Canciones perfectas: «Hotel California» de Eagles (Especial 45º Aniversario de su edición)

El hombre acabaría destrozando el cielo si lo dejase en manos de sus máquinas, porque ya ha destrozado todos los cielos de la tierra.” (Don Henley)

El 22 de febrero de 1977 lanzaban los Eagles la gloriosa “Hotel California” y el mundo musical ya no fue el mismo. “Hotel California” es mucho más que una canción y justo 45 años después lo sigue siendo. Para nada me había imaginado que terminaría escribiendo sobre esta canción, pero hubo un par de “señales” que me hicieron dedicarle unas líneas… Y doy gracias a ella puesto que hay que bucear e ir profundo hasta lo que encierra este acertijo musical. No es de extrañar para nada que siga habiendo mil teorías y referencias satánicas.

Vayamos a la primera de las señales: Mi hijo de 5 años juega con un timbre de esos insufribles en el que suenan diferentes canciones y en el repertorio está justo la de los Eagles. Él las repite todas en modo random y yo le voy poniendo en YouTube las originales para alejarlo de ese “juguete” infernal, y de todas, se quedó con el “Hotel California”, así que suena en casa en bucle. Una suerte pues también está en el puto repertorio del timbre Richard Clayderman. El hecho que un niño, todo pureza, advierta que esa melodía es superior… ya fue la primera señal.

La segunda fue nuestra compañera Susana Masanés que me dijo: “¿No te apetecería escribir algo para el 45º cumpleaños del “Hotel California”?” a la vez que se preguntaba si era himno o canción perfecta. Para mí no hay duda alguna: “Hotel California” es el ejemplo palmario de lo que es una canción perfecta.

La portada, el disco y el supuesto satanismo

El disco es sencillamente brutal con un póker de entrada de aúpa: “Hotel California”, “New Kid in Town, “Life in the Fast Lane” y “Wasted Time”. Una de las mejores caras A de la historia de la música popular. Con semejante arsenal y las ventas de platino y diamante, fans y prensa buscaron más allá de lo musical pues la portada del disco, el título y la foto del hotel daban muchísimo juego.

Ya en “Life in the Fast Lane” fueron acusados de machistas y misóginos, pero sería la foto de David Alexander y John Kosh, que se encaramaron a una grúa para inmortalizar el ocaso tras las palmeras con las luces del hotel encendidas. Luego hay una foto interior en el hall del hotel que remata el juego de buscar mensajes ocultos… Si tienes el vinilo en la portada se aprecia una figura en una de las ventanas que disparó las descabelladas interpretaciones.

En los 70 y en la zona de California proliferaban los grupos satanistas de todo tipo y pelaje y en la calle California estaba el templo de Anton Szandor LaVey, el mítico satanista, que, por cierto, odiaba el rock en todas sus formas. Obviamente es coincidencia, pero tampoco voy a negar que la letra de la canción sea precisamente la bienvenida a un complejo hotelero de todo-incluido. Bufff… hay en esta letra algo realmente oscuro, y muy posiblemente sean la descripción de la California post hippy y el fin de la inocencia de una generación.

La canción

“Hotel California” es reconocible escuches la parte que escuches. La antológica intro con punteado y teclado, la voz de Don Henley (el baterista) o el momento de los solos. Tanto da, es de esas canciones en las que nada sobra y que son un todo que no baja el listón de intensidad. Es pura emoción, evocadora, melancólica y triste. Realmente dan ganas de pasar una noche en el hotel California. Pero a pesar de que la música te invita a instalarte y deshacer las maletas… contrasta con una letra que te dice que ya no tienes escapatoria, que la habitación se te ha asignado para siempre.

La cadencia tiene unos aires reggae en la contramelodía del arreglo, lo cual es uno de los grandes logros de la canción. Avanzan los versos hasta el inmortal estribillo que ya va con batería y esos coros femeninos. En el segundo verso ya entra la eléctrica acariciando más que buscando protagonismo, hasta que lo consigue con la suma de la otra. Punteos y las acústicas cayendo a la hora de marcar tiempos. Momento pausa para tomar aire y otro verso más desnudo de ornamentos para dejar la voz en el frente, incluso con uno de congas y electrificando esos últimos compase para entrar en el mitiquísimo solo de guitarra, uno de los más recordados de la historia.

Frey aquí da varios juegos de variedad con timbalas y bombo y caja, que embellecen hasta el culmen, que es el de esas guitarras dobladas que casi lloran y que avanza todo apagándose en un infinito como el sol de la portada se pone tras las palmeras y la figura fantasmal del hotel. Es todo soberbio. Tarareable y de los que pueden hacerte saltar la lagrimita.

El duelo mítico de Joe Walsh y Don Felder es sencillamente historia viva de la música en general, va más allá del rock. En clave acústica, pero con una clase y unas virguerías de adornos que quitan el aliento. Por momentos eso llega a parecer una fuga, de esas que una guitarra persigue a la otra… y cuando se encuentran, es para hacer ese momento inolvidable a guitarra doblada, que muy posiblemente sería el clímax de la canción. Aquí no hay subidas ni bajadas, empiezas en el 0 y terminas en el 100 sin darte cuenta.

La letra

¿El fin de la infancia? Las continuas fiestas y el placer de destruir las habitaciones de hotel… ¿el hartazgo de la estrella del rock harta de destrozar el mobiliario casi como si fuera por obligación? La letra de “Hotel California” juega con las metáforas, los sentidos, y como las grandes canciones mantiene ocultos secretos que puede que nunca sean desvelados. Como Led Zeppelin con la “escalera hacia el cielo”, dudo que se acuerden de lo que querían decir exactamente, pero ya les va bien que sigan habiendo ríos de tinta intentando descifrarla tras 45 años.

Lo que sí es la letra es absolutamente hechizante y decadente. El verano del amor había muerto y la realidad de las calles de California era más oscura, y de eso en el fondo trata la canción. Un conductor conduciendo en una polvorienta carretera americana. El olor a marihuana (si es que ese es el significado de «colitas» y unas luces resplandecientes le hacen parar y decide pasar una noche en el hotel.

«On a dark desert highway, cool wind in my hair
Warm smell of colitas, rising up through the air
Up ahead in the distance, I saw shimmering light
My head grew heavy and my sight grew dim
I had to stop for the night
There she stood in the doorway;
I heard the mission bell
And I was thinking to myself,
‘This could be Heaven or this could be Hell’
Then she lit up a candle and she showed me the way
There were voices down the corridor,
I thought I heard them say…»

Probablemente nuestro protagonista vaya colocado y por eso se pregunta si ese hotel es el cielo o el infierno por lo que está percibiendo. Una figura femenina le lleva por los pasillos con una vela encendida y el cantar de la gente que ataca el estribillo en lo que parece ser una fiesta: el Hotel California está siempre lleno en todo mes del año y es un sitio precioso…

«Welcome to the Hotel California
Such a lovely place (Such a lovely place)
Such a lovely face
Plenty of room at the Hotel California
Any time of year (Any time of year)
You can find it here.

Her mind is Tiffany-twisted, she got the Mercedes Benz
She got a lot of pretty, pretty boys she calls friends
How they dance in the courtyard, sweet summer sweat.
Some dance to remember, some dance to forget.

So, I called up the Captain,
‘Please bring me my wine’
He said, ‘We haven’t had that spirit here since nineteen sixty nine’
And still those voices are calling from far away,
Wake you up in the middle of the night
Just to hear them say…»

Aquí hay versos maravillosos llenos de fuerza llamando “bonitas” a los chicos y aludiendo a la riqueza con lo de Tiffanys y el Mercedes-Benz. Una fiesta opulenta en la que pide vino al Capitán, y este le responde: “No había aquí este espíritu desde 1969”. Te desvelas en medio de la noche y oyes el miso estribillo: “Bienvenido al Hotel California”.

«Welcome to the Hotel California
Such a lovely place (Such a lovely place)
Such a lovely face
They livin’ it up at the Hotel California
What a nice surprise (what a nice surprise)

Bring your alibis.»

En este tramo hay claras alusiones al sexo con espejos en el techo y el champán rosa reposando en el hielo. La referencia al cielo, infierno o purgatorio aparece en la primera frase en la que dice: “trae aquí tus coartadas” y luego en lo de “algunos bailan para recordar, otros para olvidar”.

«Mirrors on the ceiling,
The pink champagne on ice
And she said ‘We are all just prisoners here, of our own device’
And in the master’s chambers,
They gathered for the feast
They stab it with their steely knives,
But they just can’t kill the beast.

Last thing I remember, I was
Running for the door
I had to find the passage back
To the place I was before
‘Relax, ‘ said the night man,
‘We are programmed to receive.
You can check-out any time you like,
But you can never leave!'»

Y el final críptico es tan genial como poco definido… Un banquete en la habitación del “maestro” en el que aparecen cuchillos y en el que no pueden matar a la bestia. Huida del protagonista, posiblemente alterado, hasta toparse con lo que podría ser el botones (el hombre de la noche), que le espeta: “Relájate, estamos programados aquí para recibiros. Puedes hacer el check out cuando quieras, pero… de aquí no vas a poder irte nunca”. Es brutal…

¿Es «Hotel California» un plagio de un tema de Jethro Tull?

Vaya… la verdad es que es un tema muy espinoso e Ian Anderson lo dijo varias veces pues las coincidencias con “We Used to Know” son bastantes. De entrada, Eagles y Jethro Tull compartieron gira antes de 1976, por lo que escuchaban esa canción cada noche. El tema de los Tull es de espíritu acústico y las guitarras de inicio son clavadas, casi. Las dos “guitarras” aquí son flauta y guitarra, y los largos solos también van apareciendo con un feeling similar. Los británicos. Eso sí, añaden una batería más constante.

Probablemente “We Used to Know” es la inspiración evidente, pero mejora en manos de los Eagles, por lo que sería un caso similar al de Led Zeppelin con esos clásicos que fusilaron, pero también mejoraron. El caso es que Anderson nunca llegó a ir a los tribunales. Añadiendo más similitudes digamos que también termina en un larguísimo solo en fade out. Pero para nada es tan mítico y perfecto como el de Eagles. Pueden sacar ustedes sus propias conclusiones…

Veredicto

Afortunadamente para los Eagles estaban ya en su quito esfuerzo discográfico, todos vestidos de plata y platino, por lo que aquí se llegó al diamante. A veces un tema como este es capaz de tapar otros maravillosos, pero con este disco no pasó, porque el resto del álbum sigue la estela de genialidad. “Hotel California” es como el “Bohemian Rhapsody de Queen, el “Don’t Fear the Ripper” de Blue Öyster Cult o el “Stairway to Heaven”, es decir: que no te cansas de ellas, y cuando suena por la radio toca dejarla hasta el final. Las canciones que sobreviven a la masiva exposición son contadas, y eso tiene un nombre: atemporalidad.

Coda

Si tuviese que quedarme con una versión de entre las muchas que hay, quizá sea la que grabaron en vídeo en 1994 cuando el grupo se volvió a juntar. Completamente en acústico, con una intro preciosa y la gente volviéndose loca cuando identifica que lo que sigue es el “Hotel California”. Realmente pone el vello de punta escuchar la maestría de Don Henley a las voces arropado por ese entramado acústico y esos maravillosos coros. Coros soberbios, y arreglos de cuerda que embellecen todavía más la original. Recordemos que es en directo todo y lejos de sus años de gloria y platino.

Ellos mismos dijeron que era imposible que se juntaran a no ser que “el infierno se congelara”. Justo ese fue título del disco de retorno: Hell Freezes Over, que contenía cuatro temas nuevos (espectaculares) más los grandes éxitos del grupo (que son incontables) en directo. Era 1994… y había magia.

Jordi Tàrrega
Sobre Jordi Tàrrega 1368 Artículos
Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.