La reseña improbable: Ghostemane – N / O / I / S / E

Ficha técnica

Publicado el 10 de octubre de 2018
Discográfica: Autoeditado
 
Componentes:
Eric Whitney "GhosteMane" - Voz
Mark Bronzino - Guitarra
Cayle Sain - Batería

Temas

1. Intro.Desolation (1:42)
2. Nihil (2:27)
3. Flesh (1:19)
4. Bonesaw (1:52)
5. Trench Coat (2:43)
6. The Singularity (2:17)
7. Ballgag (2:45)
8. Androids Dream of Electric Sheep (3:33)
9. Inside (2:47)
10. Gatteka (1:53)
11. Black Blood (2:02)
12. My Heart of Glass (4:02)

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¡¡Heeeeey, qué pasa chavales!! Todo bien, todo correcto… y yo que me alegrooooo.

Tomando como referencia a AuronPlay (algo raro para un tío que va de camino a los 47 takos, pero los adolescentes mandan en casa) me reincorporo con orgullo y satisfacción (cómo diría el anteriormente llamado campechano) a las huestes de mis amados Science of Noise.

¿Y cómo me reciben? Dándome esta reseña improbable. Aquí me hallo, frente al ordenador, estrujándome las pocas neuronas sanas que puedan quedarme intentando plasmar las sensaciones que me ha aportado semejante experiencia.

He de admitir que desconocía la existencia de este músico. Así que, tirando de la amiga Wiki me dispuse a conocer algo sobre este / estos Ghostemane.

Como no, lo primero que me llamó la atención fue el salseo, había mantenido una relación con Poppy, por lo que más tarde, después de mi experiencia con este N / O / I / S / E (2018) se me despejaron algunas dudas sobre las influencias de la ecléctica artista. Pero seguimos indagando en lo estrictamente musical. Según mi amiga virtual, sus influencias musicales se encuentran en los oscuros terrenos del black metal, doom metal y hardcore punk. Por lo que sus inicios como músico lo situamos como guitarrista en bandas de los citados estilos. Bueeeno, no pinta mal. Además, su estética así lo certifica.

Lo cierto, es que mirando su impactante portada, uno ya espera que lo que pueda haber detrás no va a ser apto para todos los públicos. Ese brazo mostrando cortes y cicatrices, hace que mi mente la vincule con aquella mítica fotografía con el logo de Slayer grabado a cuchilla. Pero nada más alejado de la realidad en lo que a similitud estilística se refiere.

Vamos al turrón. Sin entrar a detallar cada uno de los temas que componen este álbum, me encuentro con un popurrí de música electrónica, rap y ramalazos de metal industrial que me deja un poco con el culo torcido. Hay momentos que llega a recordarme a NIN (lo poco que he llegado a escuchar de ellos), aunque la gran mayoría de canciones se centra en un rap electrónico o trap (si no es así que me perdonen). En resumen, toda esta mezcla de estilos casan a la perfección con la oscuridad de las letras. Así que no me equivoqué en definirles a mis compañer@s que, tras las primeras escuchas, me había parecido la perfecta B.S.O. de una película porno sado. Algo en lo que me reitero después de darle más vueltas.

¿Es un disco al que recurriré de tanto en tanto? No lo creo, al menos en su totalidad y con la familia presente, pues en una ocasión lo puse mientras realizaba las tareas domésticas. Las caras de circunstancias, junto con las miradas de reojo clavadas en el cogote, dejaron claro que era hora de cambiar de música. Solo les faltó preguntarme si me encontraba bien. ¿Me quedo con canciones sueltas? Evidentemente sí, hay cosas interesantes como “Flesh”, “Trench Coat”, “The Singularity” o “Black Blood” que han sido incluida en mi playlist bajo la amenaza de ser saltadas en función de mi estado de ánimo. Lo mejor del disco, y no lo digo con ironía, es su duración de apenas 30 minutos. Me flipan esos discos que saben condensar la intensidad entre la media hora o cuarenta minutos de duración, lo que provoca, si te ha gustado, poder volver a reproducirlo de nuevo sin descanso. ¡Ya está bien eso de alargar y repetir los temas hasta la saciedad! Si lo breve es bueno, dos veces bueno. Espera Abel, espera. ¿Estás diciendo que es bueno? Pues después de tantas escuchas durante la semana y analizando el contexto de música y letra, no está nada mal. Además, me quedo con prácticamente una tercera parte del disco incluido en la playlist, por lo que no todo va a ser negativo. Pero claro, la aplicación musical ya me miraba con ojitos de sospecha, y me he decidido a darle lo que suena habitualmente. Me ha parecido notar como un suspiro de alivio en el buscador.

Así pues, llegado este momento, me dirijo a apuntar con los cuernos del… ¡metaaaaal! (léase con agudos) a mi querido amigo Dídac Olivé para que deleite sus encallecidos tímpanos con uno de los discos que he recuperado recientemente. Aprovechando que el bueno del señor Leo Jiménez se encuentra de actualidad con la publicación de su reciente singleCielo e Infierno” y con riesgo de repetirme (recientemente, en la improbable que reseñó mi querido Beto sobre Saratoga, ya salió el cantante de Fuenlabrada) voy a premiarlo con la remasterización y remezcla de uno de los discos más destacados de su carrera en solitario. Me refiero a la edición remasterizada que en 2021 sacó de La factoría del contraste (2016), disco que supuso un puñetazo sobre la mesa y que muestra la gran variedad de estilos que influencian a este gran artista.

Así pues, me despido encantado de volver y deseando leer la próxima improbable.

Abel Marín
Sobre Abel Marín 188 Artículos
Amante del metal en su variedad de estilos. Vivo con la esperanza de poder llegar a viejo acudiendo a salas de conciertos y festivales. Si los rockeros van al infierno, que me guarden sitio y una cervecita. Salud y Heavy Metal.