Pink Floyd – The Wall: 40 años de (quizá) el mejor disco de la historia

Ficha técnica

Publicado el 30 de noviembre de 1979
Discográfica: Harvest Records / Columbia Records
 
Componentes:
Roger Waters – Voz, bajo, sintetizador, guitarra acústica
David Gilmour – Voz, guitarra eléctrica, acústica, bajo, sintetizador, clavinet, percusión
Richard Wright – Teclados
Nick Mason – Batería, percusión

Temas

1. In the Flesh? (3:16)
2. The Thin Ice (2:27)
3. Another Brick in the Wall, Part 1 (3:21)
4. The Happiest Days of Our Lives (1:46)
5. Another Brick in the Wall, Part 2. (3:59)
6. Mother (5:32)
7. Goodbye Blue Sky (2:45)
8. Empty Spaces (2:10)
9. Young Lust (3:25)
10. One of My Turns (3:41)
11. Don’t Leave Me Now (4:08)
12. Another Brick in the Wall, Part 3 (1:18)
13. Goodbye Cruel World (1:16)
14. Hey You (4:40)
15. Is There Anybody Out There? (2:44)
16. Nobody Home (3:26)
17. Vera (1:35)
18. Bring The Boys Back Home (1:21)
19. Comfortably Numb (6:23)
20.The Show Must Go On (1:36)
21. In the Flesh (4:15)
22. Run Like Hell (4:20)
23. Waiting for the Worms (4:04)
24. Stop (0:30)
25. The Trial (5:13)
26. Outside the Wall (1:41)

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El tiempo avanza rápido, los años vuelan, pero hay cosas que son atemporales. El 30 de noviembre de 1979, hace 40 años, salía al mercado una obra colosal, un disco que a día de hoy sigue cautivando a generaciones y que es, a la postre, uno de los ejemplos de lo que fue Pink Floyd. Personalmente llevo unos meses sumergiéndome en el legado de los británicos pues un periódico, que antes era de izquierdas, lo saca como coleccionable cada domingo. He escuchado todos los discos que he adquirido, pero no el The Wall… ¿Por qué este no?, pues… porque ya me lo sé de memoria. No es que mis padres fueran mucho de Pink Floyd, pero el Wish You Were Here estaba en vinilo en casa y siempre crecí con la referencia paterna de que ese disco era una obra maestra. Y, cuando lo escuché, tuve la reafirmación: pocas cosas hay más grandes que esta obra magistral y doble. Imaginaros lo grande que fue que en España llegó a ser número 1. ¡En España! ¡En 1979!

El impacto cultural en 1979 y el resurgimiento en 1990

Uno de los hechos que recuerdo que más me fascinaron de pequeño fue que por Televisión Española dieron en directo un concierto de Roger Waters conmemorando la caída del muro de Berlín. Fue el 21 de julio de 1990 en la capital alemana y sobre los cimientos del derruido muro. Años de ilusión y de aparente libertad y en los que la Guerra Fría y el empate nuclear quedaban borrados de la faz de la Tierra. Tiempos en los que los alemanes de Hannover Scorpions ponían la banda sonora a una generación con su “Wind of Change”, pero el espectáculo y el concierto iba a ser otro. Ya que la cosa iba de muros, y The Wall era tan bestial, qué mejor que recuperar la escenografía mastodóntica que lo acompañaba, llamar a algunas de las más grandes estrellas del panorama musical (incluidos los Scorps) y hacer un multitudinario show que lo viera todo el mundo. Desgraciadamente Waters cabalgaba alejado de Pink Floyd y a ellos no les invitó precisamente (sí a Snowy White). Yo miré el televisor por casualidad cuando ya todo terminaba, pero lo que vi me quedó marcado a fuego… Salía la marioneta humana del maestro colgando del muro y cantando “The Trial,” y acto seguido, la caída del muro en “Outside the Wall”. Bestial para un niño de 12 años.

La influencia de este disco fue tal en mi hermano y en mi que uno de sus regalos de cumpleaños (merecidos) que le hice una vez fue la decoración de una de sus paredes de su casa. Seguro que os suena la que eligió:

La generación rockera, los hijos de la Segunda Guerra Mundial

The Wall es autobiográfico de la propia vida de Waters y un poco de la de Syd Barret. La historia versa sobre el rockero Pink, protagonista del doble disco conceptual y que crece sin la figura paterna, algo muy común en la época. Cuando Inglaterra tuvo que aguantar hasta que Estados Unidos entraran en combate en la Segunda Guerra Mundial murieron muchos pilotos, muchos padres de hijos de la que sería la generación rockera. Es el caso de los mismos Rolling Stones o los Floyd, concretamente el de Waters y el de los nacidos alrededor de 1945. Atención al recuerdo que tiene Rogerde su padre en “Another Brick in the Wall Part 1”: “Papi voló a través del océano dejando sólo un recuerdo. Una foto en un álbum de familia”. Una triste foto en un álbum fue el legado que obtuvo el bajista de su padre. Una vida que empieza ya en tristeza y ya un primer ladrillo en el muro.

Fue la generación de los hijos de la Segunda Guerra Mundial, con madres coraje aterrorizadas que tienen que sacar adelante su prole. De eso trata Mother” justo, de los miedos de las madres y de la sobreprotección durante el crecimiento de los hijos estando solas. La transmisión de lo vivido en el infierno de la guerra hace que, inconscientemente, sumen otro ladrillo más al muro. En el directo de 1990 es Marianne Faithfull la que hace de madre en “The Trial” y Sinéad O’Connor canta la propia “Mother”.

El muro como concepto

Pero el concepto del muro nace sencillamente de que las audiencias de la época eran poco respetuosas con las bandas y los Floyd muchas veces tenían que aguantar a público borracho que pasaba olímpicamente de lo que sucedía en el escenario haciendo caso cero al trabajo de la banda. Eso es algo que duele, afecta y termina alienando al propio grupo, que termina por bajar la entrega, la atención y tiende a la pasividad. Roger fantaseó incluso con la idea de que hubiera una pared que le separara de su propio público pues hubo un caso en el que Gilmour terminó escupiendo a un fan pesado y pasado de vueltas en un concierto.

Pero el concepto de muro fue más allá, el muro es la misma sociedad que va dañando afectándonos, hiriéndonos, coartándonos, alienándonos y con ella, en cada canción, como en la vida, se suman ladrillos al muro. En el fondo, todos somos ladrillos del muro, todos somos parte de la sociedad y actuamos como lo que hemos mamado y aprendido. El muro, en el directo, crece hasta el fin de la primera parte y se cierra con el grupo tocando detrás de él, justo se cierra en “Goodbye Cruel World”. Es por ello que se tiró de animaciones que serían proyectados sobre el muro. De verdad que las innovaciones que crearon Pink Floyd han supuesto avances en el negocio musical. Actualmente la mayoría de bandas de hoy en día utilizan cosas que desarrollaron Pink Floyd en su día, tanto en luces como en sonido.

Ante todo, hay que entender que The Wall era un proyecto surgido de la mente del bajista Roger Waters, en competencia siempre con el otro líder del grupo David Gilmour que sustituyó al que fuera el primer líder nato del grupo Syd Barret. La cuestión de liderazgo ha sido siempre una lucha habitual en las más grandes bandas y el motor de avance de estas. The Wall era una película, un espectáculo teatral de directo y ante todo un doble disco conceptual. Gilmour apenas pudo participar en alguna composición, aunque cantó varias, de hecho, cuando entró el guitarrista los Floyd despegaron. Suyo es el sello en el sonido del grupo, pese a quien le pese.

La estética

La carpeta es obra de la gente de Hipgnosis, unos habituales y referentes en lo de diseño de artworks y carpetas en el mundo del rock. El minimalismo de los ladrillos en azul ya es una soberana maravilla. En posteriores ediciones se puso la pintada en el muro con el nombre del grupo y el título del disco. Las letras están dibujadas como si fuera letra de escolar, en tinta, de cuando Waters era escolar. De hecho, la escuela tiene un papel primordial en el disco. La galería de personajes que asoman por los huecos del muro es maravillosa. El juez-culo, los martillos que avanzan en negro y rojo, el maestro malvado, la prisión… todo formas de opresión y tiranía que engarzadas te atan al sistema de por vida. Ese mismo discurso beligerante contra la injusticia y la opresión es el que luce Waters a día de hoy, siendo capaz de ponerle la cara de Trump al cerdo hinchable cuando interpreta “Pigs”.

La música… las obras maestras:

He llegado a encontrarme con gente que es capaz de afirmar que a esta obra le sobran minutos… ¡Blasfemos! Son 80 minutos de maestría en la que incluso las intros son gloria. Podemos estar días hablando del disco así que reduciré un poco la cosa a las obras maestras, que no son pocas precisamente.

Another Brick in the Wall (Part 2)”: puede que “Money” y “Wish You Were Here”, junto con este tema, sean las más grandes canciones, pero en el caso de la que nos ocupa, ha habido una sobre exposición muy cansina. El mismo Alice Cooper la utiliza para darle color a “School’s Out” ya que la temática y los acordes coinciden. Un alegato contra el poder y al adoctrinamiento incluyendo el maltrato físico, permitido en Inglaterra hasta los años 70. Ojito a la doble negación de Waters en el estribillo… No me extiendo mucho puesto que da para un reportaje en canciones perfectas, pero el clímax es cuando el coro de niños entra después de la subida excelsa hacia el estribillo. Los mismos niños, ya de mayores, denunciaron a Pink Floyd, por cierto.

Hey You”: un punteo sublime y triste va acompañado por el bajo de Waters y las teclas de Richard Wright para crear magia en el tema que abre el segundo disco en CD o la quinta cara de LP. Hasta el fin del solo de guitarra el tema parece un retrato de lo que es la depresión, pero en la segunda vuelta hay algo de luz. Es impresionante lo sombrío y bello que puede ser un tema. En palabras de Waters, es un aviso al mundo en plan: “Oye, esto no va bien”. La referencia a los gusanos es importante pues es la representación simbólica de la decadencia. Los gusanos aparecen continuamente en letras e imágenes.

The Thin Ice”: pelos como escarpias para esta delicada y magistral composición que casi abre el disco y de la que los mismísimos Dream Theater harían una versión. Piano y voz con esa aura triste que impregna todo el disco. ¿Qué harías si vas a patinar y el delgado hielo se abre ante tus pies? Algo que empieza con un llanto de bebé y termina con un solo de Gilmour tiene que ser una maravilla. Si os gusta “The Spirit Carries On” de los Theater veréis de dónde sale tanta inspiración…

In the Flesh”: la apertura del disco da para mucho y hasta tendrá un reprise en el tema 21, justo antes de “Run Like Hell”. Aquí nos presentan a Pink, la estrella del rock fantaseando con ser un líder fascista. Una de las mejores entradas de disco jamás creadas y en la que los efectos que se añaden a la música te dan información sobre el pasado de Pink. Las bombas y misiles aluden a que su padre murió en la guerra y el llanto final del bebé a que la madre coraje tiró como pudo para llevar a su hijo adelante. Dentro del preciosismo lírico y de ese riff de base tan excelente cabe destacar los rápidos y contundentes redobles de batería de Nick Mason.

Run Like Hell”: el ritmo marcial acompaña a esta canción en la que el anti-héroe Pink tiene un viaje ácido y se ve como un líder de masas arengando a las masas, convirtiéndolas en hooligans convencidos por el fascismo de su ídolo. Las letras son agresivas y te cuentan todo lo que puede pasarte si te pillan las huestes agitadas por el líder. En la película la escena es más que explícita. Maravilloso tema con el que cerraban sus conciertos y curiosamente la música fue compuesta por David Gilmour. El coro te avisa y te recomiendo que corras: “Run, Run, Run” en una de las piezas más redondas y maravillosas que escribió el grupo. Por cierto, hay aquí el único solo de teclado que se compuso para este doble disco. Obviamente para la gira se adaptaron un par más para darle cancha a Wright.

Confortably Numb”: siguiendo con la idea de que hay un muro entre artista y público este tema es un precioso alegato a ese momento en el que el artista se encuentra mal y no está en condiciones de tocar, pero amigos, esto es un negocio y mueve millones, así que entra el doctor “Hello, Hello, Hello… ¿hay alguien allí dentro?”… él entra, te chuta y sales a tocar porque la rueda no se para. El solo es tan espectacular como lo es toda la canción, jugando con contramelodías sólo al alcance de astros como ellos. El diálogo cantado lo ponen Gilmoury Waters y cuando acaba te quedas como te dice el título: “Confortablemente dormido” (aunque en la canción es por un chute médico).

The Trial”: es raro que tengas a todo un Bob Ezrin y ni lo necesites para que te ayude a componer. ¿Algún otro artista no lo ha necesitado teniéndolo a sueldo? Por lo menos orquesta esta maravilla junto a Michael Kamen (DEP). Aquí la teatralidad es mayúscula y las animaciones que aparecen son más que brillantes. Son la pura imagen de la música. Un juicio farsa en el que el juez se prepara para el show y el profesor, que aparece como testigo, convierte a los niños en gusanos, ya corruptos. Desde la campana inicial que estamos ante un tema teatral, expresivo y con mucha pompa. Se endurece en el segundo tramo incluyendo la guitarra eléctrica. Luego finaliza la obra. Es el clímax de todo y un reflejo absolutamente real de lo que sucede hoy en día.

Conclusión

El tiempo ha ido pasando y el concepto de “muro” también ha ido mutando desde que fuera escrito hace 40 años. El muro introspectivo original ya se ha diluido como ya pasó en la gira de The Wall de 2011, así que imaginad ahora en un mundo occidental en el que han vuelto los mismos fantasmas contra los que cargaba Waters en su día. Los muros están a la orden del día desde que llegaron al poder personajes como Trump proponiendo una solución tan sencilla como ineficaz: un muro entre EEUU y México. Un muro que separe es siempre un fracaso de la humanidad y no aporta solución alguna, sólo mitiga para un lado del muro una parte del problema. Todo muro está destinado a caer y la historia está condenada a repetirse si no se conoce y se estudia. El fascismo puede ser el último coletazo de los grandes imperios antes de caer. Si el futuro es tirar para atrás se impide la evolución, es decir, no hay futuro. Por todo esto y más “El muro” de Pink Floyd es una de las obras más alucinantes jamás creadas.

Jordi Tàrrega
Sobre Jordi Tàrrega 1368 Artículos
Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.