Creedence Clearwater Revival – Cosmo’s Factory: 50 años de la obra cumbre de los hermanos Fogerty

Ficha técnica

Publicado el 16 de julio de 1970
Discográfica: Fantasy
 
Componentes:
John Fogerty – Voz, guitarra, teclados, saxofón, harmónica
Tom Fogerty – Guitarra
Stu Cook – Bajo
Doug Clifford – Batería

Temas

1. Ramble Tamble (7:09)
2. Before You Accuse Me (3:24)
3. Travelin' Band (2:07)
4. Ooby Dooby (2:05)
5. Lookin' Out My Back Door (2:31)
6. Run Through the Jungle† (3:09)
7. Up Around the Bend† (2:40)
8. My Baby Left Me (2:17)
9. Who'll Stop the Rain (2:28)
10. I Heard It Through the Grapevine (11:05)
51. Long as I Can See the Light (3:33)

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Aunque supongo que tras cincuenta años tampoco vendrá de una semanita, hay ciertas discrepancias sobre si la fecha de salida de este disco fue el 16 o el 25 de julio de 1970. Nosotros, decididamente fieles a nuestro excel de aniversarios aunque a veces falle más que una escopeta de feria (y porque antes del 16 ni tan siquiera lo habíamos comprobado), hemos decidido que sea hoy cuando celebremos por todo lo alto la publicación de un discarral tan tremendamente maravilloso y atemporal como es este Cosmo’s Factory, el momento álgido de una Creedence Clearwater Revival que, a pesar de disponer ya de un lugar con letras de oro en el olimpo de la música rock, a veces me da la sensación que no goza del todo del inmenso reconocimiento masivo que se merecería. Porque a pesar de que hayan pasado ya cinco décadas y de que los estilos con los que coquetean no estén precisamente de moda, el legado que nos ha dejado esta banda es algo al alcance de bien pocos nombres en toda la historia de la música popular.

A pesar de que ni el country ni el swamp rock ni nada que se le parezca han sido nunca géneros demasiado habituales en mis rotaciones, la devoción que profeso por Creedence viene de hace ya muchos años. Y eso que no ha sido hasta hace relativamente poco que me he metido en profundidad con su discografía, ya que durante buena parte de mi vida musical me he limitado a meterle caña a su excepcional recopilatorio Chronicle y, en menor medida, a esa secuela posterior llamada Chronicle Vol. 2. Más que suficiente para saber perfectamente por dónde van los tiros, en todo caso, ya que entre uno y el otro podemos escuchar 40 de las 65 canciones que forman la prácticamente impoluta discografía completa de la banda. El dato es definitorio y apabullante: el recopilatorio más conocido de la banda contiene hasta dos tercios de todas sus canciones (un tercio de ellas en su primer y más clásico volumen). Y es que entre la insultante proporción de temazos y el gancho de sus composiciones, siempre he pensado que, de haber una sola banda con potencial para que le gustara a todo el mundo, tenía que ser por fuerza ésta.

En solo cinco años de vida (de 1967 a 1972), la Creedence fue capaz de sacar hasta siete trabajos de estudio y de dejar para la historia una extensa colección de hits atemporales con la que pocas bandas pueden competir. Y aunque Bayou Country, Green River o WIlly and the Poor Boys ya son discos que rozan la perfección, la mayoría de seguidores de John Fogerty y compañía (y posiblemente yo también) no dudarían en colocar este Cosmo’s Factory en todo lo alto de su discografía. Aquí, más allá de acertar de nuevo con su fórmula habitual y con las excelentes versiones que siempre pueblan sus discos, los californianos muestran una madurez y una confianza absoluta como engranaje compositivo e interpretativo, incorporando interesantes elementos progresivos y psicodélicos a su habitual rock y blues sureño, un estilo que empezaba a perder empuje a marchas forzadas ante una juventud americana ansiosa por romper culturalmente con sus padres y abrazar en masa el incipiente movimiento hippy y todos los artistas que lo representaban.

Además de ser su obra cumbre, también podríamos decir que Cosmo’s Factory es el último gran disco verdaderamente incontestable de la banda: el siguiente Pendulum (publicado en diciembre de ese mismo 1970) aún raya a un nivel más que notable y nos muestra algunas de las facetas más experimentales y aventureras de su música, pero su final y epitáfico Mardi Gras (1972) resultó ser un pequeño despropósito que acabó por deshilachar del todo las débiles costuras que mantenían unida a la formación californiana bajo la proverbial mano de hierro de su indiscutible líder John Fogerty. El cuarteto de El Cerrito (cuyo espíritu se anclo siempre a orillas del Mississipi) vivió su carrera a una velocidad endemoniada mientrtas exprimía hasta la última gota del talento y el sudor de sus cuatro esforzados miembros, pero las rencillas internas (sobre todo, entre el complicadillo John y cada uno de sus compañeros, hermano Tom inluido) acabaron por hacer estallar un grupo que acabó tan mal que ni tan siquiera ha llegado a reunirse nunca más a pesar de lo golosas que puedan haber sido las ofertas para hacerlo.

Dejando de lado el descalabro que estaba por venir,  lo cierto es que este Cosmo’s Factory es una puñetera maravilla de principio a fin. Rico, variado, inspirado y lleno de confianza, sus once temas son una colección de hits totalmente absurda. La inicial «Ramble Tamble» es una larga bacanal psicodélica que, seguro, debió sorprender a más de uno cuando se pusieron el disco por primera vez. Empieza con todas las señas de identidad que conocíamos, pero a lo largo de sus siete minutos y pico se acaba escapando hacia un viaje hipnótico que desconcierta de buenas a primeras pero que acaba atrapando sin remedio. «Before You Accuse Me» es un pegadizo blues de manual que se tomaron prestado del genial Bo Diddley (con ese «Before you accuse me / take a look at yourself» que podríamos aplicar a casi todas las situaciones de la vida), mientras que «Travelin’ Band» es el primero de los temas hiper conocidos encontramos aquí. Un swamp rock ligero y lleno de groove que, en poco más de dos minutos, se te mete en la vena sin poder hacer nada para evitarlo.

El rock and roll simplón, directo y descarado de la breve e inocentilla «Ooby Dooby» (otra versión, esta vez de todo un standard del género) parece más apropiada para un baile de fin de curso de finales de los cincuenta que para un disco tan complejo y completo como éste, pero a pesar de significar (me atrevería a decir que de largo) el momento menos memorable del disco, no deja de tener su gracia una vez te acostumbras a ella. Continuamos paseando por la variedad de estilos que surgieron del sur de los Estados Unidos con el country activo y bailable de la también mítica «Lookin’ Out My Back Door», un tema que te anima a silbar, a chasquear los dedos y a tararear «du-du-rús» mientras mueves la cabeza y te imaginas estar en cualquier saloon a punto de presenciar una pelea que acabe con toda la vajilla hecha trizas. Mención especial, además, para ese fascinante cambio de ritmo que se sacan de la manga cerca de la parte final y que a mí, personalmente, siempre me ha puesto bastante palote.

La oscura y sudorosa «Run Through the Jungle» siempre ha sido uno de mis temas favoritos de toda la carrera de la banda (gusto que comparto, por lo visto, con su guitarrista Tom Fogerty, que solia considerarla su predilecta). Ese feeling con cierto aire a la guerra de Vietnam que polarizaba el país en esos años (aunque Creedence, como no, siempre hayan sido bastante conservadores y alineados más bien con las ideas republicanas), las harmónicas, el ritmo vacilón y hasta cierto punto opresivo y un groove pausado e inigualable, me parece una canción brutal que me flipa a pesar del siempre molesto fade out final. Después de este punto de reflexión, volvemos a la energía alta y la positividad con la saltarina y alegre «Up Around the Bend», otro tema conocidísimo que, ahora sí, se alinea con su estilo habitual.

A pesar de ser un temazo de puro delta blues firmado originalmente por el compositor misisipiano Arthur Crudup, «My Baby Left Me» tiene un rollo cercano a esos Beatles más rasposos de finales de los sesenta, y más concretamente recuerda a cosas como «The Ballad of John and Yoko» u otras canciones de la época (especialmente a nivel de melodía vocal). A mí me encanta, y se hace muy corta y divertida mientras abre el camino hacia la melancólica «Who’ll Stop the Rain», otro de los cortes más conocidos e icónicos (y van…) que encontraremos aquí. Sin que para nada le falte ritmo, aquí nos encontramos mirando un atardecer desde una pequeña colina del sur de Virginia mientras recordamos con cierta tristeza tiempos mejores que no van a volver a través de una de las melodías más repetidas, recordables, suaves y poperas de la carrera de la banda.

Otro de los grandes momentos que vamos a encontrar en este Cosmos’s Factory, quizás el más espectacular de todos, es sin duda la versionaca del «I Heard It Through the Grapevine» que popularizó Marvin Gaye un par de años antes. Y es que más allá de demostrar que John tiene la capacidad y las agallas de dejarse ir con algún que otro gritito soul y de que la banda sabe llevar a su terreno y a su sonido todo un clásico de motown como éste, la larguísima parte central (con once minutos, se trata del tema más largo de la carrera de la banda, de largo) se pierde por derroteros psicodélicos y progresivos de una forma tan deliciosa, tan elegante y tan sobrada de clase que sin darte cuenta siempre acabas llegando al final sin enterarte mucho de como ha podido pasar tanto tiempo. La original ya es un temazo incontestable, y esta versión no hace sino subirla de nivel.

Y cuando parece que es imposible que se pueda empaquetar tanto hit en un solo disco (de hecho, casi todas sus canciones lo son), acabamos con otra de las más grandes. El baladón tristón pero esperanzador que es «Long as I Can See the Light» vuelve a bajar el ritmo hasta el mínimo mientras nos hace encender mecheros en masa al son de su cálido saxofón y su melosa melodía vocal. Una dulce manera de escribir la última página de un disco impresionante que explora un abanico de estilos brutal sin dejar de ser coherente en todo momento.

En mi opinión, Creedence Clearwater Revival es una de las bandas más inmensas de la historia del rock, y lo es por discos como éste, abrumadoramente lleno de temazos incontestables, variados y repletos de personalidad que han resistido el paso del tiempo con una frescura admirable. Quizás su brevísima carrera y su prematura separación (la trayectoria en solitario de cada uno de sus miembros, John incluido, no llega a la suela de los zapatos de lo que hicieron juntos) ha ayudado a mantener su mito incorrupto e impoluto, pero aún hoy, cincuenta años después, es todo un placer más que presente ponerse a escuchar cualquiera de los tremendos álbumes que fue capaz de parir esta banda mientras conduces con la ventanilla bajada, olvidándote fácilmente de que estás de camino a Mataró y sintiéndote a punto de cruzar la frontera entre Tennessee y Alabama. Una banda única, y un disco impresionante.

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Sobre Albert Vila 952 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.