Canciones perfectas: «Frascos vacíos» de Dry River

El 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer con el fin de visibilizar una enfermedad que afecta a muchísimas personas cada año, y que la sufren tanto los pacientes como sus cuidadores. Somos muchos los que nos ha tocado vivir de cerca la dureza de esta enfermedad, que se ceba en las personas y las va degradando mental y físicamente hasta convertirlas en meros vegetales de espíritu quebrado. La enfermedad del olvido, la llaman. Olvidamos quiénes somos, quiénes son las personas que tenemos alrededor y hasta el funcionamiento de nuestro propio organismo. ¿Existe crueldad más grande? Es un viaje incierto de regreso a nuestros orígenes, aquellos en los que éramos totalmente dependientes, pero sin felicidad de por medio, todo lo contrario, pues para hacerlo encima aún más duro, la consciencia regresa durante parte del proceso de forma intermitente para mostrarnos el horror en primera persona.

¿Se puede expresar todo ese miedo, desorientación y desolación que experimentan las personas que padecen dicha enfermedad en una sola canción? Pues hay un grupo nacional con la valentía suficiente para enfrentarse a semejante desafío que decide plasmarlo en su tema “Frascos vacíos”. Ese grupo es Dry River y se llevan un 10 sin dudarlo pues consiguen con su música crear una atmósfera opresiva (pero bellísima a la vez) que no deja indiferente, tal y como lo hace esta maldita enfermedad. Conseguir hacer ARTE con semejantes ingredientes merece que nos quitemos el sombrero y “Frascos vacíos” el calificativo de canción perfecta por cómo es capaz de representar musicalmente una temática de lo más incómoda.

La canción y la letra

“Frascos vacíos” es el cuarto corte del álbum Quién tenga que decir algo… que calle para siempre (2014). Según los créditos, está compuesta por todos y cada uno de los integrantes de Dry River de la época (Belinchón, Álvarez, Mascaró, Corral, Orero), aunque las letras son atribuibles a su cantante Ángel Belinchón en solitario.

Si algo caracteriza a Dry River es el saber nutrirse de múltiples influencias para crear un estilo propio definitorio de esta banda. En esta ocasión, partiendo de la base de un vals, consiguen fusionarlo con elementos rockeros y progresivos, disfrazándolo todo bajo la apariencia de una balada llena de sentimiento y preciosas melodías.

“Frascos vacíos” reflexiona sobre la enfermedad del Alzheimer en toda su amplitud. Por un lado, nos relata en primera persona el horror de sufrir esta dolencia, mostrándonos los diferentes sentimientos y pensamientos que experimentan las personas afectadas, y por otro, cómo lo viven sus allegados que pasan por el trago de ver cómo esos seres queridos se van diluyendo poco a poco para convertirse en meros frascos vacíos a la espera de un final inevitable e incluso deseable.

Vamos a analizar canción y letra conjuntamente, pues tiene todo el sentido del mundo en este caso ya que van de la mano. Tenemos una melodía principal instrumental que se repite insistentemente durante todo el tema y que actúa como hilo conductor del mismo, la cual iremos desgranando poco a poco a medida que vaya apareciendo y adquiriendo protagonismo.

El tema se inicia con la susodicha melodía instrumental que comentábamos en forma de intro, en la que el piano da el pistoletazo de salida, uniéndose el resto de instrumentos al poco para imprimirle más fuerza. Entramos ya en la parte cantada (primera estrofa) que comienza muy lentamente con voz y piano en solitario, al que pronto se unen unos coros (que adquieren muchísima importancia durante todo el tema):

«Miro alrededor de un sitio aterrador.
¿Qué es este lugar? Quiero escapar…»

Se une la sección rítmica bajo-batería para el segundo tramo:

«Saltos al azar, no logro desandar.
Ayer creo que llovió y el viento ya borró mi caminar.»

¿Habéis tenido contacto estrecho alguna vez con un enfermo de Alzheimer? Si la respuesta es sí entenderéis la crudeza de esta primera estrofa y qué bien refleja su realidad. Cuando pierdes todos tus referentes, ¿es posible funcionar en este nuestro mundo? Todo, absolutamente todo, da pavor.

Recuperamos la melodía inicial, pero atención que aquí ya vislumbramos algo que llama la atención. El tono en el que suena causa cierto desasosiego. Transmite inquietud y malestar, como si se produjera un desajuste, muy adecuado para que la segunda estrofa nos impacte de lleno.

Esta segunda estrofa muestra un diálogo de alternancia entre la voz principal y unos potentes coros, que acaban entonando al unísono y por partida doble la última frase que resume de una manera extraordinaria la esencia de esta enfermedad: el saber perdió su lugar.

«¿Qué voces oigo? — Mírame, ¿no sabes quién soy yo?
Extraños rostros — Cuéntame lo que sepas de ti
El saber perdió su lugar — El saber perdió su lugar.»

Acto seguido llega el estribillo como tal:

«A veces vislumbro en la oscuridad,
Consciente de una vida que se va y que he perdido.»

Y esa melodía que una tras otra vez vuelve a acompañar a la voz principal y a los coros:

«No hay más que un frasco vacío
En la playa sobre un puñado de sal,
Esperando la ola que lo devuelva al mar.»

Es momento para reiniciar la estructura escuchada hasta el momento con una nueva estrofa a imagen y semejanza de la primera, pero con algún añadido instrumental de fondo:

«Siento tu calor, tus manos y tu voz.
Me das seguridad, no me sueltes jamás.
Estrella fugaz que ignora que detrás
Su estela perduró y su luz estalló en la inmensidad.»

Y la repetición de nuevo de las otras dos partes:

«¿Qué voces oigo? — Mírame, ¿no sabes quién soy yo?
Extraños rostros — Cuéntame lo que sepas de ti
El saber perdió su lugar — El saber perdió su lugar.

A veces vislumbro en la oscuridad,
Consciente de una vida que se va y que he perdido.
No hay más que un frasco vacío
En la playa sobre un puñado de sal,
Esperando la ola que lo devuelva al mar.»

Llega el momento de incrementar al máximo la intensidad del tema y entramos de lleno en un solo en el que se combinan el protagonismo de las guitarras (la solista Interpretada por Carlos Álvarez y la secundaria a cargo de Matías Orero) y el saxo soprano de Martí Bellmunt, que le aporta un toque de jazz que encaja a la perfección con… ¡la melodía principal! Si es que todo está estudiado al detalle y no se deja nada al azar…

Y ya para finalizar una nueva repetición de las dos últimas partes, pero esta vez dándole a la segunda de ellas un aire más acústico. El tema se termina de manera abrupta, dejándonos de nuevo ese regusto amargo intencionado.

Veredicto

“Frascos vacíos” no es un tema sencillo que agrade en una primera escucha, hay que querer entrar en él y entender la inmensidad de todo lo que transmite. Remueve cosas por dentro, esas que en muchas ocasiones preferimos olvidar, pero lo cierto es que es de admirar que existan personas capaces de expresar a través de la música sentimientos y emociones (aunque sean desagradables) de una forma tan certera y exquisita.

Dry River incluye en sus directos en ocasiones este tema y para ello se sirve del actor que suele acompañarlos, Fanfi, quien intenta plasmar de forma visual la crudeza de la enfermedad para hacerla más impactante si cabe.

La música es una potente herramienta terapéutica con la que podemos contar para todos y cada uno de nuestros estados de ánimo y un buen ejemplo de ello es “Frascos vacíos”.

Ya para concluir me gustaría hacer una mención especial a todas aquellas personas que han sido víctimas de la crueldad de esta enfermedad y que gracias a temas como el que nos ocupa, siguen viviendo y estando entre nosotros a través de sus letras.

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Sobre Susana Masanés 138 Artículos
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!