Paradise Lost – Icon: 30 años del nacimiento del metal gótico

Ficha técnica

Publicado el 28 de septiembre de 1993
Discográfica: Music for Nations
 
Componentes:
Nick Holmes - Voz
Gregor Mackintosh - Guitarra
Aaron Aedy - Guitarra
Steve Edmondson - Bajo
Matthew Archer - Batería

Temas

1. Embers Fire (4:44)
2. Remembrance (3:26)
3. Forging Sympathy (4:43)
4. Joys of the Emptiness (3:29)
5. Dying Freedom (3:43)
6. Widow (3:04)
7. Colossal Rains (4:35)
8. Weeping Words (3:50)
9. Poison (3:00)
10. True Belief (4:30)
11. Shallow Seasons (4:55)
12. Christendom (4:30)
13. Deus Misereatur (1:57)

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Muy posiblemente el Icon de Paradise Lost sea el mejor disco del grupo y uno de los más esenciales de lo que es el gothic metal. Era el cuarto trabajo de los de Halifax y realmente se salieron con esta maravilla, variada, repleta de himnos y apuntando a cierta evolución. Nick Holmes abandonaba las voces guturales y las guitarras dibujaban un sonido en tempos medios sencillamente estelar, hasta el punto de que hay centenares de bandas que juegan a sonar como Paradise Lost en 1993. El éxito fue tal que se llegó a comparar a Paradise Lost con Metallica y los veían como unos posibles sucesores. Fue más que nada por la inmensa calidad de las canciones y por la voz de Holmes, pues realmente fue algo muy buscado por la prensa de la época. Musicalmente esto era otra cosa…

El grupo entraba con Music for Nations y se disparaba el presupuesto, algo que hizo que la banda avanzara en el buen sentido. Dejaban de ser una agrupación de culto y desde las oficinas les apremiaron con que suavizar el sonido de sus anteriores discos, pues se traduciría con más ventas. Nick empezaba a mejorar como vocalista y el hecho de no tirar de guturales le iba a permitir no quebrarse la garganta. Nació con este disco la etiqueta de gothic metal puesto que la influencia de The Sisters of Mercy seguía presente. No eran muy conscientes de lo que estaban haciendo, pero estaríamos ante uno de los discos que son capaces de dar un vuelco absoluto en la escena.

El disco

Ya la inicial “Embers Fire” es una absoluta maravilla y un ejemplo de lo que es el gothic metal. No se me ocurren muchas canciones mejores capaces de sintetizar todo el estilo en menos de cinco minutos, pero dejaremos que el gran Beto Lagarda diseccione la canción calificada de perfecta. No puedo estar más de acuerdo con él… La fiesta estelar sigue su curso en la excepcional “Remembrance”, de poso más positivo, y en otro ejemplo claro de cómo usar las guitarras para buscar profundidad, dejando esa estela atmosférica. Todo parece flotar mientras la batería de Matthew Archer cae a plomo. Los solos de Gregor Mackintosh son incesantes y la batería se anima con pasajes a doble bombo.

“Forging Sympathy” sigue el camino trazado con muy buenos mimbres y vuelven a ser las trabajadísimas guitarras las que ponen el picante a un tema que pasa de los solos constantes de fondo a dejar la base sola con un preciso bajo de Steve Edmondson. El estilo del disco estaba fijado, y es que muchos nunca habíamos escuchado doom metal a este nivel. Hay algún pasaje netamente Black Sabbath, pero es que llevaban el trabajo de Pentagram, Saint Vitus y otras bandas pioneras hacia nuevos horizontes. Sí que hay momentos que puedes llegar a entender que por voz se comparase a Holmes con Hetfield. “Joys of the Emptiness” es otra de las joyas del disco, incidiendo otra vez en lo trazado y bajando el tempo, con momentos casi narrados. Vuelven a impresionar los fraseos constantes de un Mackintosh estelar.

“Dying Freedom” vuelve a contar con otra entrada de teclado de inicio, como ya habían hecho en “Embers Fire”. Es uno de los cortes más directos y desenfadados, con riff marcado y con unas voces espectaculares de un Nick que lo borda otra vez. “Widow” posee un tempo más elevado, con momentos en los que dejan a batería y bajo solos. Es otro de los temas más emblemáticos a pesar de que se desmarca un poco del doom metal y abraza el thrash metal, aunque con esa carga tan personal de guitarras que es lo que marca definitivamente este gran disco. Y luego hay ese parón final en el que marca la batería, que es una de las señas de identidad inequívocas del grupo y del estilo.

Siempre he sido muy fan de “Colossal Rains”, pues incluye voces distorsionadas y aspectos levemente emparentables con lo que hacían Ministry. Son pequeños detalles que dan profundidad y variedad a la obra. Doom metal de primera con pasajes intensos, salpicados con sonidos de directos y efectos varios. Y si hablamos de variedad hay que pararse en la excelente “Weeping Words”, a doble bombo y con los tempos marcados. No sólo posee uno de los mejores estribillos, es que ya un poco apunta hacia la dirección evolutiva del combo inglés, que pasaría por ser algo más comerciales y accesibles. Es un corte muy expresivo y repuntado por otro riff impresionante.

Dulce veneno en “Poison”, que sin ser uno de los temas más brillantes, sintetiza un poco lo que es el disco en general, lo mismo que “Shallow Seasons”, que luce bien, pero que tampoco va mucho más allá comparado por el resto de un material que es antológico. Holmes baja a tonos muy graves, y dota al tema de mucha teatralidad y expresividad. Pero si hay un punto culminante en esta obra es sin lugar a dudas el “Christendom”, pues supone la antesala de lo que será el gothic metal. Nadie había combinado antes voces masculinas y femeninas, y si lo habían hecho, jamás con esta clase y calidad. Otro tema que vuelve a ser diferencial con Denise Bernard de invitada y con un estribillo mágico. Abrieron esa puerta y a día de hoy hay centenares de grupos bebiendo de esta maravilla que ni siquiera han llegado a tocar nunca en directo…

Y la excelencia es amplia en este álbum, cosa que se vuelve a refrendar en la portentosa “True Belief”. Es una de las canciones que más tocan del disco y una de las mejores de su carrera. Hay incluso un pasaje que es coreable con “uooo, uooo” que no habían llegado a aparecer todavía en su discografía. Querían contentar a la nueva discográfica y lo hacían con creces, pues casi que inventaron un estilo y un sonido. Completa el disco una coda preciosa de nombre “Deus Misereatur”, vestida de orquestal, casi. Banda sonora de película de misterio y puro divertimento con clase a borbotones. En menos de dos minutos ya anticipas a Cradle of Filth y el piano de Andrew Holdsworth es una maravilla.

Veredicto

Hablar de este disco me transporta directamente a 1993, año en que un gran amigo nos insistía especialmente en que este disco era una maravilla y… cuánta razón tenía. Por él entré en Paradise Lost, una banda absolutamente imprescindible, con discos maravillosos y grupo con la que nunca me he llegado a enamorar en directo. Pude verles en la gira de Draconian Times, posiblemente su disco más celebrado, pero el cambio real para mejor fue en Icon. Esta obra encierra muchas respuestas de lo que sería la escena en posterioridad pues sólo con “Embers Fire” y “Christendom” tienes estilos enteros que han surgido de allí. Con Icon nace el gothic metal, por lo que estamos ante palabras mayores.

Fotografía: Gie Knaeps/Getty Images
Jordi Tàrrega
Sobre Jordi Tàrrega 1368 Artículos
Coleccionista de discos, películas y libros. Abierto de mente hacia la música y todas sus formas, pero con especial predilección por todas las ramas del rock. Disfruto también con el mero hecho de escribir.