Rush – Grace Under Pressure: 40 años del décimo trabajo de la banda

Cada vez que voy a casa de mis padres, me recluyo un rato en mi antiguo dormitorio juvenil. A veces con evidente nostalgia y otras tantas para desconectar del mundanal ruido. Dicha habitación, remodelada como cuarto de juegos para mis queridos sobrinos, todavía conserva, sorprendentemente, parte de mi seleccionada decoración de antaño.

Después de muchísimo tiempo sin morar en aquella privada e íntima alcoba, no me preguntéis por qué (y yo tampoco me he atrevido a hacerlo) nadie de mi familia ha quitado los ornamentos gráficos que cubren un gran espacio de sus paredes. Y así, el menda aún puede contemplar viejos pósteres o desgastadas postales de Marillion, Iron Maiden, Pink Floyd, Bruce Springsteen y Peter Gabriel, haciendo compañía a dibujos propios en DIN A4 calcando carátulas de Mike Oldfield, It Bites o, como no, del álbum de Rush que hoy cumple su 40° Aniversario.

Sin lugar a dudas, uno de los aspectos más memorables en la mayoría de los lanzamientos del disuelto conjunto canadiense son las originales y atrayentes portadas creadas por el diseñador artístico y paisano Hugh Syme (recopiladas en el libro “The Art of Rush: Serving a Life Sentence”, que sigue a un precio estratosférico), y, entre todas ellas, la de Grace Under Pressure ocupa un puesto de honor en mi particular ranking. Una ilustración que, aparte de su gélida belleza y su irresistible magnetismo, encaja plenamente con el título (inspirado en una cita del escritor y periodista estadounidense Ernest Hemingway) de la obra y da pistas de su contenido.

Podría pasarme horas observando este fascinante cuadro (en realidad, ya lo he efectuado), de la misma manera que no dejaría de escuchar en bucle la portentosa «Red Sector A» (también lo he practicado), la emblemática pieza que aúna a la perfección el pesimismo existencial presente en el apartado lírico global y el deslumbrante tono estilístico general que emerge de los surcos del décimo elepé de la banda.

No le van a la zaga composiciones como la intensa «Afterimage» o la abrupta «Between The Wheels», que contrastan con las flexibles sonoridades de las restantes canciones: la planeadora «Distant Early Warning», la skatalítica «The Enemy Within (Part I of Fear)», la robótica «The Body Electric», la urgente «Kid Gloves» y la progresiva con pizcas de jazz «Red Lenses».

Pero, si se le presta la suficiente atención, son los sutiles detalles que despliegan los tres virtuosos instrumentistas, Geddy Lee al bajo, preponderantes teclados y comedidas cuerdas vocales; Alex Lifeson a las punzantes guitarras y complementarios sintetizadores; y el meticuloso Neil Peart a la batería y percusiones, los que enriquecen este infravalorado redondo (en similar categoría que bastantes de sus discos publicados durante la década de los ochenta).

Concluyo, antes de volver a mi paternal refugio, con la apocalíptica frase final del último tema: «…another lost generation».

Xavi Garriga Giol