Crónica y fotos del concierto de Testament + Exodus + Death Angel - Sala Razzmatazz (Barcelona), 27 de febrero de 2020

Testament, Exodus y Death Angel reviven el espíritu de la Bay Area en Barcelona

Datos del Concierto

Bandas:
Testament + Exodus + Death Angel
 
Fecha: 27 de febrero de 2020
Lugar: Sala Razzmatazz (Barcelona)
Promotora: Resurrection Fest
Asistencia aproximada: 1700 personas

Fotos

Fotos por Manuel Damea

Si a uno le gusta el thrash metal americano old school, me imagino que la cosa no da para mucho más que un cartel formado por Testament, Exodus y Death Angel. Que sí, que me podréis hablar del Big 4 (en mi opinión una etiqueta totalmente artificial acuñada por gente con ganas de vender cosas) o de lo que queráis, pero entre que ni Metallica ni Megadeth están muy por la labor ya de hacer thrash (a parte que sus directos actuales tienen sus flecos, por decirlo así) y que el estilo de Anthrax (unos jefes indiscutibles, ojo) siempre ha sido un poco más cercano al crossover, me reafirmo en lo dicho: para un fan clásico del estilo, la cosa no da para mucho más que un cartel formado por Testament, Exodus y Death Angel.

Por eso, esta gira lleva semanas arrasando por todos los rincones del viejo continente por los que ha pasado, dejando un sangriento rastro de sold outs y vértebras destrozadas tras su paso. En Barcelona, la grande de las Razzmatazz presentó un aspecto magnífico, pero el lleno aún quedó, mínimo, a un par de centenares de personas. Sería fácil esgrimir el manido y quejoso tópico de que África empieza en los Pirineos y que España patatim y España patatám. Yo no sé si eso es cierto (suelo desconfiar bastante de los tópicos, la verdad), pero la verdad es que teniendo en cuenta que la parroquia thrashera es bastante numerosa por estos lares y que la asistencia media a los conciertos (sobretodo los internacionales) se ha disparado en estos últimos años, quizás habría sido de esperar que hoy colgaran el cartel de «No hay entradas».

A lo mejor es porque era jueves, porque empezaba temprano (abrían puertas a las 17:30), porque la entrada valía cerca de 40 euros (lo que tampoc es nada del otro mundo viendo los precios que corren hoy en día), porque estamos a fin de mes o porque entramos de lleno en la temporada alta de primavera (este marzo es una auténtica locura a nivel de bolos, y eso es algo que ocurre cada año). De hecho, no sé ni si tan siquiera vale mucho la pena ponerse a analizarlo mucho más allá: es verdad que no se llenó, pero no es menos cierto que se hizo una entrada fantástica y, lo que es más importante, que los muchos que vinieron se lo pasaron verdaderamente pipa rememorando esos viejos tiempos, más de treinta años ha, en los que el metal estaba cambiando definitivamente de forma gracias a un montón de audaces jovenzuelos con chaquetas de parches y bigotillos post adolescentes que se dedicaron a rasgar sus guitarras lo más rápido posible alrededor de la Bahía de San Francisco.

Se dio el caso que antes del concierto tuve la suerte y la oportunidad de entrevistar al señor Eric Peterson (una charla muy interesante que publicaremos tan pronto mi lista de tareas esté bajo control), así que me tocó presentarme por los aledaños de la sala poco después de las cuatro de la tarde. Ahí me encontré, ya, con un montón de thrasheros de todas las edades ataviados con los gadgets imprescindibles del estilo y preparados para entrar los primeros y rapiñar fotos y autógrafos de cualquiera que sacara la cabeza por la puerta. Es fascinante ver como Testament y sus componentes son aún capaces de generar una auténtica devoción entre algunos de sus fans, así que os podéis imaginar las caras de envidia (espero que sana) que noté cuando la gente que se amontonaba a la puerta del Pepe (corrección, ahora se llama Sidonie) me vio salir de su tour bus tras la entrevista que pude mantener con el menudo guitarrista y mastermind musical de la banda.

Death Angel

Después de la primera de muchas cervezas y de que me sablaran cuatro dolorosos euros por dejar la mochila en el guardarropía, a las seis en punto me encaminé hacia el interior del Razz para departir un rato con el habitual y siempre majísimo corro de fotógrafos y periodistas ansiosos por cubrir esta imperdible velada metálica (y eso que hoy no estábamos todos al tener que repatirnos, en lo que es el solape más jodidamente doloroso de mi temporada, con el bolo de Riverside en la otra punta de la ciudad). A esas horas la sala presentaba aún un especto bastante modesto, con poco más de la mitad de la pista ocupada por una curiosa mezcla de puretas de más de cuarenta (¡hola!) y muchachos alrededor de 20 (digo muchachOs porque el ratio de hombres por mujer era tirando a exagerado), pero a medida que se acercaba la hora prevista para que la primera banda de la noche saltara al escenario empezó a aparecer gente por todos los rincones, alcanzando un ambiente excitado y caldeado a la que se apagaron las luces y empezaron a sonar unos aullídos de lobo por los altavoces.

Al cabo de unos segundos aparecieron tres sombras delgadas y en plena forma sobre el escenario, y ante un mar de puños en alto abrieron los focos y empezaron a piñón con “Humanicide”, el tema que dá título al último y brillante disco de Death Angel. Gracias a una mezcla entre las ansias de thrash de la peña y la energía apabullante con la que empezó la banda, la verdad es que los californianos tardaron bien pocos segundos en tenernos a todos comiendo de su mano, hasta el punto que más de uno (quizás yo entre ellos, ojo) los consideró los grandes triunfadores de la noche. Personalmente no había tenido nunca la oportunidad de ver a los de Mark Osegueda en directo, pero lo que me demostraron esta tarde de jueves es que, más allá de una producción discográfica impecable en estos últimos años, están en un estado de forma sencillamente impresionante en directo.

“Voracious Souls” fue una de las pocas incursiones antiguas en un repertorio basado en su mayor parte en su producción más reciente, y eso que The Ultra-Violence fue y sigue siendo un disco inspirado, inventivo, valiente y original dentro de un panorama thrash ochentero que tampoco iba tan sobrado de estos valores. De hecho, Death Angel siempre adolecieron de la fortuna o de la serenidad necesaria para llegar más allá de lo que lo hicieron a pesar de que tanto la industria como los fans apostaron decididamente por ellos, pero desde su vuelta con el nuevo siglo, y sin la presión de tener ya nada que demostrar, se están erigiendo como una de las bandas más en forma de todo el género. En estudio eso ya lo tenía más que claro viendo los discazos que llevan sacándose, pero hoy completaron esta impresión con un directo de esos de dejarte con la boca abierta.

Entre aplausos unánimes y un sonido más que notable, la banda de San Mateo fue descargando temazos recientes como la enigmática “Claws in so Deep”, la directa “The Dream Calls for Blood”, la brutalérrima “The Moth” o la novedosa “Aggressor” con una precisión, una contundencia y una velocidad encomiables que engorilaron irremediablemente a un público ya de por sí entregado. Mark mantiene una forma vocal impresionante y el eficiente bajista Damien Sisson está más centrado en muchas ocasiones en animar al público y hacer cuernos que en tocar, pero es la impresionante pareja formada por el carismático Rob Cavestany y Ted Aguilar la que me dejó más especialmente flipando con su contundencia, su concentración y su habilidad a las seis cuerdas. Rob, por cierto, cambió de guitarra casi a cada tema, mostrándonos un abanico de instrumentos que haría babear a cualquiera.

Para cerrar unos generosos cincuenta minutos de actuación, la icónica introducción de “The Ultra Violence” arrancó los últimos gritos de devoción de un personal que habría estado ahí una hora más, pero en vez de deleitarnos con el tema estrella de su gran disco clásico al completo, después de esos primeros punteos enlazaron con un “Thrown to the Wolves” que también moló lo suyo y que puso el punto y final a un concierto de diez. Ya he dicho que nunca había tenido la oportunidad de ver a Death Angel en directo, y en mi estreno me dejaron flipando con su derroche de energía, intensidad, talento y calidad hasta el punto de atreverme a afirmar que, quizás, dieron el mejor concierto de los tres que vimos hoy. Algo que, como iréis viendo en los próximos párrafos, tiene mucho mérito. Grandes.

Setlist Death Angel:

Humanicide
Voracious Souls
Claws in so Deep
Aggressor
The Dream Calls for Blood
The Moth
Seemingly Endless Time
The Ultra Violence + Thrown to the Wolves

Exodus

A pesar de su inevitable e innegable componente de protesta social, el thrash metal siempre ha sido un género desenfadádamente festivo y, en consecuencia, que da pie a algún que otro abuso a nivel de ingestas recreativas de todo tipo. Y entre todas ellas, la ingesta favorita de cualquier thrashero que se precie es la de cerveza. Por ello hoy las barras echaban humo y, en lo personal, tuve la fortuna (o no) de encontrarme hasta a cuatro personas diferentes que insistieron en invitarme a una con la condición que yo pagara la siguiente (cosa que nunca hice), y aunque os doy las gracias a todos por vuestra generosidad, os tengo que decir que por culpa vuestra acabé como las cabras. Todo esto no os lo cuento por nada, sino que explica perfectamente que una banda como Exodus utilizara eso de “Alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual” como pieza introductoria a su concierto.

Un poco como ocurría con Death Angel y como iba a ocurrir también con Testament, y a pesar de ser unos clásicos entre clásicos, Exodus renunciaron totalmente a vivir de su producción ochentera, otorgando gran protagonismo a los excelentes discos que han ido publicando durante este siglo XXI. De hecho, y por culpa de que su gran alma mater Gary Holt ha estado ocupado con Slayer desde que el pobre Jeff Hanneman empezó a ser incapaz de participar en la banda, Exodus han aparcado un poco su intensidad discográfica a partir de ese ya lejano Blood In Blood Out de 2015. Aunque por lo que parece, y a consecuencia de lo que apunta a ser el final definitivo de la banda de Tom Araya y Kerry King, podríamos esperar nuevo disco suyo más pronto que tarde.

El quinteto californiano saltó al escenario con todas las ganas y apostando por dos de los grandes temas de su último disco para romper el hielo. Tanto “Body Harvest” como “Blood In Blood Out” sirvieron para tantear el terreno y ya rápidamente nos hicieron dar cuenta de dos cosas. Primero, que Gary Holt es el puñetero amo del cotarro, paseándose arriba y abajo con la cabeza erguida y orgullosa y con cara de sentirse de nuevo como en casa. Segundo, que Exodus no iban a sonar tan bien como lo habían hecho Death Angel a pesar de ser también unos jefes de mucho cuidado. La voz carrasposa y viperina del retornado Steve “Zetro” Sousa (bien, ya retornó hace unos cuantos años) no acabó de destacar nunca en la mezcla, y aunque el concierto fue tan contundente como ninguno y la elección de los temas me pareció casi perfecta, creo que estaremos de acuerdo que su actuación estuvo medio escalón por debajo de lo que habíamos visto unos minutos antes.

Lo de Exodus siempre me ha parecido un pelín injusto, ya que esta banda se merece los honores de creadores del thrash metal tanto o más que cualquier otra, pero en cambio se ha visto relegada a una eterna segunda fila y a ese artificial Big 8 de consolación que también engloba a las otras dos bandas que pudimos ver hoy aquí. “Deliver Us to Evil”, “Fabulous Disaster” o las impresionantes “Bonded By Blood” y “Strike of the Beast” dicen todo lo que hace falta decir sobre la calidad de su catálogo ochentero, pero quizás una cierta inconsistencia y la incapacidad para venderse tan bien como lo hicieron otros nunca les ha permitido acabar de hacerse un hueco ahí arriba. Sea como fuere, eso a ellos se la suda por completo, y su concierto fue todo un homenaje a la actitud y la esencia de esa escena californiana que, sin pretenderlo, cambió la cara del metal para siempre.

Con un Tom Hunting que se subía a la batería a la mínima que tenía ocasión y un Jack Gibson que impresionó con su precioso bajo transparente, Exodus fueron mezclando los clásicos antes mencionados con grandes temazos modernos como son “Deathamphetamine” o “Blacklist” antes de llegar a un aclamado triunvirato final formado por “Bonded By Blood”, “The Toxic Waltz” y “Strike of the Beast” y que vio volar a un montón de gente por encima del público y que puso la sala definitivamente patas arriba. Tras una intensa y sudorosa hora de concierto, el quinteto de Richmond se bajó finalmente del escenario entre aplausos y gritos de “Exodus, Exodus”, y ya os garantizo yo que nadie quedó ni remotamente insatisfecho con su actuación. Unos jefazos.

Setlist Exodus:

Body Harvest
Blood In Blood Out
Deliver Us to Evil
Fabulous Disaster
Deathamphetamine
Blacklist
Bonded by Blood
The Toxic Waltz
Strike of the Beast

Testament

Después de un par de cervezas involuntarias más, llegó la hora de que los grandes protagonistas de la noche se subieran finalmente al escenario ante un ambiente ya definitivamente caldeado. Habían pasado cinco años ya desde la última visita de los californianos a Barcelona como cabezas de cartel, aquel día en el que rebentaron exageradamente la Sala Salamandra precisamente junto a Exodus en uno de los conciertos más absurdamente incómodos que recuerdo en mi vida. Desde entonces han vuelto a la ciudad condal en dos ocasiones: la primera, abriendo para Amon Amarth en 2017 con un volumen manifiestamente insuficiente y ante la indignada estupefacción de la metalada más clásica. La segunda, arrasando en el Rock Fest a media tarde este pasado verano mismo.

Y es que ésta es un poco la constante con Testament. A pesar de contar con un line up sencillamente impresionante (y probablemente insuperable), mis experiencias en directo con la banda liderada por Chuck Billy y Eric Peterson siempre han sido una pequeña lotería. Los californianos se prodigan bastante por estos lares (160 conciertos al año por todo el mundo me dijo Eric que suelen hacer… ¡casi nada!), y mis últimos encuentros ante ellos se reparten por partes casi iguales entre bolazos impresionantes, destrozos auditivos por culpa de un volumen exagerado y ultra saturado (después de su épica actuación bajo una lluvia torrencial en el Resurrection Fest de 2014 tuve pitidos en las orejas durante una semana) o frustrantes coitus interruptus ante justamente todo lo contrario.

A pesar de tal irregularidad, mi aprecio y amor incondicional por esta banda (que además siento un poco mía al haberlos tenido que defender siempre de las acusaciones de moñas que recibían a menudo por parte de mis amigos metálicos de adolescencia, muy extremos todos ellos) me obliga a no perderme jamás una visita suya y a presentarme ante las puertas de dondequiera que toquen con la esperanza y el convencimiento sincero de que estaremos ante uno de esos buenos días. Y bueno, tampoco vamos a decr que el concierto de esta noche en Razz fue la insultante sacada de miembro que se marcaron hace unos meses el Rock Fest porque no es así, pero no creo que nadie niegue que se pegaron un bolazo de notable alto.

Con cuatro plafones bastante básicos y el mismo telón de fondo que están llevando desde hace ya unos cuantos años, el quinteto californiano se subió finalmente al escenario entre ovaciones mientras sonaban las primeras notas de la tormentosa “Eerie Inhabitants” y tras dos días de descanso “forzado” después de haber cancelado sus conciertos en Italia por culpa del inmenso pánico causado por el coronavirus. Y aunque las tardes de tapitas seguro que les han venido bien, también se nota que tenían ganas de metal, ya que los tíos salieron con todo, con una actitud impecable y un sonido al que le puedo poner bien pocas quejas.

Al final de nuestra entrevista, por cierto, y teniendo en cuenta en parte que Chuk Billy padeció y superó un cáncer en su momento, le hice entrega a Eric de una camiseta de nuestros amigos de Hardcore Hits Cancer, comentándole también que molaría mucho que se la pusiera durante el concierto porque la asociación liderada por Dani Sadurní es muy querida y apreciada por estos lares. Él, sin comprometerse demasiado, me prometió que se la pondría seguro…. algún día. Poir desgracia, ese día resultó no ser hoy, porque el menudo guitarrista americano iba ataviado con una zamarra de Dragonlord (su otra banda de black metal) que, ya me diréis, se podía haber puesto cualquier otro día. Obviamente nadie tiene la obligación de hacer lo que yo pido, así que el (pequeño) desencanto que me llevé se me pasó tan rápido como pude darme cuenta que Testament habían venido a comerse el escenario y a arrasar completamente con la sala. Y la verdad es que en estos primeros minutos lo consiguieron sin muchos problemas mediante clásicos como “The New Order” o “The Haunting” o cortes modernos poco habituales como “The Persectued Won’t Forget” (un temarral que tampoco recibió una respuesta tan buena, la verdad).

Lejos de querer convertir su repertorio en un homenaje descarado a sus tiempos mozos, y al igual que ya habían hecho antes Death Angel y Exodus, los muchachos de Testament le dieron bastante cancha a sus discos recientes, apostando además por cortes poco habituales en vez de los “More Than Meets the Eye” o “Rise Up” que solían tocar siempre en sus últimas giras. La parte intermedia del concierto (que empezó con un cambio de telón y la aparición del cornudo y severo personaje que ilustra la portada de Dark Roots of the Earth) estuvo enteramente dedicada a canciones relativamente nuevas y relativamente extrañas de escuchar en sus directos. El trío formado por tres de los mayores temazos de ese disco como son “Dark Roots of the Earth”, “Last Stand for Independence” y la gran “Throne of Thorns” dio paso a “The Brotherhood of the Snake” y “The Pale King”, dos cortes de su último disco que tienen toda la pinta de quedarse durante mucho tiempo en sus repertorios. Y bien merecido que lo tendrían, porque son dos temarrales.

Ahora era la serpiente de tres cabezas que conocemos de la portada de ese disco la protagonista del fondo del escenario, y a medida que avanzaba la noche los miembros de la banda iban dejando claro (por si alguién tenía dudas) cuán jefes y cuán absurdamente buenos músicos son. El elegantísimo Alex Skolnick generaba un mar de babas infinitas cada vez que se arrodillaba con su colección de Les Pauls en las plataformas alineadas en primera fila mientras ejecutaba sus complejos solos sin fallar ni una nota. El inmenso e imponente Steve De Girgio se paseaba como Pedro por su casa mientras deslizaba los dedos arriba y abajo del mástil de seis cuerdas de su bajo. A pesar de ser de facto el líder de esta banda y principal artífice de la mayoría de sus canciones, Eric Peterson pasa un poco desapercibido aún y disponer de todo un flaco del escenario para él solo, pero en habilidad a la guitarra rítmica pocos le pueden toser. Y todo el mundo adora a Chuck Billy. El carismático gigantón demostró seguir gozando de un excelente momento vocal y de una velocidad de dedos admirable mientras repetía, como es habitual en él, todos los riffs en el mini-palo de su micrófono.

Y qué decir de Gene Hoglan. El protagonista de la muy exitosa entrevista que publicamos la semana pasada parece no inmutarse ni lo más mínimo por mucho que intente complicarse la vida mientras destroza sus tambores, y lo cierto es que se le vio la mar de contento de salirse con la suya y poder tocar “Fall of Sipledome”, un temarraco escondido en el tracklist de The Gathering que contiene algunos de los patrones de batería más brutales de la carrera de Testament. El último cambio de telón de la noche desveló la portada de Titans of Creation, el nuevo álbum que la banda sacará el próximo 3 de abril. Como uno de los afortunados que ha podido escucharlo ya, deciros que fliparéis con él y que es, quizás, el disco más variado de su carrera, con momentos que se acercan al black metal al lado de algunas de las melodías más dulces de sus últimos tiempos. “Night of the Witch” es lo único que han dejado salir de momento, y además de gustarme más a cada nueva escucha, en directo esta canción sonó como un cañón, con Eric encargándose de unas abrasivas (y altamente distorsionadas) voces durante todo el estribillo.

Después de que ocho de los once cortes que habían tocado hasta ahora fueran “nuevos”, la recta final la ocuparon (alguién diría que por fin) unos cuantos de sus clásicos incontestables. “Into the Pit” generó un pogo inmenso, “Practice What You Preach” demostró ser, una vez más, mejor de lo que yo suelo pensar, “Over the Wall” es y siempre ha sido sencillamente brutal a pesar de que los “oh-oh-ohs” que suelen pedir a la gente me chirrían cosa mala, y el cierre con “Disciples of the Watch” fue sencillamente perfecto. A pesar de tocar solo una hora y veinte (a las 22:20 estábamos desfilando) y que el setlist fuera un poco raro (se dejaran algunos de mis temas favoritos como “Low” – cómo la disfruté en el Rock Fest, joder – o “More Than Meets the Eye”), los californianos se marcaron un bolazo notable con un sonido magnífico y una actitud intachable. La excelente respuesta de la gente demostró que el thrash metal está más vivo que nunca, pero eso no sería nunca posible si no fuera porque bandas como Testament (y quizás también Exodus y Death Angel) están, sencillamente, en el mejor momento de su carrera. Y que dure.

Setlist Testament:

Eerie Inhabitants
The New Order
The Persecuted Won’t Forget
The Haunting
Dark Roots of the Earth
Last Stand for Independence
Throne of Thorns
Brotherhood of the Snake
The Pale King
Fall of Sipledome
Night of the Witch
Into the Pit
Practice What you Preach
Over the Wall
Disciples of the Watch

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Sobre Albert Vila 952 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.