Testament – Low: 25 años desde que Testament abrazaran el groove y la modernidad

Ficha técnica

Publicado el 4 de octubre de 1994
Discográfica: Atlantic Records
 
Componentes:
Chuck Billy - Voz
Eric Peterson - Guitarra
James Murphy - Guitarra
Greg Christian - Bajo
John Tempesta - Batería

Temas

1. Low (3:33)
2. Legions (In Hiding) (4:17)
3. Hail Mary (3:32)
4. Trail of Tears (6:06)
5. Shades of War (4:44)
6. P.C. (2:50)
7. Dog Faced Gods (4:02)
8. All I Could Bleed (3:37)
9. Urotsukidōji (Instrumental) (3:50)
10. Chasing Fear (4:56)
11. Ride (3:16)
12. Last Call (Instrumental) (2:41)

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Menudo año de aniversarios que llevamos con Testament. En los últimos meses se han cumplido 20 años de la publicación de The Gathering, 30 desde que saliera Practice What You Preach al mercado y, ahora, 25 desde la aparición de Low. Y más allá de lo divertido y refrescante que me resulta echar la vista atrás hacia discos que adoro y que fueron importantes en la construcción de mi yo musical, en este caso también resulta particularmente interesante ver cómo han cambiado las huestes de Chuck Billy y Eric Peterson en esos breves periodos de tiempo. Porque los Testament del Practice no tienen mucho que ver con los del Low, y de esos dos discos a The Gathering media también un pequeño abismo.

Este Low que nos ocupa hoy aparece después de que se les fuera un poquito la mano con The Ritual, un disco con el que los californianos vieron la posibilidad de intentar alcanzar el tentador éxito comercial del que difrutaron bandas como Metallica y Megadeth, pero cuya exageración melódica y producción ultra limpia les acabó saliendo un poco rana. No es que el disco funcionara mal, me atrevería a decir que al contrario, pero gran parte de los fans de siempre renegaron fuertemente de él y por su culpa la crisis se instaló en el seno de la banda, acabando la cosa con el gran Alex Skolnick fuera de la formación. Aunque con la perspectiva del tiempo a mí no me parece tampoco un disco tan malo ni mucho menos, hoy en día The Ritual es el patito feo de la carrera de Testament, tanto a ojos de los aficionados como, por lo que parece, en opinión de la propia banda.

Porque quizás queda mal decirlo así, pero Testament siempre han sido capaces de arrimarse fácilmente al sol que más calienta. No quiero decir con ello que no tengan una personalidad propia bien definida, que obviamente la tienen, sino que nunca les han caído los anillos por curvar su propuesta musical y acercarse a aquellas tendencias que lo petaban en cada momento. Y a principios de los noventa, evidentemente, lo que lo petaba era el groove metal que representaban bandas como Pantera o unos incipientes Machine Head, bandas influenciadas por el rock alternativo que invadía lo ancho del mundo musical y, también, el corazón de toda una nueva generación de metaleros. Con todo eso en mente, Low se aleja un poco del heavy metal clásico y melódico al que habían apuntado en sus últimos dos o tres discos para acercarse más y más a estos nuevos estilos más en boga. Eso sí, sin renunciar para nada a su esencia ni a todos los trazos característicos de su música.

Si algo ha caracterizado a Testament a lo largo de su carrera ha sido su habilidad a la hora de escoger a sus nuevos componentes, y para sustituir la sensible baja de Skolnick se agenciaron un primera espada de categoría extra como es James Murphy, un tío que ya había demostrado tanto en Death como en Obituary, Cancer o Disincarnate que se trataba de un guitarrista excepcional y que sabía ser extremadamente trallero sin renunciar a una sensibilidad única. Su presencia les sirvió para aportar ese toque de dureza melódica que Testament buscaba tras el fiasco de The Ritual, y aunque Low acabó siendo el único disco en el que formó parte de las filas de los californianos, me atrevo a decir que su influencia en el sonido futuro de la banda (al igual que ocurrió con Spiritual Healing o Cause of Death, sus únicas contribuciones a la carrera de Death y Obituary, respectivamente) fue más decisiva de lo que se le reconoce.

En lo personal, además, creo que este es el primer disco de Testament que llegó a mis manos, y a mí me flipó desde el minuto uno. No me atrevería a asegurar si ya había escuchado alguna cinta mal grabada de refilón, pero lo que es seguro es que por esos entonces ese rollo groovero de bandas como Pantera, Sepultura o Machine Head ya me flipaba lo suyo, así que la escucha de Low, en esencia un disco de thrash de toda la vida con producción moderna y toques groove, se me antojaba como una experiencia prácticamente perfecta. Más tarde entendí que este disco supuso un cambio bastante serio en la propuesta musical de la banda, pero entonces no tenía ningún tipo de referencia y lo abracé con pasión hasta llegar a convertir a esta banda en una de mis debilidades especiales. Y así sigue siendo hasta día de hoy, una vez descubiertos y disfrutados todos y cada uno de sus discos.

No he ido a preguntárselo uno por uno a todos sus fans, claro, pero mi sensación a día de hoy es que este Low no es precisamente uno de los discos mejor valorados de la carrera de los californianos. Es verdad que, visto en perspectiva, los meandros estilísticos que dieron en los noventa (época de crisis de identidad generalizada en todo el mundo del thrash), pasando de la ultracomercialización de The Ritual al groove modernillo de Low y al death metal de Demonic, debió levantar más de una ceja entre la metalada. También es verdad que, escuchado ahora y analizado con ojo clínico, es posible que el disquillo de marras diste mucho de ser redondo, y más bien podamos valorarlo como una mezcla de algunos temas magníficos con ciertos altibajos alrededor. Pero en mi mundo se trata de un disco absolutamente imprescindible, y por ello yo siempre lo tendré en un pequeño pedestal. Y como esto es lo que mola de la música (y este artículo lo escribo yo), pues no hay nada más que decir.

Dicho esto, una cosa sí que no admite discusión: el tema título que abre el disco es un temarral como la copa de un pino. Desde los redobles brutales del principio, pasando por el riffaco modernillo y angustioso, el groove que desprende en todos sus recovecos, la fabulosa melodía local, el bridge motivante, el solo pizpireto y el maravilloso estribillo, «Low» es un tema que, personalmente, me flipa. Y aunque ya sabía que me flipaba, hace poco pasé la prueba del algodón: cuando durante su actuación en este pasado Rock Fest BCN de 2019 se la sacaron de la manga sin que me lo esperara lo más mínimo, enloquecí hasta extremos casi embarazosos. Seguramente, uno de los mejores momentos de todo el festival. Y «Low», uno de los mejores temas de la carrera de Testament. Y punto.

Con «Legions (in Hiding)» lo ven y envidan una más. Se trata de otro de los temas más notables del disco, y un corte en el que nuestro querido Chuck se atreve (por fin, todo hay que decirlo) a soltar ese vozarrón de tío grandote que tiene y animarse con algun que otro gutural que, en esos tiempos adolescentes en los que catábamos este disco por primera vez, nos ponía bien palotes. Y es que un chascarrillo habitual entre los aficionados al metal extremo con los que me relacionaba en esa época era que con lo brutote que parecía el amigo Billy, qué desperdiciada que tenía esa voz a base de gorgoritos y baladitas. Pues en este tema (y no sería la última vez que lo escucharemos durante este disco) podemos apreciar por fin sus guturales, unos guturales que ya no dejarán de aparecer, en mayor o menor medida, en todas sus grabaciones hasta hoy.

Más allá del tema título, el otro gran temarral del disco es «Hail Mary». Dinámico, potente, con unas guitarras geniales y un estribillo pegadizo e infeccioso como él solo, este inspirado Ave María del thrash tiene todos los elementos que forman la mejor versión de los Testament de mediados de los noventa. Es sensacional ver con qué facilidad los californianos (que siempre han sido unos musicazos que lo flipas) adoptaron algunos de los tics caracteristicos del metal de esa década, desde la batería desbocada a la producción del bajo y a algunos recursos agudos a las seis cuerdas que aquí les quedan magníficos. «Hail Mary» es un tema algo olvidado que, a mi humilde juicio, merecería un poco más de amor por parte de las hordas de fans de la banda.

Lo de que la cuarta fuera una balada se convirtió casi en leyenda durante los ochenta y los primeros noventa. No sé si fueron Metallica con sus «Fade to Black» / «Welcome Home (Sanitarium)» / «The Unforgiven» los que abrieron la veda, pero hubo un momento en el que todo quisqui parecía colocar la puñetera baladita de marras en la cuarta pista del disco. Testament nunca le hicieron ascos a esto de las baladitas, y en este caso se apuntaron al tren con «Trail of Tears», un tema dulce y meloso en la vena de otros cortes de su discografía previa como «Return to Serenity» o «The Legacy». El tema tiene una melodía bonita y algun que otro solo verdaderamente emotivo, pero la verdad es que a mí, a estas alturas, se me hace un pelín (bastante) empalagoso.

Después de este pequeño impasse, la tralla sin concesiones vuelve de la mano de «Shades of War». Con una actitud muy violenta y agresiva, un ritmo machacón y rompecuellos, algunos pasajes misteriosos y un estribillo más que decente, se trata quizás de uno de los temas más directos y animalotes del disco, abriendo una zona un poco irregular que incluye tanto la bestial y desesperada «Dog Faced Gods» (un corte que tiene de todo y que es, muy probablemente, uno de los puntos álgidos de Low) como dos temas algo más planos (que no malos, ojo) como son la vacilona y groovera «P.C.» o la algo más convencional «All I Could Bleed», un corte de thrash metal de toda la vida que, curiosamente, parece que cueste de encajar entre todo lo que encontramos alrededor.

La gran rarunez del disco es sin duda la instrumental «Urotsukidoji», un corte que aúna rock alternativo, bajo ultra funky, espíritu Anthrax y voces del revés con algun destello creciente de metal y que deja muy a las claras que a Testament se la traen al pairo los estilos y los qué dirán. A mí, personalmente, me parece un pequeño caos que no me convence en exceso, pero les valoro sin duda la valentía de encasquetar eso ahí enmedio y quedarse tan anchos. Curiosamente, y aunque en su momento el tema quedó como una divertida curiosidad de fondo de catálogo, en estos últimos años la banda se ha animado a recuperarlo en directo, convirtiéndose en habitual en los repertorios de 2017 y 2018.

Empezamos la recta final del disco con «Chasing Fear», un tema más o menos genérico al que salvan unos interesantes ritmos orientaloides y llenos de groove. «Ride», por su parte, me recuerda en esencia a algun tema de Death Magnetic (publicado quince años más tarde, lo sé): thrash modernillo y wannabe al que le falta algo inespecífico para acabar de ser del todo creíble. Mucha tralla pero poca memorabilidad para cerrar (abruptamente) una zona del disco que no pasará precisamente a la historia de la banda. Las guitarras lloronas y el bajo sabbathizado de «Last Call» son los encargados de decir definitivamente adiós, y lo hacen de manera otra vez inesperada, aportándonos unos minutos extra de indudable belleza pero, probablemente, algo innecesarios y faltos de contexto.

Aunque los propios Testament se han encargado de dejar este disco en un claro segundo plano (solo hace falta ver su paupérrima presencia en directo, faceta en el que solo se sitúa por encima de sus desafortunados compañeros noventeros The Ritual y Demonic y cuyas únicas canciones más o menos recurridas son «Low» y «Dog Faced Gods»), a mí me da la sensación de que Low ha jugado un papel mucho más importante de lo que parece en la carrera de la banda, erigiéndose como un punto de inflexión que abrió las puertas a que los nuevos Testament se convirtieran en lo que fueron a partir de finales de los noventa y, en última instancia, en lo que son ahora. No es en absoluto un disco perfecto, y quizás incluso encontramos algún temilla de relleno, pero en mi mundo, discarrazo como la copa de un pino. How low can you go?

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Sobre Albert Vila 952 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.