Screamin’ Jay Hawkins: Ataúdes, vudú y vida al límite

“Cuando muera no quiero ser enterrado, ya he estado en muchos ataúdes”

El padre absoluto del Shock Rock. Jalacy Hawkins era definitivamente un tipo muy especial. Puede que no consiguiese una carrera brillante y repleta de éxitos, pero constituye el paradigma de extravagancia y culto que se necesita para, ya no solamente empezar a darle forma al Shock Rock, sino también para ayudar a darle forma al rock & roll. Puede que a muchos os suene por su participación en el film de Álex de la Iglesia “Perdita Durango”, todo un homenaje a su figura. De verdad que merece todo tipo de homenajes pues Hawkins fue el loco que llevó el rock hacia el exceso, hacia el abismo, hacia el peligro y hacia el impacto visual y sonoro. Todas las muchas leyendas urbanas que surgen dentro del rock empiezan con él, y su vida fuera de los escenarios deja en pañales a las grandes estrellas de rock posteriores, famosas por sus excesos. Todo empieza cuando alguien emborrachó a Hawkins para que cantara de forma diferente. El néctar de Dioniso, como no podía ser de otra forma, despierta a la bestia. Con él llegó el escándalo.

TRAYECTORIA

Ya su nacimiento está envuelto en cierta aura de misterio. En 1929 alguien apaleó a su madre en Washington y arrepentido, terminó por meterla en un autobús de línea con destino a Cleveland (Ohio). Llegó la pobre mujer hasta allí y daría a luz a nuestro excepcional protagonista, dejándolo posteriormente en un orfanato cualquiera. Cuando contaba con tres años de edad, una curiosa familia de indios Pies Negros le acogería en el seno de su hogar. Cuenta la leyenda que esa familia acogió a tantos hijos adoptivos que Jay Hawkins nunca acertó a dar un número definido de hermanastros con los que llegó a compartir sus primeros años de vida.

Saltaría a la fama en 1956 gracias al genial tema “I Put a Spell On You”, pero antes ya había tenido tiempo de enrolarse en la 2ª Guerra Mundial (a los 14 años) y aprender a tocar el piano y el saxofón, aunque, ya desde pequeño, era la ópera lo que realmente le llamaba de verdad. Gracias a sus dotes musicales iniciadas en su Cleveland natal divirtió a las tropas y se fue formando como showman. Definitivamente tenía madera de artista, pero su vida sufrió un duro vuelco cuando después de lanzarse en paracaídas, cayó en manos enemigas en la Isla de Saipan (Océano Pacífico). Padeció en sus propias carnes el horror de la guerra al ser torturado y estar preso más de un año. En toda esta historia del Shock Rock hay muchas leyendas que difícilmente van a poder ser verificadas, y una de ellas está personificada en Hawkins y su liberación. Según cuenta la historia, la venganza que tuvo lugar tras ser puesto en libertad ya nos da muchas pistas sobre el carácter y personalidad de este genio loco. Parece ser que voló la cabeza de uno de sus torturadores poniéndole una granada en la boca y retirando la anilla. La venganza se sirve fría. Otro de sus grandes logros fue conseguir el título de campeón de boxeo de los pesos medios en Alaska en 1949. Lo hizo para conseguir un sobresueldo. En 1951 se uniría al guitarrista de jazz Tiny Grimes y a su orquesta en la que, aparte de cantante, hacía de chico para todo, desde pasear al perro a ejercer de chófer. Sería expulsado de la banda cuando le ofrecieron la oportunidad de grabar un tema propio: “Screamin the Blues”. Ahmet Ermegin (directivo de Atlantis) no le gustó el estilo de Hawkins, pero menos le gustó que, en un arrebato de ira, le partiera la cara de un puñetazo. Corrió la misma suerte con el grupo de Fats Domino, pero esta vez sería expulsado por lucir estrafalarios trajes de colores chillones y turbantes. No sería hasta 1956 cuando daría la campanada con la archiconocida “I Put a Spell On You”, excepcional obra maestra mil veces versionada. Inicialmente era una balada, pero la intervención del productor “Maxon” (Arnold Maxim) haría que su vida volviera a dar un vuelco. “Maxon” organizó una copiosa comida con abundante bebida para lograr convencer a nuestro héroe de que hacía falta darle otra vuelta de tuerca al tema. Fue en esa segunda grabación cuando se le añade a Jay Hawkins el pseudónimo Screamin’ (gritón en castellano) y empezaba la leyenda. La historia cuenta que Jay se desgañitó hasta límites inhumanos hasta el punto que, cuando se le pasó la cogorza y escuchó lo que había cantado, no se reconoció a él mismo cantando el tema. Tras horas de charla y muchos intentos de convencerle, logró entender que era él quien cantaba. Ayudó en parte el verse en varias fotos realizando dicha grabación. El tema fue prohibido en la mayoría de radios pues se reflejaban en él fuertes connotaciones de canibalismo. Se alegó que el tema sonase como si alguien se estuviera comiendo a un humano y éste gritara de dolor. Actuó la censura, y después de pasar por el filo de la tijera, se volvió a editar el tema sin las partes más “escandalosas”.

Musicalmente Jay estaba arropado por una banda dotada de percusión y vientos a lo Big Band, pero su voz y liderazgo le hacían único, así como su presencia escénica. Algunos lo encasillan dentro del blues, otros del soul y otros lo veían como un bizarro francotirador que va a la suya. La verdad es que todas las calificaciones tienen algo de cierto y hasta se complementan. Iba enfundado en pieles de leopardo, colgantes de marfil, capa de vivos colores y un hueso en la nariz que le daba un aspecto tétrico similar al de los chamanes y hechiceros vudú. Sus raíces afroamericanas y sus guturalidades constantes, mezcladas con su voz de barítono, hacían el resto. Su dominio de la expresividad facial y corporal eran sublimes, mostrándonos a un lunático que realmente daba mucho, mucho miedo. Pero el efecto más aterrador y sorprendente era el pie de micro: era una calavera humana (llamada Henry) en la que solía apoyar un cigarro encendido. Culminando el efecto diabólico ideó un ataúd del que emergía en algún momento puntual del show. Según el filósofo y escritor Bataille, el culto vudú y el satánico guardan muchas semejanzas y a lo largo de los tiempos se ha llegado a dudar mucho sobre su existencia:

“Ciertos autores han dudado de la existencia de los aquelarres. De una manera parecida, en nuestros días se ha dudado de la existencia del culto vudú. (…) Todo lleva a creer que el culto satánico, con el cual el vudú presenta algunas semejanzas, y aunque menos difundido de lo que cabía en el espíritu de los jueces, existió”.2

El origen y práctica del vudú lo encontramos en los esclavos negros en las Américas. Los esclavistas perseguían su práctica y obligaban a que sus seguidores se convirtiesen al cristianismo. Tiene conexiones obvias con la brujería, por lo que Jay Hawkins utilizó su estética. Sus bailes espasmódicos y arrebatos coléricos en directo intentan simular las posesiones demoníacas de las ceremonias antillanas.

La propuesta de entrar en un ataúd ardiendo nunca le hizo especial gracia, pero Alan Freed consiguió que Jay se metiera allí gracias a un suculento cheque. Para dominar uno de los célebres horrores que Edgar Allan Poe había inmortalizado en sus relatos, pedía que lo encerrasen con un paquete de fósforos para poder alumbrarse y abrir el mecanismo en caso de que la cosa fallase. Evidentemente hubo un día en que algo falló y el miedo claustrofóbico de Hawkins fue en aumento hasta terminar en ataque de pánico. Consiguió abrir su tumba a base de golpes, pero el público interpretó que era parte del espectáculo. Jay olvidó que el concierto había empezado y la emprendió a golpes con su propia banda (entonces los Drifters). Cuenta la historia que banda y cantante tardaron nada más y nada menos que siete largos años para volver a hablar y reconciliarse. Para dar más colorido al show añadió a diversos animales de pega tipo serpientes y escorpiones, pero hay otra gran anécdota relacionada con un animal, si bien ese estaba vivo. Alguien de su entorno decidió gastarle una broma a Hawkins y le encerró en el ataúd con un mono vivo. Un mono cabreado dentro de un ataúd ya de por si da miedo, pero la cosa conlleva dimensiones trágicas y nauseabundas si éste está afectado de diarrea. Parece ser que Jay no lo pasó nada bien y salió con lágrimas en los ojos. Estuvo rascándose durante días. Pero Hawkins y sus managers añadieron otro efecto más espectacular: bombas de humo y la dinamita. Cuando Hawkins no estaba de acuerdo con los honorarios a recibir y las negociaciones se torcían, nuestro amigo ponía el triple de dinamita en sus shows provocando enormes estruendos y algún que otro desperfecto en el local. Lo dicho, la venganza se sirve fría… y con dinamita mejor. Parece ser que en el 59 dio con sus huesos en la prisión durante 22 largos meses.

La década de los 60 destacaría por su boda con Virginia Sabellona, pero el compromiso matrimonial no le hizo gracia a una de sus ex-mujeres ya que ésta le atacó con un cuchillo que le perforó el diafragma y el pulmón. Jay no desperdició ese tiempo guardando cama y compuso su otro tema célebre: “Constipation Blues”, una oda al estreñimiento.

Los 70 los viviría de forma nómada viviendo en distintos puntos del planeta como Hawai o diferentes países europeos en los que disfrutó siempre de un gran estatus de popularidad. Llegó a tocar con los Misfits e incluso con miembros de los Rolling Stones. En los 80 giraría con Nick Cave y empezaría a hacer pequeños papeles como actor. Ya no volvería a repetir un campanazo tal como el de “I Put A Spell On You” pero su fama de pionero y de showman siempre le acompañaría. Interpretaciones tan especiales como la de “Moon River” fueron otra buena muestra del magnetismo y ocurrencias de este mago-vudú musical. En ella conseguía una interpretación sentida que iría rompiendo a base de sustos sorpresivos que deleitarían al público. Su gran vozarrón negro era tan excepcional como sus habilidades escénicas e innovadoras. Ya a finales de su carrera haría una recordada versión de “I Put A Spell On You” en París sentado en un retrete. Su carrera como actor también es interesante, pero su legado musical es el que perdurará. Su posterior influencia en bandas como Black Sabbath, Alice Cooper, Screamin Lord Sutch o Led Zeppelin es obvia, y hasta llegaría a ser considerado como el Vincent Price negro. Y como es de esperar, un personaje como este no podía legar al mundo sólo una exquisita y larga colección de canciones y algún que otro film. Nos dejó mucho más… Entre 55 y 75 hijos con diferentes mujeres. Todavía existe a día de hoy una asociación que continúa identificándolos, pero los vástagos van desde Finlandia a sitios recónditos de la remota China, y el trabajo es realmente duro para identificarlos a todos… Murió el pasado año 2000 a la edad de 70 años, después de una operación para curarle un aneurisma de pecho. Vivió y se divirtió de lo lindo, consiguiendo que los que lo vieran sobre escena disfrutasen o se escandalizaran con él. La primera piedra estaba puesta. Años más tarde el llamado Shock Rock vería en él al gran pionero.

HAN HABLADO SOBRE SCREAMIN’ JAY HAWKINS:

Arthur Brown: “Sreamin’ Jay fue siempre más hacia atrás, hacia las viejas tradiciones y siempre indagando en la imaginería de la magia de sus ancestros y de su bagaje cultural. Su escenografía chocó mucho a la gente pues no era muy común toda esa parafernalia en el rock de esos tiempos”.

Andy Duvall (The Freeks y Zen Guerrilla): “¡Alucinante! Único en su especie. Tengo un amigo que en una fría noche de los años 70 estaba haciendo autostop, intentando viajar de Philadelphia a Atlantic City. Le recogió una limusina y en la parte trasera estaba Screamin’ Jay Hawkins con su característico báculo con la calavera en la parte superior. Iba hacia un concierto. Evidentemente Hawkins lo invitó al concierto”.

Oderus Urungus (Gwar): “Muy grande”.

Mambo Kurt: “Muy buenas melodías”.

David DeFeis (Virgin Steele): “Gran voz, pero estaba un poco loco”.

Lordi: “No conozco su música, pero he visto muchas de sus fotos y he escuchado muchas historias sobre él. Definitivamente fue uno de los creadores del Shock Rock”.

LO IMPRESCINDIBLE:

Temas: “I Put A Spell On You”, “Alligator Wine”, “Frenzy” y “Little Demon”
Discos: “At Home With Screamin’ Jay Hawkins” (1958), “I Put A Spell On You” (1977) –Recopilatorio- y Screamin- Jay Hawkins and the Fuzztones Live (1978)

BILBLIOGRAFIA:

– Wikipedia: Screamin Jay Hawkins
– Screamin Jay Hawkins Rated X – Ulysses Theremin
– Jordi Sierra y Fabra – Historia de la música Rock – Tomo 1 – Ediciones Orbis

Jordi Tàrrega
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Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.