un gran piano, unas guitarras atractivas y un rango vocal increíble. En serio, ¿cómo era Matijevic capaz de llegar a esas notas tan altas, incluso en directo? Se me antoja que debe de ser una de las baladas más difíciles de interpretar de la historia.

La canción cuenta la historia de un hombre que ha herido los sentimientos de su novia y se ha dado cuenta de que ella lo es todo para él y que haría cualquier cosa por una segunda oportunidad. Dicho esto, me pregunto si esa persona a la que tanto has herido, estaría dispuesta a regresar a los brazos de uno tras escuchar algunos de los versos del tema en cuestión. Joder, no hay más que echarle un rápido vistazo a la letra, de las más ñoñas jamás escritas en la historia del hard rock mundial:

«Come back into my arms.
I’m so alone,
I’m begging you,
I’m down on my knees.
Forgive me, girl.»

Volviendo a ti en 3… 2… 1…


«Wasted Time» por Rubén de Haro

Artista: Skid Row
Álbum: Slave to the Grind (1991)
Autores: Sebastian Bach, Rachel Bolan y Dave «The Snake» Sabo

Está claro que no podíamos dejar la ocasión de meter una de Skid Row en este top.

Los de Sebastian Bach acabaron por convertirse en la última banda significativa dentro del hair metal, pero dos años después, Skid Row resurgió como un grupo de heavy metal mucho más pesado y thrashy. La canción principal de su álbum multi-platino de 1991 es, seguramente, una de las mejores canciones de metal de las últimas décadas (fight me!), y les abrió las puertas de las grandes ligas. Giraron junto a Guns N’ Roses y luego pasaron ellos a encabezar las giras, como las estrellas que eran. Slave to the Grind (1991) es un disco muy especial: fue el primer disco de metal en alcanzar el número 1 en las listas, y es un trabajo que incluso a algunos fans del death metal (yo tengo a uno muy cerca…) les gusta/encanta/mola escuchar. En Sebastian Bach tenían un vocalista muy talentoso (y un líder un poco pamplinas), un par de killers tras las guitarras, un bajista muy sólido y un batería increíblemente bueno. Pero en 1995 la cosa cambió radicalmente. A día de hoy todavía siguen en activo con sustanciales cambios en su lineup, pero eso no les va a hacer perder el puesto dentro del podio de mejores bandas de metal callejero que por méritos propios ya se ganaran en su día.

Para much@s, Slave to the Grind es el álbum de glam metal más duro de todos los tiempos. Pero como dijo una vez un amigo mío al que le gusta mucho el death metal mientras hablaba de este álbum, hay heavy y luego hay… HEAVY. Y sí, aunque esto no es exactamente Cannibal Corpse, es bastante más pesado que cualquier otro álbum de glam. Muchas de las llamadas bandas de glam metal eran realmente grupos de glam rock, y podríamos decir que los muchachos de Skid Row pusieron el metal en el glam metal con este lanzamiento. Algunas de las canciones (bueno, realmente todas) de este disco son simplemente letales.

El álbum lo componen 12 temas, y de estos tres son baladones: «Quicksand Jesus», «In a Darkened Room» y el que cierra el trabajo, «Wasted Time». Es imposible que no te guste alguna de estas tres canciones, ya que la voz de Bach resuena como miel por los altavoces. Esto es especialmente cierto en el caso de «Quicksand Jesus» e «In a Darkened Room», dos canciones con las que normalmente no tengo ningún reparo de cantarlas mientras escucho a Bach cantarlas, mientras que su voz en «Wasted Time» me recuerda a la de «I Remember You» de su primer álbum, pero con mayor autoridad y madurez. De todas ellas, quizá la segunda sea la más conocida, pero yo me he querido parar en «Wasted Time» debido a su temática.

«Wasted Time» es el tercer sencillo lanzado de su segundo álbum, Slave to the Grind, y también fue el último éxito real de la banda en las listas estadounidenses. En palabras del propio Sebastian Bach, la canción habla sobre su íntimo amigo Steven Adler, el batería original de Guns N’ Roses. Adler tenía una adicción muy seria a la heroína que afectó su carrera musical, lo que provocó que fuera invitado por W. Axl Rose a salir de la banda en 1990. Desde entonces, viene lidiando con la adicción, e incluso apareció en el programa de televisión Celebrity Rehab with Dr. Drew en 2008. El experto médico residente del programa, el Dr. Drew Pinsky, consideraba a Adler como el «niñato problemático» del grupo; describió su comportamiento como «suicida» y reveló que Adler tuvo que ser internado en un hospital psiquiátrico durante dos semanas antes de ingresar a rehabilitación. A día de hoy, parece que todo eso ya forma parte del pasado y se le ha vuelto a ver subido en cima de los escenarios, primero con Adler’s Appetite y posteriormente con Adler. Es más, durante el tour Not in This Lifetime… del año 2016, Adler se unió a Guns N’ Roses para interpretar algunos temas con sus ex compañeros de banda en varias ciudades.

Si prestas la suficiente atención a la letra, aunque en ningún momento se explicita el nombre de la persona a la que va dedicada, es fácil ver todo esto que os digo. Como casi tod@s sabréis, horse (caballo) es un nombre popular con el que se conoce la heroína:

«You said you’d never let me down
But the horse stampedes, it rages
In the name of desperation.»

La canción termina con la frase:

«I never thought you’d let it get this far boy.»

Esta es otra clara referencia a la adicción a la heroína de Adler. En el video se ve al actor inyectándose la droga en un baño público mientras escuchamos esta frase.

«Wasted Time», probablemente la última gran power ballad antes de que el grunge arrasará las listas de todo el mundo a principios de los 90.


«I’d Do Anything for Love (but I Won’t Do That)» por Jordi Tàrrega

Artista: Meat Loaf
Álbum: Bat Out of Hell II (Back Into Hell) (1993)
Autor: Jim Steinman

La madre de todas las power ballads bien podría ser esta colosal canción de Meat Loaf. Tira a la basura cualquier libro de composición e historia musical de la power ballad, siéntate en el sofá, ponte el videoclip y sube el sonido al 11: “I’d Do Anything Anything for Love” es la sublimación de la power ballad, el ejemplo que debe salir en el diccionario pues tiene todos los elementos que debe contener el apelativo: La entrada a piano, el crescendo de manual, la teatralidad, ese momento en que se rompe la canción, que se electrifica y el tempo se acelera. Tiene que contener una temática de amor imposible o espinado, un solo de guitarra sobre-actuado, un reverb exagerado en la batería, y si el presupuesto lo permite, un dueto vocal con una vocalista femenina que viene acompañada de coros angelicales (en este caso está Lorraine Crosby). Y para el “cáguense final” un poquito de orquestación y final a piano retomando el inicio. No solo he definido la power ballad de manual, he definido “I’d Do Anything for Love”.

Supongo que debería haberla encarado como tema perfecto en la sección pertinente, pues ha sido volverla a escuchar y que el vello se me erizara otra vez, y más con ese videoclip del fantasma de la ópera-La bella y la bestia, que busca su amada a través del tiempo. Y es que en esta página deberíamos hablar más de Meat Loaf, algo a lo que pronto me pondré. Puedo perderme en descripciones y adjetivos, pero dejaré que los números hablen. Cuando apareció este disco estábamos en 1993 y el grunge estaba en lo más alto, era una canción de 12 minutos y parecía una locura, pero Bat Out of Hell II volvió a arrasar como hiciera su predecesor en 1977. Ganó el Grammy al mejor cantante de rock y llegó al número 1 en 28 países (España, no; aquí reinaban Azuquita y Chimo Bayo). Repito: 28 países en plena era de Nirvana y Pearl Jam. Imaginad lo monstruosamente buena que era la canción. Lo es tanto que no ha envejecido nada mal. La clave de todo fue tener al excepcional y talentoso Jim Steinman en la composición y a esa bestia parda que es Loaf. Recordemos también que el predecesor de este disco, el Bat Out of Hell es uno de los 10 discos más vendidos de la historia del rock.

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