Raised Fist – Anthems

Nuestra Nota


6.5 / 10

Ficha técnica

Publicado el 15 de noviembre de 2019
Discográfica: Epitaph Records
 
Componentes:
Alexander "Alle" Hagman - Voz
Daniel Holmgren - Guitarra
Jimmy Tikkanen - Guitarra
Andreas "Josse" Johansson - Bajo
Matte Modin - Batéria

Temas

1. Venomous (2:42)
2. Seventh (3:00)
3. Anthem (2:38)
4. Murder (2:40)
5. Into This World (3:34)
6. Shadows (2:44)
7. Oblivious (3:24)
8. Polarized (2:35)
9. We Are Here (2:48)
10. Unsinkable II (3:23)

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Si tuviera que elegir una sola banda de hardcore que llevarme a una isla desierta (que no de punk rock, eh, de hardcore) no tengo demasiadas dudas que este honor se lo llevarían los suecos Raised Fist. Los de Lulea me engancharon desde que los descubriera en esos primigenios y cafres Fuel (1998) o Watch Your Step (2001). Temarrales ya olvidados por ellos mismos como «Stronger Than Ever» o «Pretext» me ponían totalmente berraco y fueron pivotales en ayudarme a dejar ir toda la agresividad que iba acumulando de adolescente. El excepcional Ignoring the Guidelines (2000) fue uno de los cassettes que sonó más en mi viejo coche, y el posterior Dedication no le va ni un paso atrás en decisión y brutalidad, erigiéndose en otro pináculo del hardcore violento e innegociable gracias a su sonido pristino y una personalidad arrolladora.

A diferencia de la mayoría de bandas del estilo, que nos tienen acostumbrados a repetir el mismo disco y la misma canción una vez tras otra, estos chicos no tienen demasiadas manías en darle alguna que otra vuelta a su sonido sin renunciar, eso sí, a todas sus señas de identidad. Primero fue The Sound of the Republic y, después y aún más insistentemente, Veil of Ignorance (2009) los que abrieron un poco su sonido para introducir melodías pegadizas a punta pala dentro de su inherente brutalidad. Eso les granjeó una nueva ola de aficionados que les abrazaron y que se apuntaron al carro de disfrutar de sus increíbles (y cortos, que no pasan de cincuenta minutos de derroche de energía) directos, mientras que los fans old school supieron percibir la esencia y, en mi opinión, nunca les han dado la espalda a pesar de los cambios.

Después de unos años de silencioso parón, en From the North (2015) nos volvieron a enseñar todo lo que tienen dentro con una colección de temazos a la altura de sus mejores cotas. Y ahora, sin hacer mucho ruido como es habitual en ellos, han vuelto a la primera línea con un nuevo trabajo, el octavo ya, en el que dan otro nuevo y pequeño viraje en su propuesta musical insistiendo aún un poco más en simplificar y «accesibilizar» su trabajo a base de melodías pegadizas, canciones más lentas y, quizás, un poquito menos de agresividad de lo que nos habían ofrecido hasta hace nada. Eso no quiere decir, ojo, que estemos ante un disco ni vendido ni comercial (ni que ellos sean ahora gordos y calvos), y también entiendo a la perfección que veinte años después ya no les apetezca romper con todo con la brutalidad y la velocidad con la que solían hacerlo, sino que probablemente necesitemos cierta insistencia para asimilar algunas de las cosas que nos encontramos aquí.

Porque aún respetándolos y entendiéndolos, mis primeras escuchas del disco fueron más bien decepcionantes, concluyendo en que estábamos claramente ante un «más de lo mismo, pero peor». Y aunque múltiples vueltas posteriores han matizado un poco esta opinión, lo cierto es que sigo creyendo, por desgracia, que estamos ante el disco más flojo que los chicos de Raised Fist han publicado desde hace muchos años (quizás incluso desde siempre). Aunque hay temas antémicos y de sacudida de cuello constante (como no podría ser de otra manera llamándose como se llama el disco), sorpresivamente también encontramos más de un pasaje y más de dos que adolecen de un punch y de una falta de gancho inaudita en su carrera.

Empezamos por lo bueno: las tres primeras canciones del disco son un pepinaco indudable e indiscutible. Tanto «Venomous» como «Seventh» y «Anthem» me motivan sin reservas y me hacen gozar a base de ritmos machacones, líneas vocales incisivas y espíritu genuínamente antémico. Cierto que justamente aquí no aportan nada especialmente nuevo a la fórmula que Raised Fist (algo que sí que harán algunas canciones más adelante) ha ido amasando en estos últimos tiempos, pero para mí siguen siendo lo mejor del disco. Las tres, a su manera, tienen pinta de potenciales habitantes eternos en los repertorio de la banda, y especialmente la tercera de ellas, que de alguna manera epitomiza el alma del disco describiendo explícitamente tanto en lo musical como el lo lírico todo lo que convierte una canción (en este caso, esta canción) en un himno, es una bestia de mucho cuidado.

La cosa empieza a flojear un poco a partir de «Murder», que a pesar de seguir patrones parecidos creo que queda un pelín más desdibujada. «Into This World», por su parte, me deja con sensaciones algo encontradas, ya que aunque racionalmente muchas de sus melodías me parecen algo patilleras y no me gustan demasiado, sí que me veo atrapado a su estribillo con relativa facilidad. «Shadows» sube un poco las revoluciones a nivel de velocidad (que no de agresividad) y tiene algunos de los momentos más «comerciales» (hola, odio esta palabra) y accesibles del disco, con algunas voces limpias que me hacen levantar la ceja con bastante fuerza. Entiendo las motivaciones tras una canción así, pero de una forma u otra creo que aquí estamos ante el momento más alejado de lo que conocíamos como la esencia de la banda (algo que, por supuesto, ni es bueno ni malo). El estribillo de «Oblivious» también apunta hacia esa dirección, pero si bien son canciones que se dejan escuchar y tienen un puntillo pegadizo, por desgracia tienden a hacérseme bastante más insulsas de lo que me gustaría.

Es verdad que las rimas consonantes facilorras y ligeramente rapeadas que abren «Polarized» no son del todo extrañas en la música de Raised Fist, pero en este contexto (quizás porque ya me lo miro todo con ojos algo dudosos) también me patinan un poco. Y aunque el resto de la canción no está nada mal, me sigue dando la sensación de estar ante algo parcialmente incompleto. «We Are Here» es un nuevo himno con claros y oscuros, mientras que la final «Unsinkable II» (recordemos que «Unsinkable» era la canción que cerraba su anterior disco From the North) baja el nivel de distorsión hasta cotas casi melancólicas. Eso no sería ningún problema en absoluto si no fuera porque la canción también expresa una falta de memorabilidad algo alarmante, re-revisando parcialmente ese corte de hace cuatro años (un corte brutal, por cierto) de forma valiente pero no sé si muy afortunada.

Evidentemente, no me atrevería a decir que Anthems es un mal trabajo en absoluto, pero después de muchas escuchas (y la suya no es una música que las necesite) me sigue pareciendo el disco más flojo que Raised Fist ha publicado, al menos, durante todo este siglo XXI. Estoy seguro que su propuesta en directo sigue siendo de lo más brutal, honesto y energético que existe en el panorama hardcore, y a la que vuelvan a visitarnos ahí me tendrán como un clavo, pero aunque aquí tampoco faltan algunos temas que me engorilan y me hacen levantar el puño con rabia, para mí las musas les han abandonado un pelín en este trabajo. Sea como fuere, la banda liderada por el compacto, flexible y saltarín Alexander Hagman ha demostrado de forma ya más que suficiente de lo que son capaces como para considerar Anthems, a mis ojos, nada más que un pequeño borrón.

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Sobre Albert Vila 952 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.