Testament – Souls of Black: 30 años del disco más precipitado y transicional (pero encantador) de los californianos

Ficha técnica

Publicado el 9 de octubre de 1990
Discográfica: Atlantic / Megaforce
 
Componentes:
Chuck Billy - Voz
Eric Peterson - Guitarra
Alex Skolnick - Guitarra
Doug Christian - Bajo
Louie Clemente - Batería

Temas

1. Beginning of the End (0:36)
2. Face in the Sky (3:53)
3. Falling Fast (4:05)
4. Souls of Black (3:22)
5. Absence of Light (3:55)
6. Love to Hate (3:40)
7. Malpractice (4:43)
8. One Man's Fate (4:49)
9. The Legacy (5:30)
10. Seven Days of May (4:41)

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Después de la exitosa y celebrada apertura de miras que supuso Practice What You Preach, los californianos Testament parecían tenerlo todo para seguir a Metallica y a Megadeth en su camino hacia el heavy / thrash de masas. La velocidad, la tralla y la técnica privilegiada que los de Eric Peterson y Chuck Billy habían demostrado en el crudo The Legacy y el maravilloso The New Order se empezaron a fusionar con altas dosis de melodía y de sentimiento que hacían de su propuesta, a finales de los ochenta, una de las más bien posicionadas dentro de una escena thrash norteamericana ansiosa por transformarse y saltar de las órbitas más extremas al mainstream metálico.

Como gran escaparate para enseñar al mundo lo bueno y mejor de esa escena que hablamos, algunas mentes preclaras de la industria se sacaron de la manga una gira de primer nivel que iba a visitar Europa y Estados Unidos a la que llamaron Clash of the Titans. Como principales reclamos colocaron a Slayer y Megadeth, dos de los grandes nombres del género que acababan de sacar dos discarrales como Seasons in the Abyss y Rust in Peace unos pocos días antes (en realidad, el Seasons salió exactamente el mismo día que este Souls of Black, dos semanas después de que empezara la gira). Por supuesto, acompañar a estos dos titanes (nunca mejor dicho) en ese publicitado periplo mundial era una oportunidad de oro para cualquier banda que quisiera dar un salto de popularidad considerable. Y los managers de Testament, claro, pensaron que esa oportunidad no se les podía escapar.

Pero había un problema: los mencionados Slayer y Megadeth venían con sus discos bien frescos y listos para ser presentados al público en una bacanal metálica como pocas se recordaban, al igual que unos Suicidal Tendencies (el tercer grupo del cartel de la manga europea de la gira) que acababan de publicar Lights… Camera… Revolution!. Pero Testament aún se encontraban de lleno en el ciclo de vida de Practice What You Preach, un disco que para entonces contaba con poco más de un año y que ya estaba muy visto, así que los gerifaltes de la gira creyeron que eso no era del todo una buena idea y, entre unos y otros, les convencieron que tenían que preparar un nuevo álbum como fuera si querían poder mostrarse ante toda Europa en ese privilegiado formato.

Con tal encargo en sus espaldas y el reloj corriendo a toda prisa, la maquinaria compositiva formada por Eric Peterson, Alex Skolnick y Louie Clemente juntó algunas de las demos que habían grabado a lo largo de los últimos años pero que nunca habían llegado a ver la luz, las adaptaron al camino que querían tomar en ese momento (y que tendría su epítome en el contradictorio y excesivamente “comercial” The Ritual) y, algo deprisa y corriendo, se metieron en los Fantasy Studios de su nativo Berkeley, en California, para grabar lo que iba a convertirse en este Souls of Black. El resultado, como se puede esperar de tal cierta falta de preparación (y, probablemente, de tener poco tiempo para componer y seleccionar las mejores canciones posibles entre el material que tenían), es bastante irregular. Algunos temas son verdaderamente disfrutables y los considero manifiestamente infravalorados, mientras que otros pecan de genéricos y desprenden una cierta sensación inacabada.

En mi feliz y ávida adolescencia, claro, no tenía ni el criterio ni la perspectiva necesarias para valorar casi nada de todo eso (y por supuesto, no ni idea de lo del Clash of the Titans), así que no necesité mucho más que ver la trillada y clichéica pero extremadamente atractiva portada de Souls of Black (que, voluntariamente o no, actúa de espejo oscuro y simétrico a la de Practice What You Preach y que destaco como una de mis favoritas) para agenciarme este disco en formato cassette tan pronto me di de bruces con él. Y como a los discos que uno se compraba se les solía dar bastante más caña que a las cintas grabadas, lo cierto es que me lo trillé bastante (bastante más que cualquier otro disco de los Testament ochenteros a excepción, probablemente, del propio Practice que tenía en CD), así que mi impresión y mi recuerdo siempre habían sido muy positivos. Eso sí, tampoco es menos verdad que con los años han sido contadas las ocasiones en las que me lo he puesto entero, y hacerlo ahora de nuevo con orejas analíticas me ha resultado tan divertido como revelador, ya que a pesar de pasármelo bien no me ha costado demasiado encontrarle un buen puñado de costuras.

Para ponerlo un poco en perspectiva, Souls of Black es el álbum menos revisitado en directo de todos los que publicaron en su época clásica. De hecho, solo Low (por los pelos), el fiasco pero popular The Ritual y Demonic (el disco en el que acabaron de tocar fondo a nivel de identidad, a pesar de no ser malo para nada), han tenido menos protagonismo que Souls of Black en los repertorios históricos de la banda. Y de todas sus canciones, solo el tema título y, en mucha menor medida, la preciosa balada “The Legacy” (todo un guilty pleasure para mí) han tenido una presencia significativa en los repertorios de una banda que ni tan siquiera confió demasiado en los temas de este álbum en la época en el que lo estaban presentando.

El disco empieza con una maravillosa y absurdamente sobrada demostración de talento y capacidad instrumental por parte de Eric Peterson y (sobre todo) Alex Skolnick, que en el poco más de medio minuto que dura la intro “Beginning of the End” nos apabullan con una frenética pieza de guitarra española absolutamente increíble. En la preciosa “The Ballad”, perteneciente a su anterior Practice What You Preach, ya nos demostraron por primera vez que eso de la guitarra clásica no se les da precisamente mal, pero aquí se tiran de la moto por completo mientras enlazan a la perfección con la inicial “Face in the Sky”, un tema directo, resultón y pegadizo con un inicio muy heavy con el que empiezan a enseñarnos por dónde van a ir los tiros a lo largo de este disco: sonido de guitarras saturado, agudo y estridente y creciente incorporación de muchos elementos de un heavy metal más clásico, más accesible y más comedido a su tradicional thrash, cuyas señas de identidad se ven muy diluidas en muchos de los temas que encontraremos aquí.

Pero si alguien se esperaba que en Souls of Black ya no iba a quedar thrash del de verdad, “Falling Fast” le convencerá rapidamente de lo contrario. Este tema podría haber salido perfectamente de las sesiones de The New Order tanto por estructura, velocidad y fuerza como por culpa de una producción que vuelve a ser bastante más sucia y cruda de lo que había sido en Practice. ¡Pero si incluso Chuck Billy se atreve con algunos berridos guturales! El tema título, que también fue el primer single, es el único corte de este trabajo que ha llegado a pasar a la posteridad testaméntica. Con su icónico bajo inicial, sus buenos riffs, su ritmo lento y vacilón y su interesante aire a Megadeth entiendo que haya acabado por resultar tan popular, pero a mí sus melodías vocales nunca me han acabado de enganchar y, personalmente, no lo coloco ni tan siquiera entre mis favoritos de este disco.

“Absence of Light” es uno de esos medios tiempos entretenidos, heavies y algo genéricos que no tienen realmente nada de malo pero a los que tampoco puedo encontrar algo que los haga sobresalir especialmente (ni mucho menos perdurar en la memoria). “Love to Hate”, en cambio, es probablemente el tema más eminentemente thrashero del disco, y sólo por ello ya brilla con especial intensidad y resulta fácilmente disfrutable. Es cierto que se repite un poquito, pero tanto sus riffs como su estribillo vacilón y lleno de coros son pegadizos y te hacen mover la pierna con frenetismo. Aunque la capacidad técnica de esta banda está fuera de toda duda y suele destacar fácilmente por encima de sus coetáneos, en este disco parecen ponerse un poco el freno y no desplegar del todo sus capacidades en pos de una propuesta algo más accesible. La resultona y divertida “Malpractice”, de todas maneras, es uno de los pocos momentos en el que los riffs culebreros y los ritmos más complejos se hacen con un lugar protagonista, y a pesar de considerarlo más mono y simpático que verdaderamente redondo, se trata sin duda de uno de esos cortes que merecen ser destacados.

La dinámica y divertida “One Man’s Fate”, bastante influenciada por los Metallica del Justice, alterna muy buenos momentos con otros bastante menos memorables, pero lo cierto es que en general resulta notablemente disfrutable y su solo es uno de los más destacados de todo este álbum. Tal y como ocurre en Practice What You Preach (y tal y como va a ocurrir en The Ritual con la exageradamente edulcorada “Return to Serenity”), Testament nos van a colar una balada en toda regla en la forma de “The Legacy”. Titulada como su primer disco (y también como la banda se llamaba en sus inicios), esta canción siempre ha sido un auténtico guilty pleasure personal. En mi época de adolescente rebelde y agresivo me costaba admitir mi predilección por tal pastelada, pero ahora no me importa en absoluto afirmar que si bien es cierto que al componer esta canción se les derramó un poco el tarro del azúcar, sigue tratándose de todo un temarral con una primera parte preciosa y una segunda memorable, inspirada y con líneas vocales y melódicas icónicas y tremendamente infecciosas. El que fuera segundo single de Souls of Black ha acabado pasando sin mucha pena ni gloria en la historia de la banda, pero en mi opinión se trata de una de las canciones más redondas de este disco y, sin duda, de la mejor de las “baladas” que han compuesto nunca.

Llegamos al final de lo que ha resultado ser un repaso y una escucha más fluida y entretenida de lo que esperaba con la infravalorada “Seven Days of May”, un tema que a mí siempre me ha parecido maravilloso pero que no ha recibido nunca ningún tipo de amor ni por parte de la banda (que jamás lo ha tocado en directo) ni de la mayoría de sus fans. Potente, dinámico, lleno de groove y sobrado de esencia Testament, este temarral (digámoslo bien alto, porque lo es) brilla con luz propia gracias a cosas como un riff sobre la estrofa con unos ligados que me fascinan, un bridge más que notable y un estribillo épico y emotivo. El extraño cambio que tiene lugar pasado el minuto dos desemboca en un solo genial y una batalla de guitarras que merece que la escuchemos unas cuantas veces para llegar a apreciarla de vardad. El energético final se resuelve de una forma algo extraña, pero eso no quita ni un solo mérito al que es, quizás, mi corte estrella de este trabajo.

Es evidente que Souls of Black es un disco algo irregular que nadie colocará en el cesto de los imprescindibles de esta banda. Pero a su vez, es más que definitorio de en qué lugar se encontraban a la vuelta del difícil cambio de década. Con un pie en el thrash y el otro en la tentación de intentar crecer y trascender su pequeño nicho, Souls of Black es probablemente un pequeño paso atrás en cuanto a calidad, detalle y capacidad de trabajo respecto a Practice What You Preach, pero un paso decidido hacia adelante en la evolución constante de una banda que, a veces más por fuerza que por elección, se ha ido labrando su propio, personal y prácticamente siempre creciente camino a lo largo de los años.

Aunque ya habían girado por Europa más o menos extensivamente en años anteriores como teloneros de Anthrax (en 1987) y los propios Megadeth (en 1988), ese Clash of the Titans supuso la primera visita de Testament a nuestros escenarios. El Velòdrom d’Horta barcelonés y el Velódromo de Anoeta fueron los testigos de la única ocasión en que los Testament clásicos han tenido a bien pasarse por estos lares, ya que su siguiente desembarco no iba a ocurrir hasta 1997, en la gira de presentación de ese polémico Demonic. En todo caso, a pesar de su flagrante poca dedicación a los aficionados patrios, la época clásica de la banda liderada por Eric Peterson y Chuck Billy dejó una huella indeleble en todos nosotros que los ha convertido, tanto entonces como en el día de hoy, en una de las bandas de cabecera de miles y miles de thrasheros que aún les adoran. Y la verdad es que no hay para menos, porque a pesar de las irregularidades y los tumbos que han ido dando a lo largo de los años, los californianos nos han regalado un montón de temazos y se han convertido en uno de los nombres definitivos del thrash con todo merecimiento.

 

 

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Sobre Albert Vila 951 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.