Konkhra – Spit or Swallow: 25 años del one hit wonder que vino de Dinamarca

Ficha técnica

Publicado el 17 de abril de 1995
Discográfica: Progress Records
 
Componentes:
Anders Lundemark - Voz, guitarra
Kim Mathiesen - Guitarra
Lars Schmidt - Bajo
Johnny Nielsen - Batería

Temas

1. Centuries (5:14)
2. Spit or Swallow (3:24)
3. Life Eraser (5:29)
4. Hail the Body, Burden the Spirit (4:08)
5. Hooked (4:10)
6. Facelift (4:55)
7. Scorn of the Earth (3:58)
8. Subconscience (4:46)
9. Necrosphere (2:37)
10. Hold Another Level (3:11)

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Quizás a más de uno no le acabe de convencer que califique a los daneses Konkhra de one hit wonder. De hecho, hago un poco de trampa refiriéndome a ellos de esta manera, porque más que serlo a nivel de canción (que es a lo que se suele referir esta expresión), los veo más bien como una banda que sacó un disco con cierto impacto (éste) y que después desapareció en un gran mar de insustancialidad a pesar de continuar más o menos en activo hasta el día de hoy (y haber sacado incluso un nuevo y aceptable trabajo llamado «Alpha and the Omega» justo el año pasado). Pensándolo bien, es muy posible que ésta sea una percepción totalmente personal. Y no precisamente porque sus otros álbumes (han publicado hasta siete) hayan tenido una repercusión notable y yo no me haya dado cuenta de ello (que también podría ser, ojo), si no más bien porque quizás ni tan siquiera éste tuvo el impacto global en la escena que sentimos en mi minúsculo entorno a la que cayó en nuestras manos.

Porque lo cierto es que la aparición de este álbum supuso una pequeña revolución (pequeña eh, tampoco os creáis que fue un Raining Blood) tanto en mí como en la gente a mi alrededor. Entonces no creo que fuera capaz de definirlo exactamente con estas palabras, pero enmedio del montón de bandas nuevas que me llevaba a la oreja y que me costaba diferenciar unas de otras, lo que fuera que hacía Konkhra tenía algo especial que me tocó la patata inmediatamente. Estos tíos te metían death metal, groove, suciedad, agresividad y lo que después llamaríamos «death n roll» en una misma coctelera, y les quedaba la mar de bien aún y ser, quizás, los primeros en hacerlo. La consecuencia: Spit or Swallow fue un disco que me flipó de verdad y que, por un brevísimo periodo de tiempo, pude contar entre mis más apasionados favoritos.

De todas maneras, así como ante la mayoría de discos clásicos que reseño tengo absoluta confianza en mis conocimientos sobre lo que estoy diciendo, he de confesar que en esta ocasión me siento ligeramente perdido. Y es que me doy cuenta de que si tengo que tirar de memoria no conozco casi nada de esta banda. Antes de empezar a investigar recuerdo que eran altos y rubios (sobre todo su vocalista y líder) que llevaban gorras y pantalones cortos (¿verdad?), que venían de Dinamarca y que habían sacado un disco y un EP antes de este trabajo que nos ocupa. Y poca cosa más, la verdad, porque Konkhra y Spit or Swallow fueron importantes para mí en su momento, pero lo cierto es que tan rápido como llegaron, se fueron. Tanto, que es posible que en los últimos veinte años no me los haya vuelto a poner (ni este disco ni ningún otro) más de una decena de veces.

Formados en 1988 con el nombre de Vicious Circle y rebautizados como Konkhra en 1990 a raíz de la manera como Tom Angelripper de Sodom pronunciaba la palabra «Conqueror», los daneses eran y son, mayoritariamente, el proyecto casi personal de su vocalista y guitarrista Anders Lundemark. Tanto antes como después de la grabación de Spit or Swallow desfilaron a su alrededor un montón de guitarristas, bajistas y baterías (alguno de ellos bastante mediáticos, como veremos luego), lo que da a entender que el bueno de Anders debía ser un personaje complicado de satisfacer. A día de hoy, por cierto, y después del confuso baile de miembros que se ha ido sucediendo a lo largo de los años, el line up de la banda se asemeja mucho al que grabó The Facelift y Spit or Swallow, algo que me confirma que, también a sus ojos, esa época representa su verdadera cúspide creativa.

Spit or Swallow fue el segundo trabajo de la banda danesa después de que dos años antes hubieran publicado Sexual Affective Disorder, un disco que me llegó a posteriori y que no creo que escuchara más de un par de veces, en gran parte por culpa de que la cinta en la que estaba se oía como el culo. Pero el verdadero impacto no llegó hasta la salida de su EP The Facelift en 1994, que contenía el espectacular tema homónimo (probablemente el gran hitazo – esto de hitazo lo pongo entre muchas comillas – que esta banda ha llegado a dejar para la posteridad) y otro par de canciones que solían estar incluídas como bonus track en todas las ediciones posteriores de Spit or Swallow. Este EP puso a la banda en el mapa, y su pequeño éxito a nivel europeo les pavimentó el camino para acabar de petarlo (otra vez entre comillas y siempre desde discográficas locales y con poco poder de distribución) con el disco que nos ocupa hoy.

Aprovechando una instantánea procedente de la misma sesión de fotos que ya ilustró el frontal de ese The Facelift, la chica con la pistola en la boca que protagoniza la impactante portada de este disco se convirtió en todo un icono del momento. La aparente delicadeza de la muchacha en contraste con la violencia de la acción, lo poderoso de la imagen en sí y el hecho de que se trataba de un tipo de portada muy distinto a lo que las bandas de death metal de la época nos solían ofrecer la convirtieron en todo un éxito a pesar de que, vista en frío, tampoco es que sea especialmente atractiva. Además, el juego que hacían entre la decisión de apretar el gatillo y la idea fálica y sexual que hay detrás del concepto de «spit or swallow» (escupe o traga, las dos opciones que tiene alguien a quién le han eyaculado en la boca) siempre me pareció muy bien traída. Para completar el impacto visual que tuvo esta banda en mí, y aunque no sabría ni tan siquiera decir por qué, he de decir que su logo siempre me pareció espectacular (y eso que precisamente en esta portada no aparece).

Musicalmente, aquí dentro encontramos básicamente death metal. Pero no es un death metal puramente al uso de la época, sino que se trata de algo original, fresco y hasta cierto punto accesible a pesar de ser sucio y agresivo como él sólo. No sé si la clave está en esa especie de proto-death n roll con el que empiezan a explorar o en los toques grooveros / hardcoretas que poseen muchas de sus canciones, pero en esos momentos este disco sonaba distinto y verdaderamente atractivo a ojos de muchos coetáneos. El hecho de no haberlo escuchado con detalle en tantos años (ni tan siquiera recordaba a qué sonaban muchas de las canciones) me ha ofrecido una perspectiva nueva e interesante sobre él, y si bien es verdad que si le tuviera que poner una nota (algo que por suerte no tenemos que hacer con los álbumes clásicos) quizás lo dejaría lejos del diez, eso no significa que no siga siendo, aún hoy, un disco verdaderamente disfrutable, lleno de hooks pegadizos y con un sonido denso y grave que lo hace brillar especialmente.

Desde el riff vacilón que abre la excelente «Centuries» hasta el el gruñido que cierra la también genial «Hold Another Level», aquí se empaquetan cuarenta minutos de fuerza e intensiadad impecables. Es verdad que quizás no vamos sobrados de momentos verdaderamente memorables que hayan tracendido el test del tiempo, pero aquí no hay ni un segundo de relleno ni tampoco tengo la sensación que se haga pesado en ningún momento. Ya hemos dicho que la inicial y groovera «Centuries» es uno de los momentos cumbre del disco, pero el potentísimo y algo cafre tema título, lleno de blast beats y de momentos cannibaleros tampoco se queda atrás. Pero si había una canción que me flipaba de verdad era «Life Eraser», un corte facilón y con muchísimo feeling que, tras la deliciosa introducción de The Twlight Zone («La Dimensión Desconocida», una de las mejores series de la historia), nos invitaba a disfrutar de un riffaco gordísimo, afilado e incisivo que siempre me pareció sencillamente brutal. Más allá de este atractivo tan inmediato y evidente, el resto del tema transcurre por un montón de recovecos interesantísimos y su escucha a día de hoy me reafirma en que se trata de la verdadera joya de la corona de este disco.

«Hail to Body, Burden the Spirit» tiene un espíritu culebrero muy atractivo, mientras que «Hooked» mola pero quizás peca un poquito más de genérica. Con la brutal y enfadada «Facelift» empezó todo, que diría aquél, y en la regrabación que incluyen aquí tenemos la oportunidad de certificarlo de nuevo: este tema es un puñetazo en los morros que tan disfrutable me parecía hace veinticinco años como lo hace justo hoy. Esta canción sirve para abrir una segunda parte del disco que a priori puede parecer menos memorable, pero que incluye también algunos temas interesantes. El aire a Cannibal Corpse sigue presente en muchos momentos (no me digais que no hay pasajes de «Scorn of the Earth» que parecen un «Stripped, Raped and Strangled» simplificado en que se han ahorrado dos tercios de las notas), y el álbum aguanta de forma más que digna a través de «Subconscience» (un tema veloz y punkarra en la vena del propio «Facelift») y la algo más anodina «Necropshere» hasta llegar a la final «Hold Another Level», que gracias a algunos riffs verdaderamente magníficos es otro de los grandes momentos que viviremos en esta escucha.

A día de hoy, este disco (como la inmensa mayoría de su discografía) ni tan siquiera está en Spotify (una plataforma en la que cuentan con 350 tristes escuchantes mensuales), así que ya os podéis imaginar que por mucho que nostálgicamente esta gente tenga un alto valor nostálgico para mí, no estamos hablando precisamente de una banda que haya alcanzado niveles de popularidad especialmente destacables. Pero eso no fue óbice, claro, para que en su momento parecieran tenerlo todo y se hicieran un lugar de privilegio en mi mundo con mucha facilidad. De ahí que pasaran bien pocas semanas desde que los descubrí a través de una cinta grabada con sonido discutible a que me comprara el CD y me lo rallara hasta la saciedad. Y lo mismo hice con el vídeo que publicaron al cabo de poco, llamado Live Eraser, y que pronto hizo que el reproductor de VHS de mi casa empezara a echar humo tanto con sus canciones como con sus paridas.

Como soy un tipo con suerte, coincidiendo con mi época de máxima emoción con la banda pudimos disfrutar de su visita junto a la poderosa y mediática dupla Deicide / Suffocation, dos de las bandas que más lo petaban en el panorama extremo del momento. Recuperando ahora la entrada de ese concierto veo que está anunciado para Zeleste 2 (ahora Razzmattazz 2), aunque yo estoy bastante seguro que acabaron trasladándolo al 1, quizás porque el aforo de la mediana se les quedó pequeño. En todo caso, y si queréis que os diga la verdad, no recuerdo casi nada del concierto de Konkhra. Sé que Suffocation se comieron con patatas a todos y que Glen Benton no se dignó a pronunciar ni una sola palabra entre trallazo y trallazo, pero por Konkhra no me viene nada. En todo caso, lo que sí que tengo claro es que la camiseta que decidí comprarme como recuerdo de esa velada fue la suya (cosa que, supongo, ya tenía pensada a priori). Y me molaba un montón, ojo, pero si no me equivoco no tardé demasiado en perderla o destrozarla, y ahora mismo ni tan siquiera recuerdo exactamente como era. Una buea manera de simbolizar lo intensa, temporal y efímera que llegó a ser para mí esta banda.

Al cabo de un par de años y después de haber echado a todos sus compañeros, Konkhra (o Anders & friends, según como queráis verlos) publicaban «Weed of the Weak», un disco esperadísmo en el que llegaron a contar con la participación del entonces todopoderoso Chris Kontos (recientemente reemplazado en Machine Head) y del no menos icónico James Murphy (ex de Death, Cancer, Testament y unos cuantos más) contratados ambos como puros mercenarios y para darle caché a la cosa (al igual que ocurrió un par de años después con el futuro batería de The Haunted, Per Möller Jensen, que solo estuvo unos meses en la banda en 1999). Pero a pesar de que era un disco que yo esperaba con muchísimas ganas, las pocas escuchas que le pegué en su día me resultaron bastante anodinas, genéricas y poco memorables (quizás debería darle una nueva oportunidad), así que aquí se acabó más o menos mi historia con ellos. Hasta hoy.

Hace unas semanas, por cierto, los daneses tenían que estar tocando en La Capsa de El Prat de Llobregat en el marco del Kanya Fest y en lo que habría sido su primera visita a estos lares en mucho tiempo, pero el puñetero coronavirus que lo está cancelando todo evitó que me sirviera como potencial reconciliación con su música. Una reconciliación que, a pesar de que Spit or Swallow me ha vuelto a parecer un disco de notable después de tantos años de tenerlo guardado en un cajón, todo apunta a que tendrá que esperar como mínimo unos cuantos meses más.

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Sobre Albert Vila 951 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.