Soundgarden – Louder than Love: 30º Aniversario del «joven enfadado por excelencia»

Ficha técnica

Publicado el 5 de septiembre de 1989
Discográfica: A&M Records
 
Componentes:
Chris Cornell - Voz, guitarra
Kim Thayil - Guitarra
Hiro Yamamoto - Bajo
Matt Cameron - Batería

Temas

1. Ugly Truth (5:26)
2. Hands All Over (6:00)
3. Gun (4:42)
4. Power Trip (4:11)
5. Get on the Snake (3:44)
6. Full on Kevin's Mom (3:37)
7. Loud Love (4:57)
8. I Awake (4:21)
9. No Wrong No Right (4:48)
10. Uncovered (4:32)
11. Big Dumb Sex (4:11)
12. Full On (Reprise) (2:42)

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Hoy, día 5 de septiembre de 2019, el álbum que Soundgarden publicara en 1989, Louder than Love, cumple tres décadas de existencia. El debut en una major de la banda, después de lanzar Screaming Life (1987) y EP Fopp (1988) a través de Sub Pop y Ultramega OK (1988) con SST Records, les consolidó como una prometedora mezcla de radicalidad rockera y actitud post-punk. Naturalmente, Louder than Love es todo un hito dentro del movimiento grunge. De hecho, apareció un par de años antes del debut de Nirvana en una major, Nevermind, y esto es un hecho incuestionable. Pero hay algo más por lo que Louder than Love debería ser aclamado como uno de los hitos más grandes en los anales del metal alternativo.

Para much@s, el grunge clavó el último de los clavos en el ataúd del hair metal de los años 80, pero si esto fue así, podríamos decir que el ataúd lo construyó el conocido como metal alternativo. A medida que una cosecha vital y emocionante de bandas de inicios de los 80 se iba diluyendo, un grupo de nuevas y dispares bandas nacieron para llenar ese vacío. Faith No More mezcló rap y sintetizadores en sus riffs; The Cult aportó algo de oscuridad al tema; Primus le dio un toque de humor y virtuosismo al panorama; y las canciones melódicas y progresivas de una banda como King’s X nos apabullaban con mil y un estilos y sonidos diferentes.

Algunas de estas bandas ya llevaban tiempo en activo antes de ser etiquetadas como metal alternativo a finales de los 80, una etiqueta que nunca se hizo popular. A mayor escala, Metallica y Guns N’ Roses ya estaban cavando su propia ruta de escape fuera del hair metal tan de moda en la América de entonces, pero el metal alternativo era algo completamente diferente: algo así como una reunión de bichos raros, de artistas inadaptados y de coloridos personajes cuyo estilo encajaba bastante mejor dentro de la cada vez mayor ola de bandas de rock alternativo que estaba comenzando a hacer sus pinitos dentro del circuito más comercial, como R.E.M. o The Cure.

Sin embargo, el metal alternativo se hizo su propio hueco, gracias al éxito de un puñado de bandas a finales de los años 80. Living Colour con su Vivid (1988), Jane’s Addition’s con su Nothing’s Shocking (1988), Red Hot Chili Peppers con su Mother’s Milk (1989; sí, este aniversario se nos ha pasado…) y, como no, el The Real Thing (1989) de Faith No More. Todos ellos re-diseñaron el panorama metal de la época, si bien ninguna de estas bandas tocaba metal en el sentido estricto de la palabra. De hecho, estas bandas tocaban un poco de todo, desde goth hasta folk, pasando por el funk y el art-rock. Aquello del «sexo, drogas y rock ‘n’ roll» estaba empezando a quedarse algo obsoleto, y para una audiencia algo cansada del hair metal (y eso que los años 1988 y 1989 bandas como Warrant, Winger y Slaughter reinaban sin ningún género de dudas), la vitalidad y la diversidad del metal alternativo era algo así como un soplo de aire fresco.

Recuerdo exactamente mi primer contacto con Soundgarden. Me hice con este álbum y, la verdad sea dicha, tenía grandes expectativas. Después de escucharlo por primera vez, me dije para mis adentros, parafraseando a mi amado Patton, «What is it?» A lo largo de todo el álbum, uno es descaradamente azotado por un metal agresivo, psicodélico y ruidoso, que podría ubicarse en algún lugar entre la atmósfera de una banda como Pink Floyd y la energía del stoner rock. Porque, efectivamente, este trabajo suena a eso exactamente: al stoner de finales de los 80, al estilo de música que tocaba una banda como Sons of Kyuss (más tarde Kyuss). Pero también hay elementos de rock progresivo e incluso una pizca de atmósfera psicodélica que influye en la forma en que las guitarras están tratadas, pero esta presencia es, por así decirlo, más moderada y está oculta tras una producción bastante típica de finales de los 80, donde la batería tiene un carácter más contundente. Es, por así decirlo, el escenario en el que una banda como Black Sabbath se hubiera encontrado si se hubieran quedado con su sonido característico de los años 70 tras la marcha de Ozzy.

La música es muy dinámica, con unas guitarras interesantes y originales a cargo del siempre infalible e infravalorado Kim Thayil, y una de las mejores voces en la escena alternativa: Chris Cornell. De hecho, hay momentos a lo largo de este trabajo en los que no sabrás qué pensar del arte de Cornell tras el micrófono. Y sí, me refiero a ese falsete tan característico suyo. Sus chillidos, que a menudo se comparan con el estilo de Robert Plant, en realidad podrían traducirse como un híbrido irregular del Ozzy de mediados de los años 70 y de un Ian Gillian en su época de mayor apogeo. Sin embargo, ese «extraño» momento, que es todo un himno rockero ochentero, de «Get on the Snake», la peculiar pesadilla psicodélica de la doomie «I Awake» y la triste fatalidad que es «Gun», abren un poco su abanico estilístico, si bien no se alejan demasiado del tufillo a Black Sabbath.

Sin embargo, quizá el factor más importante en la singularidad de este álbum es que logra un equilibrio perfecto entre el pasado más «humorístico» de la banda y su excesivamente «serio y deprimente» futuro. Hay algunos momentos de verdadera comedia, como la sabbathiana «Big Dumb Sex», en la que juegan a ser una banda glamurosa, por no hablar de la brillante historia que dibuja la speed metalera «Full On Kevin’s Mom», que habla de pillar cacho con la madre de un colega y del precio que se paga por ello:

«You don’t get nothing for free.»

Pero la imagen general que la banda dibuja con este álbum es de una seriedad matizada que se adapta bien a su sonido que ya comienza a derivar hacia unos derroteros más trágicos, dramáticos y oscuros. Pero ese sonido precisamente también les coloca irónicamente en un territorio similar al de bandas contemporáneas de la escena heavy metal como Skid Row y Guns N’ Roses, al menos desde un punto de vista lírico. Pero la sombra de Black Sabbath es grande y extensa, y puebla casi todas las piezas contenidas en este álbum. «Hands All Over» es una mirada crítica al impacto humano sobre el medio ambiente con un fondo musical muy denso y con un Cornell gimiendo por una estratosfera contaminada. Por otro lado, tenemos un tema -el noveno- como «No Wrong No Right» que se arrastra lentamente por los sonidos de principios de los 70 de la ya mencionada banda, y esto mismo, pero con menor velocidad y más melodía, lo encontramos en un tema como «Loud Love».

Aunque puede resultar una posición un tanto impopular entre aquellos que siguen religiosamente la carrera de Soundgarden y que piensan que la narrativa más grunge de un álbum como Superunknown (1994) lo convierte en su mejor obra, así como aquellas personas con una mentalidad más metal señalarán a Badmotorfinger (1991) como su coronación, este álbum representa a la banda en su mejor momento. Irónicamente, el equilibrio magistral de seriedad y humor que se logra aquí es, en última instancia, el resultado de un compromiso entre la oposición ideológica de Soundgarden a la tontería que reinaba en la escena de Los Ángeles en los 80. Ello se manifiesta principalmente a través de la calidad de la producción que resultó de la presión de su sello (A&M Records) para crear algo que aún fuera «comercializable» para la audiencia de 1989, aunque -musicalmente hablando- era quizá estaba más indicado para alguien con una mentalidad de los años 70.

Soundgarden nos trajeron, hace ahora 30 años, un ataque psicodélico muy poco convencional en su mente, pensamiento y punto de vista. Con cada escucha descubrirás más detalles, no solo de este álbum, sino de la banda y de su genio. Es, seguramente, el mejor trabajo para adentrase en el universo del Jardíndelsonido… y no abandonarlo jamás.

Rubén de Haro
Sobre Rubén de Haro 570 Artículos
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J'hayber.