Crónica y fotos del concierto de Iron Maiden + Within Temptation + Airbourne - Estadi Olímpic Lluís Companys (Barcelona), 29 de julio de 2022

Iron Maiden demuestran en Barcelona que siguen siendo grandiosos

Datos del Concierto

Bandas:
Iron Maiden + Within Temptation + Airbourne
 
Fecha: 29 de julio de 2022
Lugar: Estadi Olímpic Lluís Companys (Barcelona)
Promotora: Madness Live! / Primavera Sound
Asistencia aproximada: 50.000 personas

Fotos

Fotos por Ray Molinari

Poco a poco, todos aquellos eventos pospuestos que aún arrastrábamos desde ese funesto (y ya mentalmente lejano) 2020 en el que el mundo tal y cómo lo conocíamos se fue definitivamente al garete han ido celebrándose con éxito más o menos notable. Pero para dar definitivamente por archivada la carpeta Covid (una carpeta que nos ha acabado quedando bastante gorda, la jodía), restaba aún por materializarse el que, por lo menos a los ojos de la metalada catalana, ha acabado por ser el más grande, ambicioso y esperado de todos ellos. En 2018, la gente de Madness Live! ya apostó por llevar el infalible show de Iron Maiden a un gran estadio en vez de asegurar el tiro repitiendo la fórmula habitual que la banda ha venido usando desde la vuelta de Bruce Dickinson en 1999, con visitas a cuatro o cinco pabellones / festivales a lo largo y ancho de la península. Al ver que esa jugada les salió bien tanto a nivel de épica como de optimización de recursos, no tardaron en querer repetirla, escogiendo esta vez Barcelona como encargada de suceder a Madrid como gran punto de encuentro de la nutrida comunidad maidenática estatal.

Ya se sabe que los fans de la doncella son gente abnegada, fiel y devota como pocos (y tras tanto tiempo sin poder verlos en directo, supongo que más aún), así que el hecho de que hubiera tan solo una oportunidad de disfrutarlos por estos lares garantizaba que muchísimos de ellos se iban a mover hasta aquí desde múltiples puntos de la geografía española. Pero aunque las ganas crecientes de Maiden se palpaban en el ambiente, no podemos olvidar que hasta hace bien poco las huestes de Steve Harris solían congregar en cada una de sus visitas a Barcelona a poco menos de quince mil personas en el vecino Palau Sant Jordi, con lo que el reto de llenar un recinto tres veces más grande se antojaba mayúsculo tanto a nivel de convocatoria como organizativo. Y aunque desde Madness Live! (que en esta ocasión han estado organizando el cotarro en alianza con la gente del Primavera Sound) se mostraron siempre convencidos de que lo lograrían, por dentro yo no las tenía todas conmigo. Al final me callaron la boca, ya que si bien no se agotaron las 55000 entradas que se pusieron a la venta, les debió faltar bastante poco. Todo un éxito sin precedentes que, creo, tardaremos a olvidar en Barcelona.

Desde ese lejanísimo 2 de abril de 1982 en el que unos jóvenes imberbes, gamberros y con ganas de comerse el mundo se plantaron en el viejo Palau dels Esports de la calle Lleida para presentar The Number of the Beast hasta hoy, Iron Maiden han pisado suelo barcelonés en dieciocho ocasiones, y casi nunca tuvimos que esperar tanto para volverlos a ver. Han transcurrido ya ocho años desde su última visita en gira propia (junto a Anthrax en el Sant Jordi, en la segunda manga de la gira del Maiden England que ya habíamos recibido un año antes en el entorno del extinto Sonisphere), y seis desde que presentaran The Book of Souls en el Rock Fest BCN. El concierto de hoy formaba parte de la segunda (o tercera, o cuarta, no sé ya) vuelta de la gira Legacy of the Beast, en la que los británicos se proponen homenajear por todo lo alto la mayor parte de su exitosa carrera, así que el reclamo era máximo para la inmensa parte de los deleitosos aficionados que los esperaban.

Porque tras pillarle el tranquillo a unas cuantas giras retrospectivas temáticas (Early Days, Somewhere Back in Time, Maiden England…), los chicos de Iron Maiden decidieron embarcarse en la gira retrospectiva definitiva, con hitazos de casi todos sus discos y sin escatimar gastos en una producción espectacular. En el Wanda Metropolitano madrileño pudimos vivirlo en todo su esplendor, y cuando estaban a punto de aterrizar en Barcelona, la pandemia forzó un parón que los ingleses aprovecharon para publicar su último trabajo, llamado Senjutsu. Y claro, a pesar de que la gira se anunció y promovió como un greatest hits en toda regla (y gracias a ello ha sido capaz de meter a cincuenta mil personas en este concierto, tenedlo claro), sería algo raro que las nuevas canciones no tuvieran hueco alguno en el repertorio. Por ello, ambos conceptos y ambos ciclos acabaron solapándose de forma un poco forzada, dando lugar a un setlist algo raro que, a priori, despertó ciertas reticencias entre los aficionados (y también en mí, para qué negarlo).

Aunque en lo personal no soy nada (pero nada) fan de los conciertos de estadio ni de todo este tipo de eventos absurdamente masivos (solo deciros que éste es tan solo el segundo al que asisto en toda mi vida, y el primero fue precisamente Maiden en Madrid), no puedo negar que me hizo un poquito de ilusión acercarme a plaza España y verme rápidamente engullido por riadas y riadas de metaleros encaminándose en procesión montaña arriba. Miles de Eddies de todos los colores ilustraban casi exclusivamente los frontales de las camisetas de sus excitados y risueños portadores, en su mayor parte ya bien entrados en años, que entre resoplo y resoplo compartían orgullosos todas aquellas experiencias y batallitas que habían vivido alrededor de la banda británica mientras se agolpaban entre sonrisas alrededor de los múltiples vendedores ambulantes de cerveza caliente e insalubre que se sucedían por el camino.

En Barcelona debemos llevar chorrocientos meses sin ver ni una triste gota de lluvia, pero los caprichos del señor Murphy parecían tener ganas de que esa racha fuera a acabar precisamente hoy. Tanto los reportes que me llegaban de ciudades cercanas como los amenazadores nubarrones negruzcos que tomaron súbitamente el cielo de la capital catalana como si se tratara de la portada del Brave New World auguraban que la ira de Tutatis se iba a desatar sobre nuestras cabezas en cualquier momento. A pesar de ello, los dioses de la metereología nos fueron rotundamente favorables esta vez, y tras cuatro tímidas gotas que nos hicieron temer lo peor, las nubes se despejaron casi por completo y nos regalaron ya no solo un alegre cielo azul lleno de esperanza, sino también una ligera brisa que hizo que la temperatura durante todo el concierto fuera maravillosamente agradable. Y acostumbrados como estamos ya a esta ola de calor que parece no tener fin, la verdad es que eso fue un auténtico lujo.

Lo que no le fue tan favorable a la mayoría de los asistentes fue la inmensa cola que se montó en los aledaños del estadio, hasta el punto que llegué a escuchar de boca de algunos desesperados asistentes que habían tenido que esperar hasta dos horas para poder entrar (perdiéndose así a ambos teloneros). Lo cierto es que si bien los accesos a los diferentes sectores de la grada fueron completamente fluidos y casi nadie se demoró más que unos pocos minutos, la estrecha y reducida entrada a la pista demostró ser un auténtico cuello de botella. No sé si se podía haber hecho de alguna forma distinta (un estadio, por definición, está preparado para que la gente acceda lo más cómodamente posible a las gradas, no a la pista), pero es innegable que esta situación supuso un borrón importante en lo que fue, en términos generales, una noche absolutamente exitosa en todos los sentidos.

Airbourne

A parte de no tener que pagar entrada, una de las múltiples ventajas de ser periodista musical aficionado en este tipo de eventos grandotes es que, si las cosas están un poco bien organizadas, te ahorras la mayoría de colas que tiene que sufrir el pobre y desamparado populacho (la desventaja es que estoy escribiendo esto a las cuatro de la mañana y en cinco horas trabajo, pero ésta es otra). La buena gente de Madness Live! me envió un email perfectamente aseadito el día antes con unas instrucciones que prometían exactamente eso, así que cuando a las seis y catorce, y aún a unos metros del estadio, empecé a escuchar los primeros acordes del concierto de los australianos Airbourne, no me preocupé demasiado porque estaba seguro que, como mucho, iba a perderme la primera canción (que resultó ser “Ready to Rock”).

Como ya deduciréis por esta introducción, las cosas no me fueron exactamente como esperaba. El email aseadito me decía que tenía que dirigirme a taquilla para recoger la acreditación, pero cuando intenté acceder a ella me di de bruces con una joven señorita controladora (totalmente ajena a los promotores, ojo) que me informó, con cierta arrogancia molesta, que la gente de prensa tenía que ir a la puerta número cinco. “Pero señorita, ¿está segura? A mí me han dicho que tenía que venir a taquilla. Déjeme pasar un momento y ya pregunto yo mismo”. “Que no. Mi coordinador me ha dicho que puerta número cinco.”. Así que, contrariado, y mientras escuchaba como los chavales de Airbourne interpretaban la gran “Back in the Game” a pocos metros de mí, me dispuse a buscar la puñetera puerta número cinco.

Por el camino me encontré a un chaval que resultó ser también periodista (en su caso no aficionado) y que, como yo, seguía el mismo recorrido forzoso que nos había sugerido tan convincentemente nuestra nueva amiga, con lo que decidimos compartir trayecto y penurias mientras dentro del estadio sonaba “Girls in Black”. Al cabo de poco me confesó que trabajaba para un medio generalista del cuál no voy a deciros el nombre, y que estaba más perdido que un pato en un garaje porque a última hora le habían dicho que tenía que venir y escribir cuatro líneas sobre el concierto pero que lo suyo era el indie y no controlaba demasiado a ninguna de las bandas que tocaban hoy. Ya sé, abnegados, talentosos y esforzados amigos de la prensa metálica, que probablemente procederéis a arrancaros los ojos y los pelos al leer esto, pero ya sabemos todos cómo funciona esto de la prensa. Al menos el chico era majo, eso sí.

Tras constatar que la cantidad de gente que se acumulaba alrededor del estadio con intención de entrar (sin conseguirlo) empezaba a ser alarmante, llegamos por fin a la tal puerta cinco. Con alguna que otra cara de confusión mediante, los controladores a cargo de esa puerta acabaron por descubrir que eso era el acceso cinco, pero que dónde debíamos ir nosotros era a la puerta cinco, un lugar que se encontraba, por lo que parece, dentro del estadio. Tras algunas preguntas a varias personas random con chaleco, descubrimos que la famosa puerta cinco no dejaba de ser otra cosa que el muelle de carga, protegido por una amenazadora barrera y una serie de señores de seguridad, todos ellos armados con esa característica barriga desaliñada y tan poco intimidante que define a la mayoría de los señores de seguridad de este país. Allí, mientras sonaba “Burnout the Nitro” (y quizás, mientras Joel O’Keefe se rebentaba una lata de Estrella en la cabeza), un voluntarioso y amable trabajador eventual nos contó que llevaba 28 horas sin dormir (la verdad es que tenía toda la pinta, ya os lo digo) y se desvivió para que alguien saliera a hacernos caso, pero al ver que no obtenía ningún éxito en sus gestiones vía walkie-talkie, decidió pasar de nosotros y dedicarse a otros menesteres más importantes (literalmente, ir a buscar un café).

Un simple mensaje a la gente de Madness (¿por qué no se me ocurrió antes?) me confirmó que, efectivamente, me tenía que dirigir a la taquilla principal para recoger mi acreditación, ya que el muelle de carga servía de punto de encuentro para los fotógrafos y no para simples picateclas como el becario del diario generalista y yo mismo. Así que al son de “Breakin’ Out of Hell”, y tras descubrir con exasperación que era imposible dar la vuelta por el otro lado del estadio si no tenías entrada en tu posesión, procedimos a deshacer pacientemente nuestro camino (¿os había dicho que la puerta número cinco está en el extremo más opuesto posible a las taquillas?) para volver al punto de partida cuarenta putos minutos después. Allí, nuestra querida y joven señorita controladora se empeñó de nuevo en espetarme, convencida (y mientras sonaba “Live it Up”), que si quería cruzar la valla que le había sido confiada debería hacerlo por encima de su cadáver, ya que su coordinador le había dicho que prensa era en puerta cinco y eso para ella parecían ser las putas tablas de Moisés.

Solo mi pesadez y mi creciente y visible irritación fueron capaces de doblegar su férrea voluntad, y al cabo de treinta segundos tenía un sobre con mi nombre en la mano que contenía la anhelada acreditación. Y antes de dirigirme por fin a la puerta que me separaba del puñetero escenario de una vez, me acerqué a la muchacha controladora con la sana intención de comentarle que, efectivamente, las acreditaciones de prensa se debían recoger en taquilla, y que si venía alguién más preguntando lo mismo que, por favor, no lo enviara a la otra puta punta del estadio. Esas palabras fueron recibidas con una pérfida mueca de desdén y una mirada rebosante de desprecio que venía a decir algo así como “me estás vacilando, joputacabrón, o qué te ocurre?”, así que alegrándome por no tener que ver a semejante capulla nunca más en toda mi vida, y mientras escuchaba las últimas notas de la final “Runnin’ Wild”, me dirigí por fin al estadio cuando la gente ya iniciaba el ritualístico éxodo desde sus posiciones hasta las barras en busca de un primer avituallamiento..

Airbourne no están mal, pero de todas maneras tampoco molan tantísimo como para me jodiera mucho perdérmelos, ¿no? ¿Verdad? ¿O quizás sí? 🙁

Setlist Airbourne:

Ready to Rock
Back in the Game
Girls in Black
Burnout the Nitro
Breakin’ Outta Hell
Live It Up
Runnin’ Wild

Within Temptation

Superada la frustración vivida en esta última hora de idas y venidas, fue todo un subidón constatar como la zona de prensa del Estadi Olímpic mola lo suyo: es grande y espaciosa y está llena de mesas, enchufes y rosetas de red para que, entre otras cosas, aquellos que lo quisieran pudieran avanzar su trabajo. Muchos vinieron armados con sus portátiles, y a las once y media ya tenían sus crónicas diligentemente publicadas y listas para recibir miles de visitas, pero yo no venía preparado para esto y preferí juntarme con los que pululaban por la zona con una cerveza en la mano (que no eran pocos). A diferencia de lo que ocurrió en la pista, dónde las barras fueron otra fuente de colas interminables y de quejas furibundas, las gradas contaban con gran cantidad de puntos en los que te servían en pocos segundos. La bebida, como era de esperar, no era especialmente barata, pero me sorprendió muy gratamente que los bocatas tuvieran precio de bar normal y corriente en ciudad no gentrificada.

Debo deciros que desde que se anunció este concierto me sorprendió bastante la presencia de los holandeses Within Temptation como teloneros principales. Airbourne aún pueden dar bastante el pego, pero en mi mente la banda liderada por la magnífica Sharon den Adel y su característica corona de pinchos simboliza perfectamente la primera hornada de “modernadas” que, a finales de los noventa, hizo que los jebis de toda la vida se subieran por las paredes y se arrancaran las orejas con auténtica desesperación. Entre eso y que no tengo al prototipo de fan de Maiden como la persona más abierta del mundo en cuanto a propuestas musicales se refiere (y si no que se lo digan a los pobres My Dying Bride o a los propios Ghost cuando aún no eran tan famosos como ahora), costaba imaginarse al público entregarse especialmente ante la propuesta de Sharon, Robert y compañía.

Así que efectivamente, y salvando las distancias porque eso fue exagerado, acabó ocurriendo un poco como con el concierto de Gojira hace cuatro años en Madrid: que la inmensa mayoría de gente sudó absolutamente de ellos y que, desde la distancia, costaba distinguir a los cuatro gatos que lanzaban sus brazos en alto emocionados entre el inmenso mar de indiferencia que, poco a poco, empezaba a llenar ya la pista del estadio. En todo caso, entiendo que bien poca gente se va a comprar la entrada para un concierto de Iron Maiden por los teloneros (y menos aún si vale cien euros), así que más o menos da igual a quién lleves. Si dependiera de mí, en todo caso, metería alguna banda clásica de heavy o thrash con más o menos nombre (llámales Saxon, Accept, Anthrax o Megadeth) y palante. Seguro que lo petaban.

A mí Within Temptation no me gustan un pelo, por cierto, pero aunque la distancia y la desconexión que siento por su música hicieron que viviera el concierto con la más absoluta de las frialdades, sé reconocer que sonaron perfectamente y que lo dieron todo para intentar agradar a un entorno no del todo propicio para ello. La voz de Sharon se mantiene a un nivel muy alto tras veinticinco años de carrera, y durante la hora que estuvieron sobre el escenario se esmeraron en ofrecernos lo mejor de todas sus épocas. Las que más me sonaron fueron “Faster”, “Angels” o la archiconocida “Stand My Ground”, mientras que en “Raise Your Banner”, perteneciente a su último trabajo, sacaron una gran bandera de Ucrania al escenario. No creo que el suyo fuera un mal concierto, y particularmente me sacaron algún que otro bailecito de lo más popero, pero mi impresión es que su paso por el Estadi Olímpic fue vivida más como un trámite que como una victoria.

Setlist Within Temptation:

Our Solemn Hour
Paradise (What About Us?)
Faster
In the Middle of the Night
The Reckoning
Angels
Entertain You
Stand My Ground
Raise Your Banner
Ice Queen
Supernova
Mother Earth

Iron Maiden

Porque aquí la gente lo que había venido a ver era a Iron Maiden, y en esencia los teloneros les daban bastante igual. Por ello, cuando por fin la numerosa crew de la banda británica empezó a traginar por el escenario, más de uno profirió algún que otro gritito de excitación, y los casi cuarenta minutos de espera entre banda y banda (amenizados con hitazos que fueron desde Saxon al “Cirice” de Ghost) transcurrieron en un plis plas. Así que casi sin darnos cuenta nos dieron las 20.52, y aún a plena luz del día empezaron a sonar los esperados acordes que abren el mítico “Doctor, Doctor” de UFO. Y eso hizo que todo el mundo soltara un “ooooh” emocionado, dejara inmediatamente lo que fuera que estuviera haciendo y se dispusiera a centrar toda su atención en el escenario con chirivitas en los ojos.

Una vez los británicos se deciden por el repertorio de una gira, ya sabéis que no lo cambian ni un ápice del primer al último concierto. Algunos de mis compañeros de bancada hicieron un esfuerzo sobrehumano para vivir al margen de la realidad y no enterarse de lo que íbamos a escuchar hoy (y he de confesar que me dieron un poquito de envidia), pero los que no nos habíamos sabido aguantar de pegarle un vistazo de refilón al setlist sabíamos perfectamente que la primera parte del concierto iba a estar enteramente dedicada a Senjutsu. La sorpresa, de todas maneras, duró hasta que se desvelaron los templos japoneses que decoraban el escenario, y al poco los seis miembros de la banda aparecieron ante la multitud enfervorecida bajo las primeras notas del tema título de su nuevo álbum.

A mí Senjutsu me gusta, ojo (tanto el disco como la canción), pero no tengo claro que éste fuera el mejor tema para empezar. En todo caso, a pesar de su ritmo lento y pausado y de que gran parte del público no lo conocía de nada, de buenas a primeras tanto el sonido excelente como la impecable actitud de la banda ya me empezaron a hacer intuir que estábamos ante lo que iba a ser un bolazo. Está claro que a sus sesenta y pico ya no se pegan las carreras que se pegaban antes, y que todo el concierto está guionizado al milímetro sin dar pie a ningún tipo de improvisación, pero solo necesité medio tema (y medio tema no necesariamente adecuado al momento, me atrevería a decir) para constatar sin ninguna duda que estos señores aún lo tienen sobradamente, y que en las próximas dos horas íbamos a disfrutar lo suyo.

El inicial aturdimiento confuso del público al darse de bruces con una canción que no conocían se despejó tan pronto salió al escenario el primer Eddie de la noche, más pronto que nunca y ataviado con un bonito y feroz traje de samurai. Así que esta vez los fotógrafos no tuvieron la oportunidad de fotografiar el espectacular avión de “Aces High” (como sí hicieron hace cuatro años en Madrid), pero les cayó todo un Eddie para compensar y para que salieran del amplio foso que se extendía ante el escenario con una sonrisa de oreja a oreja. Tras este primer tema, y continuando con el repaso inicial a Senjutsu, cayeron los dos singles que nos ha dejado este nuevo álbum: tanto “Stratego” como “The Wrinting on the Wall” subieron notablemente el ritmo del concierto y me parecen canciones muy válidas. En especial esta última tiene un aire a Kvelertak que me pone bastante berraco.

Y hasta aquí llegó la concesión a lo nuevo. Es de imaginar que la próxima gira de la doncella se centre en este disco, pero lo que tocaba hoy eran greatest hits por un tubo, así que el rápido cambio de decorado (ahora con una catedral casi ghostiana de fondo) abrió las puertas a que se lanzaran con “Revelations”, un clasicazo aún no muy trillado que hizo las delicias, ahora sí, de casi todos los presentes. Con un concierto tan corto y con tantos temazos como han ido acumulando a lo largo y ancho de su discografía, la verdad es que da un poco de rabia cuando gastan un slot en alguno que ni fu ni fa. “Blood Brothers” es precisamente este caso, ya que a pesar de que se han empeñado en ir metiéndola más a menudo de lo esperado en sus repertorios a lo largo de los últimos años, a mí me parece un poquito tostón. Es verdad que todos coreamos su estribillo glorificador de la hermandad metálica con entrega absoluta (¿qué íbamos a hacer si no?), pero me resulta un poco decepcionante que hayan sacado temones como “Where Eagles Dare”, «2 Minutes to Midnight» o incluso “The Wicker Man” del setlist para meter ésta.

La que sí que fue incontestable fue “Sign of the Cross”, que celebro que haya mantenido su sitio en el repertorio de esta gira y que me parece un temarral como la copa de un pino (el mejor, probablemente, de toda la era Blaze). A pesar de que a priori quizás su inclusión aquí pudiera generar cierto debate, lo cierto es que no solo no escuché a nadie quejarse de que la tocaran, sino que para muchos fue uno de los momentos álgidos de la noche y, definitivamente, el verdadero punto de inflexión a partir del cual todo fue ya sobre ruedas y sin matices. Los ruidosos petardazos finales no hicieron sino aumentar su épica, mientras que Bruce, como en todo el concierto, estuvo verdaderamente descomunal. Tras ella, el vocalista británico agarró un pedazo de lanzallamas y, tal y como el ícaro a punto de volar que ilustraba el nuevo telón de fondo sugería explícitamente, se animaron con “Flight of the Icarus”, otro temarral al que la gente respondió con total entrega.

Pero claro, si hay una canción de Iron Maiden que enloquece irremediablemente al más pintado, ésta es sin duda “Fear of the Dark”. Muchos argumentarán que es un tema algo facilorro y que está absurdamente sobreexpuesto, pero sin estar en desacuerdo con ninguna de las dos afirmaciones, también es innegable que cuesta no engancharte a sus pegadizas melodías y múltiples “oh-oh-ohs”. La sección acústica inicial llenó el estadio de lucecitas de móvil, y aunque me da la sensación que hoy le bajaron un poco el tempo respecto a otras ocasiones, el público se desgañitó y la disfrutó como si no hubiera mañana. Es verdad que a veces yo también puedo sentirme tentado a considerarla algo cansina, pero creo que un concierto de Iron Maiden sin “Fear of the Dark” no sería del todo un concierto de Iron Maiden.

A estas horas ya estábamos en plena vorágine de hits, y otra que no puede faltar nunca en un momento así es la espectacular “Hallowed Be Thy Name”, que a mí me sigue pareciendo, directamente, el mejor tema de toda la carrera de la banda. Con Bruce esperando en su fría celda mientras las campanas empiezan a sonar, ésta fue sin duda la canción con la que más me engorilé en todo el concierto (y mira que me llegué a engorilar), así que con eso está todo dicho. En realidad, el bajón de éxtasis post-«Hallowed» hizo que, incluso, no disfrutara tanto como hubiera podido con “The Number of the Beast”. La verdad es que el tema que da título a su tercer disco nunca me ha flipado tampoco del todo, pero en directo siempre es emocionante escucharla.

En un lugar similar colocaría a “Iron Maiden”, un tema que me parece muy mejorable pero que es tan imprescindible que se hace imposible no disfrutarla. Y más si en medio de la canción te aparece el cabezón descomunal de Eddie (qué conseguidos que están estos cabezones últimamente, por dios) tras la colorida batería de Nicko. Como ocurre siempre, este tema es el encargado de cerrar el set principal casi una hora y media después de haberlo empezado, y tras unos pocos minutos la banda se volvió a subir de nuevo al escenario para, ante el telón representativo del single correspondiente, interpretar la siempre infalible «The Trooper». Tanto Bruce como el nuevo Eddie que apareció sobre el escenario vestían las casacas rojas características de esta canción, aunque parece que ambos se confundieron de enemigo y empezaron a liarse a sablazos el uno con el otro.

Sin ninguna parrafada previa (de hecho hoy Bruce estuvo bastante callado, la verdad), la siguiente canción que sonó fue «The Clansman», segundo rescate de la época Blaze. Aunque se trata de un tema que me gusta bastante, no tengo del todo claro que éste fuera su lugar ideal dentro de la dinámica del concierto. En todo caso, no escatimamos en cuerdas vocales cuando llegó la hora de unirnos a los múltiples coros, y eso que la petición de cantar eso de «No, we can’t let them take anymore» en catalán no acabó de tener un éxito demasiado masivo. Otro clásico imperdible como «Run to the Hills» sirvió para cerrar el primer bis, y cuando algunos despistados ya empezaban a desfilar escaleras arriba, la voz de Winston Churchill empezó a arengar a las tropas inglesas antes de dar paso a «Aces High» y a su avión espectacular, una elección muy valiente tanto a nivel vocal como de velocidad que saldaron con nota y que, ahora sí, puso el punto y final a un concierto del que, creo, todos salimos notablemente contentos.

Está claro que un concierto de Iron Maiden depara pocas sorpresas: el setlist es exactamente el mismo durante toda la gira y todos los truquitos suceden de forma absolutamente estudiada y guionizada. Además, los componentes de la banda cada día son un poco más viejos y ya no se pegan los descomunales derroches físicos de antaño (aunque Steve se marcó un bolaco el día anterior con sus British Lion). Por si fuera poco, el repertorio de hoy tuvo alguna que otra imperfección, y en realidad el concierto fue bastante más corto de lo que una banda con un cancionero del nivel del suyo debería ser. Pero aún así, salí con una sensación de pequeño éxtasis y de haber formado parte de algo realmente especial. Ésta es una sensación habitual, porque los británicos saben cuáles son las teclas que tienen que tocar para que cada una de sus actuaciones lo sea, pero es que además en esta ocasión quizás estuvimos ante el mayor concierto de heavy metal que jamás ha tenido lugar en Barcelona. Y quiénes mejores para protagonizarlo que ellos, la mayor banda de la historia. Disfrutémolos, que me temo que ya no nos quedan tantas.

Setlist Iron Maiden:

Senjutsu
Stratego
The Writing on the Wall
Revelations
Blood Brothers
Sign of the Cross
Flight of the Icarus
Fear of the Dark
Hallowed Be Thy Name
The Number of the Beast
Iron Maiden

The Trooper
The Clansman
Run to the Hills

Aces High

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Sobre Albert Vila 952 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.