Crónica y fotos del concierto de Whiskey Myers + Wartoad - Sala Razzmatazz 3 (Barcelona), 8 de mayo de 2019

Whiskey Myers: lo que pudo y debería haber sido y no fue

Datos del Concierto

Bandas:
Whiskey Myers + Wartoad
 
Fecha: 8 de mayo de 2019
Lugar: Sala Razzmatazz 3 (Barcelona)
Promotora: Milestone
Asistencia aproximada: 200 personas

Fotos

Fotos por Jose Antonio Serrano Sabaté

En la previa del evento comentaba que posiblemente, con la visita de Whiskey Myers del pasado miércoles día 8 de mayo en la sala Razzmatazz 3 de Barcelona, íbamos a encontrarnos con uno de los mejores conciertos del año. ¡Que tremendo error! Lo que pudimos observar para nada se correspondió con mis presagios.
Unos artistas invitados totalmente fuera de lugar por las diferencias musicales con los protagonistas de la velada, una iluminación patética y muy molesta, un sonido que siendo increíblemente generoso me atrevería a definiría como de muy regular, la distante y gélida actitud de todos los componentes de la formación de Texas y la inesperada y sorprendente prohibición por parte de Whiskey Myers de impedir que sus fans tomasen fotografías, aunque lo hicieran con una sencilla y simple cámara compacta, en mi humilde opinión dieron al traste con todas las ilusiones, que eran muchísimas, puestas en su paso por nuestros escenarios.

Espero que el resto de la gira y las opiniones que se viertan de sus futuras actuaciones dejen como una simple anécdota estas palabras, sin duda alguna sus canciones son inmensas y técnicamente es una banda realmente muy sólida, pero en estas condiciones creo que todos podréis comprender, aunque sea sólo un poco, que mi veredicto no sea para nada favorable a lo visto y vivido en la Ciudad Condal.

Los primeros en salir al escenario fueron Wartoad “The Imbeciles” y desde las primeras notas creo que todos los que nos encontrábamos en la sala, yo diría que ni de lejos llegaba a la mitad de su aforo, tuvimos claro que iban a ser uno de esos artistas invitados totalmente prescindibles.

Y conste que no tengo nada en contra de la propuesta que ofrecen, simplemente es que creo que una formación de sus características, con claras connotaciones punk, una estética que me recordaba a una banda estadounidense de los 70 llamada Devo y unas canciones musicalmente eclécticas a más no poder, no complementa como debería a los cabeza de cartel que nos ocupan.

Imagino que el público que fue a ver a Whiskey Myers hubiera preferido una banda más afín a su estilo antes que verse sorprendido por tanta “originalidad”.
En fin, sólo era la primera decepción de la noche.

Después de una pausa, a mi entender excesivamente larga debido a algunos problemas con la sonorización, llegó el turno de los esperados Whiskey Myers.
Los de Palestine, Texas, “saltaron” al escenario, ya me gustaría a mí que por lo menos su salida hubiese sido tan efusiva y eufórica, y tan sólo con escuchar las primeros acordes de “Frogman” ya intuí que su concierto no iba a ser tan memorable como la mayoría esperábamos. Un sonido muy confuso, una voz casi imperceptible y unas luces aún peores que las sufridas con Wartoad presagiaban lo que a la postre fue mi posterior amarga y frustrante decepción.
A Cody Cannon sólo se le escuchaba cuando permanecía con el micro pegado a los labios, cuando se retiraba unos centímetros su voz era prácticamente inaudible.

La luz frontal, además de casi inexistente, por su colocación, no acertaba a enfocar a los protagonistas y las luces posteriores, siempre de ese color rojo que tanto nos gusta a los fotógrafos, estaban desgraciadamente más dirigidas al público, deslumbrándole, que a lo que verdaderamente importaba, los músicos. Dos canciones aguanté esta insufrible situación, la inicial y “Deep Down in The South”, ambas de su último disco “Mud” del año 2016.

Con la sala ya afortunadamente casi rozando el sold out, me dirigí sorteando a la parroquia hacia el lugar donde se encontraba el técnico de luces con la sana intención de intentar solventar, en la medida de lo posible, la muy deficiente luminotecnia que en parte nos estaba arruinando la noche. Lo del sonido ya era harina de otro costal. ¡Sorpresa! No había tal técnico, quien estaba sentado al lado de la mesa encargada de tales menesteres, mirando tranquilamente su móvil, me comentó esa circunstancia y que las luces eran fijas, que toda la velada permanecerían como hasta ahora. Le insistí preguntándole si había la posibilidad de cambiar el color de las mismas o si podía conectar el resto de las luces frontales para como mínimo poder ver las caras de los protagonistas. Respuesta negativa, no había técnico y era lo que había. Nadie tenía ni idea de cómo funcionaba aquello. ¿Cómo es posible que un grupo de estas características y status y una sala curtida en tantas y tantas batallas de esta índole no tengan un técnico de luces? Alucino. Segundo disgusto de la noche.

Evidentemente, entre ir y volver para esta inútil y utópica tarea y pedir la reglamentaria cerveza para ahogar mis cada vez más crecientes y numerosas penas, “Bar, Guitar and A Honky Tonk Crowd”, la versión de Brent Cobb que realizaron para su álbum “Firewater” de 2011, ya había sonado.

Por mi mente sólo rondaba una idea: ¿Cómo puede ser que una formación con canciones de tanta calidad, de una talla tan sobresaliente y ese don a la hora de componer que muchos querrían para sí, puedan permitir este tipo de circunstancias? La única respuesta que se me ocurre es que, ya que lo de mejorar la iluminación era una misión imposible, el sonido de monitores fuese mucho mejor que el que podíamos percibir nosotros y la banda desconociese esa deficiencia.
Por cierto, cuando fui a la mesa de luces pude comprobar que el sonido allí no era mucho mejor que donde me encontraba, sonaba todo enmarañado, sucio y descompensado. Ingenua y equivocadamente pensé, dales tiempo y verás como mejora.

Ya prácticamente resignado y cuando me proponía a intentar hacer algunas fotografías que mitigaran mi decepción, seguro que iban a ser pocas las que merecerían la pena, iba a tener lugar mi tercer fiasco. Mientras sonaba “Bill” se nos acercó un empleado de la seguridad de la sala pidiéndonos que no hiciéramos más fotos, la banda sólo autorizaba las realizadas con móviles. What? Joder, ¡qué nochecita!

Pues nada, pensé negándome a caer en el pesimismo, a disfrutar del concierto, esperando que los problemas de sonido se solventaran en algún momento. Iluso, por desgracia y como ya era de prever, eso no iba a suceder.

Con el transcurso de los siguientes temas, “Early Morning Shakes” del disco de mismo título del año 2014, “Mud” de su postrera obra y “Virginia” de “Firewater” me fui percatando de otro tema que empezaba a preocuparme seriamente. ¿Estos chicos tan jóvenes, con una sala llena, grandes canciones y un público entregado desde antes que salieran al escenario, parecen tener muy poca sangre en las venas, no?

Su actitud, en todo momento distante del respetable y pareciendo sentir poco la música que interpretaban, también estaba dejando bastante que desear. Cody Cannon, voz principal y guitarra, parecía más preocupado en atusarse el pelo y dedicarnos toda clase de “posturitas” (me recordó bastante a John Bon Jovi en algunos aspectos) que de cualquier otra cosa, Jamey Gleaves, al bajo, no dejó de estar en un segundo plano ni tan sólo un instante, Jeff Hogg cumplía con su sufrida misión tras los parches de la batería, ambos guitarristas permanecieron en penumbras tres cuartas partes del concierto y, salvo alguna demostración de energía por parte del incansable Tony Kent a la percusión, el concierto parecía transcurrir bajo un hálito de conformismo y pasividad que me daba hasta incluso algo de miedo. ¿Cómo será posible?

Sin embargo a mi alrededor había espectadores que parecían pasarlo como nunca. ¿Seré yo?, me pregunté. Pues posiblemente, no poder hacer las fotografías que ansiaba y que el sonido sea más que “regulero” habrá provocado que se me cruce algún cable.

Pues no señores, no. Al parecer sí se me había cruzado algún que otro cable, pero no sufráis, da la impresión de que no era nada grave, al finalizar el concierto y comentar la jugada con todos los conocidos, la mayoría de las opiniones respecto al mismo eran muy similares a la que aquí expongo. También algunas críticas que he podido leer posteriormente están de acuerdo con mis valoraciones. ¿Sería contagioso ese cruce de cables? Jajajajajaja. Mejor tomárselo con un poquito de humor.

A continuación sonaron la desconocida “Gasoline”, “Headstone” y “Home”, de su disco del 2014, separadas por “Ballad of a Southern Man” de “Firewater”, y la también desconocida “Bitch” interpretada por John Jeffers, uno de los guitarras. Parecía que el ánimo de los dos guitarristas, tanto de Cody Tate como de John Jeffers, iba “in crescendo” y que por fin serían capaces de “soltarse el pelo” para dar lo mejor de sí mismos. Más vale tarde que nunca, dirían algunos.

Para finalizar el show sonarían “How Far”, la preciosa “Stone” de su disco “Mud”, una de mis canciones favoritas de la banda, y la enésima versión de la ya hiper-manida “Rockin’ in The Free World” de Neil Young.

Si alguien me hubiera dicho antes de empezar el concierto que el bueno de Neil, a sus casi 75 años, tiene más fuerza y transmite muchas más sensaciones que toda esta pandilla de jovencitos al parecer ya acomodados, no me lo habría creído ni de coña. Vivir para ver.

Pensad que he tenido tres días para reflexionar acerca de la conclusión que extraje cuando acabaron las actuaciones de Whiskey Myer y Wartoad, pero, lamentablemente y como podréis constatar en esta crónica, estas desgraciadamente han permanecido fijas e invariables en lo que respecta a su valoración global.

Lamento si alguien no está de acuerdo con mis humildes apreciaciones pero creo que la sinceridad y ser coherente con uno mismo siempre deben anteponerse a cualquier tipo de interés y al normal servilismo que muchas veces coacciona nuestras palabras. Lamentablemente y si no me demuestran lo contrario en sus próximas visitas, todas las esperanzas que tenía depositadas en esta banda corren el serio peligro y riesgo de desvanecerse en la nada. Sería una verdadera lástima.