Pink Floyd – The Final Cut: 40 años del disco antibelicista que rompió a Pink Floyd

Ficha técnica

Publicado el 21 de marzo de 1983
Discográfica: Harvest Records / Columbia Records
 
Componentes:
Roger Waters - Voz, bajo, sintetizador, efectos de sonido, guitarra acústica
David Gilmour - Guitarra, voz en "Not Now John"
Nick Mason - Batería, percusión, efectos de sonido
Andy Bown - Órgano Hammond
Ray Cooper - Percusión
Michael Kamen - Piano, armonio, dirección y arreglos de la National Philharmonic Orchestra
Andy Newmark - Batería en "Two Suns in the Sunset"
Raphael Ravenscroft - Saxo

Temas

1. The Post War Dream (3:01)
2. Your Possible Pasts (4:26)
3. One of the Few (1:14)
4. When the Tigers Broke Free (3:15)
5. The Hero's Return (2:43)
6. The Gunner's Dream (5:18)
7. Paranoid Eyes (3:42)
8. Get Your Flithy Hands Off My Desert (1:17)
9. The Fletcher Memorial Home (4:11)
10. Southampton Dock (2:12)
11. The Final Cut (4:43)
12. Not Now John (5:01)
13. Two Suns in the Sunset (5:19)

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Cuando se suele destacar los gigantescos discos de Pink Floyd nunca, absolutamente nunca, vas a ver al The Final Cut (1983) entre ellos, y eso sucede por varias razones. The Final Cut posiblemente no debería haber sido un disco de Pink Floyd, pero las circunstancias lo propiciaron. Debería haber sido, muy posiblemente, un disco en solitario de Roger Waters, pero el hecho de que hubieran pasado ya cuatro años desde el monumental The Wall (1979) en el que Waters ya se había hecho con el mando del grupo como líder único, hizo que tomase decisiones importantes.

Nick Mason a la batería apenas participó y se limitó a algunos efectos de sonido y cuando Waters le preguntaba a Gilmour si tenía algo grabado, este no tenía nada ni se esforzaba por tenerlo. Con todo esto Waters tiró hacia adelante y la discográfica Harvest optó por sacar el disco bajo el nombre de Pink Floyd pues ya hacía cuatro años que el grupo no daba noticias. A eso súmale que el gran teclista Richard Wright había abandonado la nave tras sufrir el acoso y presiones del bajista en el anterior The Wall.

El disco es una especie de autobiografía de Roger Waters basada en la pérdida de su padre en la Segunda Guerra Mundial. Su progenitor murió en el contencioso bélico y Roger aprovechó los temas sobrantes de The Wall, añadió nuevas canciones y lo potenció todo con Michael Kamen en las orquestaciones. Gilmour nunca entendió el por qué esas canciones que habían sido descartadas para The Wall servían para un nuevo disco de los Floyd, pero él tampoco estaba en posición de aportar nada…

Es una compilación de temas muy desnudos, mucha balada y también jugando con la contraposición de ese tema orquestal llamado “The Trial” que casi terminaba el disco anterior. Pero esas ideas primigenias cambiaron de repente cuando Inglaterra entró en guerra contra Argentina por las Malvinas y Waters vio en ello una traición, pues la muerte de su padre debería haber servido para poner fin a todas las guerras. Precisamente, la portada del disco con fondo negro, son condecoraciones de soldado.

El disco

De entrada, tenemos que adorar una preciosa “The Post War Dream” con una letra sencillamente genial en la que un Waters recita más que canta y se enfrenta a sus demonios interiores escupiendo su odio a la guerra y citando de pasada el nombre de “Maggie” para referirse a Margaret Thatcher. La progresión es magistral, la instrumentación de Kamen magnificente, y a pesar de la aparente sencillez, hay genialidad.

A ese gran inicio le da continuidad la evocadora y casi teatral “Your Possible Pasts” en la que se juega con los volúmenes y las voces agónicas de fondo. El menos es más y la electricidad cae en cuenta-gotas, pero cuando lo hace, cae a plomo. Punteados tímidos de Gilmour luego y mucha delicadeza en un tema de esos que les servían de enlace al grupo en The Wall. Es uno de los cortes largos y podréis escuchar al gran guitarrista marcándose un solo marca de la casa.

Los relojes vuelven a sonar en una pieza de Pink Floyd en la breve “One of the Few”, tan inquietante como teatral, que nos pone en solfa para llegar a uno de los puntos culminantes del disco: “When the Tigers Broke Free”, composición que ya había visto la luz en la película Pink Floyd – The Wall (1982) y que en su día fue compuesta para el álbum del mismo nombre. Corte solemne, plagado de coros, muy épica, con la batuta de Kamen en primera línea y poniendo las emociones a flor de piel. Puede recordarte un poco a la ya mencionada “The Trial” buscando la ampulosidad. Hay ese abrupto final con referencias a su padre en las letras.

Vuelve la electricidad en “The Hero’s Return” en la que puedes percibir el sonido del grupo a pesar de la desnudez de todo. Delicadeza de arreglos y mucha sutileza entre narraciones y calidez evocadora. “The Gunner’s Dream” es otro de los temas centrales del disco, con efectos de sonido y siempre en clave balada triste. Incluye un solo de saxofón y momentos muy intensos y logrados para lo que es el disco.

Hay belleza en los temas enlace hasta llegar a la fundamental “The Fletcher Memorial” que ha llegado a estar presente en algunos recopilatorios. Es de lo más lucido y bonito de esta obra con un Michael Kamen que abre sus alas para llevar la canción a otro nivel. A ello hay que sumarle un Waters genial a las voces y la inmensa guitarra de un Gilmour que, no compuso, pero que estuvo estelar en los momentos solistas.

En “Southampton Dock” hay esa doble voz agónica que ya utilizó Waters en The Wall, toda una seña de identidad del grupo. Un poco les sirve para acercarse al gran final de una obra conceptual que es brillante, aunque… nos quedemos con sus cuatro anteriores discos. “The Final Cut” posee unos arreglos que posteriormente utilizarían Savatage para alguna de sus canciones fundamentales. Sentida letra y juegos de intensidades y texturas.

Y sí, lo mejor del disco está al final, empezado con el single “Not Now John”, que es la más animosa de todas a la vez que eléctrica y contundente, potenciada por las voces de las coristas y por la guitarra de Gilmour. En esta sí percibes al grupo como tal y no como una obra personal de su entonces líder. Aquí la maquinaria carbura de verdad y escuchas lo que esperas del grupo. Es la más Pink Floyd de todas.

La coda final es el “Two Suns in the Sunset” tema cenizo y triste a la vez que bello en el que nos habla de una escalada nuclear (por eso los dos soles). Quizá el tema más especial, más vigente que nunca y muy en la línea de lo que es el disco. Hiela la sangre eso de pensar que Waters percibió la guerra de las Malvinas como una traición a su padre, pues tras la Segunda Guerra Mundial se dijo que ya era el final de todos los conflictos, que era un ejemplo para la humanidad de cómo no hacer las cosas y resolver los problemas.

Veredicto

Pink Floyd habían encadenado cuatro maravillosos discos, sus más clásicos trabajos en los 70, por lo que son muchos los fans del grupo que ven este disco como un bajón importante. Hay que verlo en su marco histórico y en la genialidad de un Waters que terminaría muy mal con sus compañeros a pesar de que a esas alturas el nombre de Pink Floyd era leyenda y les metió en el número 1 de Inglaterra y de varios países.

Cuando Pink Floyd voló ya sin Roger Waters se negaron siempre a tocar cualquier canción perteneciente a este disco. El bajista recurre a estos temas de vez en cuando, pero tampoco son composiciones que suelan colmar los deseos de los fans menos completistas. Es un álbum ampliamente disfrutable, de esos que hay que seguir las letras con el libreto en mano y que ayudó a apuntalar la leyenda de Michael Kamen como el arreglista sinfónico definitivo. Y todo sigue siendo Pink Floyd a pesar de todo…

Jordi Tàrrega
Sobre Jordi Tàrrega 1367 Artículos
Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.