¿Qué significa Black Sabbath para los miembros de la redacción de Science of Noise?

Black Sabbath, y de rebote el heavy metal, cumplen hoy 50 años. Una efeméride suficientemente destacable como para preguntarle a algunos miembros de nuestra redacción qué significa la mítica banda de Birmingham para ellos. Porque es muy posible que sin Ozzy, Tony y compañía, hoy nada fuera como lo conocemos. ¡Ni siquiera quizás existiría Science of Noisey eso sí que sería terrible! Por todo ello… ¡muchas felicidades, Black Sabbath!

 

¿Por qué la música con la que mejor me siento tiene tantos años como los que me quiero quitar? Quizás sea mitad por la buena música y mitad por los recuerdos que me trae, o quizás no; a lo peor es que ya no se hace música como la de antes. No, eso tampoco, aunque es muy de mi estilo decir eso, hay que reconocer que hoy en día también tenemos grupazos, pero en lo que debéis darme la razón, es que esos temazos que te acompañan de por vida se hacen en menor cuantía, en muuuucha menor cuantía. El tiempo me dará la razón.

Por este motivo hacemos esto, consciente o inconscientemente rememoramos temazos, discazos y grupazos.

Así que ahora se cumplen nada más y nada menos que 50 tacos del -para muchos- primer disco de metal, Black Sabbath. Lo cierto es que fueron los primeros en algunas cosas, pero vista la evolución del metal en tantísimos estilos que un servidor es incapaz de diferenciar por completo, quiero pensar que aquello era heavy y lo del metal es otra cosa, todo eso que me ahorro en comerme el coco.

Con todo esto, el boss de esta maravillosa revista me pregunta si me gustan Black Sabbath… y naturalmente que me gustan. Solo mirando mi fecha de nacimiento no hay más que hablar, aunque el blanco de mi pelo también ayuda.

Si bien no fueron mi grupo preferido durante aquellas maravillosas décadas, fueron realmente importantes para todos los que vivimos los mejores años de la música rock, heavy, metal o como queráis llamar a la música que nos unió, nos formó y que nos sigue acompañando ya sea a solas o cuando intentamos que nuestros hijos se peguen a ello. Y ojo con esto que he escrito, porque se podría escribir un buen artículo sobre la respuesta de los chavales en plena adolescencia cuando les haces escuchar todo esta buena mierda por primera vez… ¡flipan! ya os digo yo que da para una buena charla.

Bueno, que me voy del tema, es cierto que son los padres de buena parte de mucho de lo que vino después, ¿por qué? Que contesten los músicos, riffs, juntar notas, cosas raras que solo los músicos entienden y que hoy en día siguen ahí, ellos fueron los primeros en muchas de estas cosas que algunos de nosotros somos incapaces de escuchar pero sí de disfrutar.

Su disco debut, que hoy homenajeamos, fue rompedor, novedoso, fresco… Yo que sé, con ello empezó algo que no morirá nunca, discos inmortales.

El jefe me pregunta por mi disco preferido de Black Sabbath, por más que le doy vueltas no doy con uno, un tema de aquí, «Paranoid», otro tema de ahí, «Paranoid», y luego está «Paranoid», no sé… Va por ahí la cosa, jajaja…

por Xavi Arqués


La primera vez que escuché a Black Sabbath seguramente fue con no más de 12 años, antes de saber nada sobre el metal. No se como me encontré con «Iron Man» y al escuchar el sonido maquetero y los agudos de Ozzy pensé: «Vaya mataos, serán unos que están empezando o algo…», pero el tema molaba y lo acabé descargando para escucharlo más a menudo. Una vez descubiertos Metallica, Mötorhead y algunos más era inevitable toparse de nuevo con Sabbath y descubrir que esos «mataos» eran básicamente los creadores de lo que conocemos como metal. A lo mejor comparten ese título con otros como por ejemplo Deep Purple o Judas Priest, que aportaron un cierto estilo guitarrero y los últimos la estética. Al menos para subgéneros como el Stoner o el Doom y todo lo que se les parezca si que pueden considerarse los creadores.

Seguramente mi disco favorito de Sabbath sea el Paranoid, pero queda cerca de su debut. Temazos como «The Wizard» o «N.I.B.» no pueden pasar desapercibidos, y aunque la canción homónima nunca me ha llamado particularmente la atención, es innegable hay que tenerlos cuadrados para abrir un disco así. En las bandas en las que he estado, frecuentemente caía alguna versión suya, y seguro que en bastantes de los riffs que componemos hay influencia de Iommi, ya sea directamente o indirecta. Yo sobretodo lo noto cuando pillo el bajo, a menudo me salen líneas con ese rollo bluesero de Geezer. Es una lástima no haber llegado a tiempo para verlos en directo, pero siempre nos quedará su legado en forma de las bandas a las que han influenciado, que no son pocas y no dejaran de serlo en mucho tiempo.

por Aleix Besolí


Ya había bandas pesadas (de música pesada, se entiende) antes de que Black Sabbath nacieran. No hay que olvidarse que fue Sir Paul McCartney quien escribió «Helter Skelter». Cream, Hendrix, Led Zeppelin The Who ya estaban en la escena mucho antes de que llegara el cuarteto de Birmingham en 1970. Pero ninguno tuvo la intención y el seguimiento de los muchachos de Ozzy Osbourne, de ahí que sean ellos los aclamados exhaustivamente como los verdaderos inventores del heavy metal.

Hoy estamos de aniversario. Hoy hace 50 años -medio siglo, que se dice pronto- que Black Sabbath publicara el que para much@s es la semilla de todo eso que llamamos heavy metal. Hoy toca rendir pleitesía a Osbourne, Iommi, Butler y Ward, pero yo no lo haré. Y con ello no quiero decir que no lo merezcan, pero no quiero engañar a nadie pues ni lo fui ni soy un incondicional de la banda. Yo soy de los que se quedaron con los temas que tod@s conocemos, pero nunca me dio por indagar para llegar al meollo de todo ello. Yo soy de otra época.

Tal y como dicen algunos de mis compañeros, les descubrí indirectamente, a través de recopilatorios y discos tributo. Si no me falla la memoria, la primera vez que supe de ellos fue gracias a Faith No More y a su majestuosa cover del clásico «War Pigs» que grabaron en la Brixton Academy en 1990. Posteriormente, sí me interesé algo más por la carrera en solitario de Ozzy, y le tengo especial cariño al Plastic Planet (1995), el álbum debut de GZR, proyecto paralelo de metal alternativo de Geezer Butler junto al vocalista de Fear Factory, Burton C. Bell.

Es cierto e indudable que su semilla ha germinado en miles de bandas actuales, tanto de aquí como de fuera de nuestras fronteras, pero se me antoja que desde hace unos años es como muy cool decir que Sabbath son lo más. A día de hoy, parece que hacer stoner o doom y colar algún que otro guiño a los de Birmingham es sinónimo de la aprobación de las masas y un movimiento hábil para asegurarse cientos de bolos en la Rocksound, y no sé hasta qué punto eso es trvismo o una pose. Ojo, que no me quiero meter en ningún jardín. Que está muy bien reconocerle al César lo que es del César, pero ese es un aro por el que yo no quiero pasar. Yo siempre he sido más de murciélagos con cabeza.

Lo dicho… ¡felicidades Black Sabbath! ¡Por 50 años más! ¿Os habéis parado a pensar que todavía están todos vivos? Joder, de The Who solo quedan dos. Solo Paul y Ringo siguen con vida, e incluso Lewis Brian Hopkins Jones, miembro fundador, junto con Mick Jagger, Keith Richards e Ian Stewart, de The Rolling Stones la palmó en 1969, meses antes de la publicación del debut de Sabbath. Ahora creo que sería una oportunidad ideal de hacer una porra para ver si Ozzy llegará a comerse los turrones este año. Yo digo que no…

por Rubén de Haro


Black Sabbath son un clásico y no sé si fueron los inventores del heavy, del doom y de un sinfín más de géneros pero lo que sí sé es que fueron muy originales para la época y probablemente adelantados a su tiempo. En mi etapa de aprendizaje con la guitarra fueron de gran utilidad para darme cuenta que con poco se puede hacer mucho y que no hace falta tocar 100 notas para crear una buena canción. Les doy ese valor pero tampoco ha sido un grupo que me quitase el sueño.

La música rock en los años 60 fue un avance pero la verdad que por lo poco que entiendo y he escuchado de esa época era bastante suave, una música divertida y no se buscaba tanto la reivindicación o el molestar como lo fue a partir de la década de los 70. Black Sabbath cogieron los ingredientes básicos del rock y le dieron una aura oscura, lúgubre y lenta jugando con estructuras sencillas y otras más rebuscadas pero que en definitiva creaban una tensión dramática al conjunto.

No los descubrí con ningún disco suyo todo sea dicho, si no con el Nativity in Black. Fueron tres recopilatorios de versiones de ellos interpretadas por grupos de la década de los 90 y 2000 en los que podías encontrar a Megadeth, Sepultura, White Zombie, Type O Negative, Machine Head, System of a Down, etc. Pero bueno, miento, ya que la primera vez que los escuché fue en el videojuego Rock N’ Roll Racing de la SNES que salió en 1993, exactamente la canción «Paranoid», pero ya sabéis, con sonidos de 16 bits y yo lo flipaba mientras me pegaba trompazos por los circuitos del juego.

Como he indicado antes no soy muy conocedor de los orígenes del género y si se puede decir que ellos le dieron un toque más duro al rock y posiblemente crearon el metal pero antes ya había habido un grupo llamado Blue Cheer (Black Sabbath empezó haciendo versiones de ellos) que querían sonar más fuerte y bestia que cualquier otro, así que la pugna está entre estos dos ya que no considero a Led Zeppelin o Rainbow tan extremos.

Su disco debut es una maravilla y cada una de las canciones que lo conforman son una obra de arte por sí mismas, todo son clásicos que nunca pasarán de moda aunque yo me quedo con su siguiente trabajo Paranoid (1970) que salió unos meses más tarde. En este hay obras maestras como «War Pigs», la misma «Paranoid», «Planet Caravan», «Iron Man»… buff, qué barbaridad.

Todas y cada una de estas canciones me han aportado mucho como músico a la hora de componer ya que si un trozo suena un tanto doom pues ale, esto tiene un rollo Black Sabbath y así todo, pero eso es bueno, la influencia de los grandes siempre debe estar presente.

por Robert Garcia


Cualquier melómano que se precie recuerda el primer disco que se compró con dinero propio. El mío, recomendado por un primo mayor a quien nunca le estaré lo suficientemente agradecido, fue el Live Evil (demoníaco anagrama) de un grupo llamado Black Sabbath. Un nombre singular y siniestro que, a mi manera de ver, estaba en plena consonancia con la sugestiva carátula del doble vinilo que acababa de adquirir. Unos surcos que no dejaron de rodar durante una buena temporada y que, para un adolescente ávido de nuevas sensaciones, fueron las mejores cartas de presentación de un estilo que en ese momento desconocía, el heavy metal, y de las virtudes de aquel conjunto británico fundado en un lejano 1968. Y quedé tan prendado con las creaciones que contenían ese par de redondos que me dediqué a leer concienzudamente sus créditos. Descubrí, entonces, que aquella no era la formación original. Los recientes inquilinos, el batería Vinny Appice y el inconmensurable vocalista Ronnie James Dio, respetaban y engrandecían el cancionero incluido en dicho trabajo pero no eran los autores de varias de las piezas que más me habían impactado (principalmente las tres que conformaban la espeluznante cara 2). A partir de aquí, al mismo tiempo que fui siguiendo las diversas reencarnaciones concebidas por el guitarrista y líder absoluto Tony Iommi, eché la vista atrás para sumergirme en el legado del cuarteto inicial.

A día de hoy reconozco que su homónimo debut no es uno de mis registros favoritos de la banda pero eso no quita que lo considere una obra rematadamente esencial. La enigmática y tétrica foto de la portada, los oscuros riffs y algunos electrizantes solos de Iommi, las solemnes entonaciones nasales de un joven Ozzy Osbourne, la machacona y pétrea base rítmica a cargo de Geezer Butler y Bill Ward, las imponentes «N.I.B.» y «Black Sabbath» (con tormenta y campanas fúnebres como idónea obertura) e incluso los futuros desarrollos marca de la casa que apunta la extraña «Sleeping Village» son sobrados argumentos para certificar su condición de influyente clásico de la Historia del Rock.

por Xavi Garriga Giol


Desde muy adolescente tuve cierta inclinación rockera en parte modulada por el típico tío friki que adoraba los riffs de Jimmy Page y Eric Clapton o la destreza de Keith Moon tras su batería. Esas comidas familiares que siempre acababan con batallitas de su juventud mientras escuchaba Pink Floyd, Cream, The Who o Yes. Recuerdo perfectamente que su frase de cierre, antes de la despedida, era: “Y por último los Black Sabbath del loco de Ozzy, pero esos eran muy oscuros, no me gustaban.”

Y tate, allí entraba yo, oscuridad, polémica… ¿dónde puedo escuchar a estos Black Sabbath? En aquellos tiempos el emule empezaba a funcionar bien, así como webs parecidas a Napster. Me descargué varias canciones de Sabbath y aluciné con “Paranoid”. No fue amor a primera vista, como tampoco lo fue mi primera vez con Iron Maiden o Metallica, pero en el lejano 1998 entraron en mi vida y nunca más han salido de ella.

Black Sabbath diseñaron la música pesada hasta la fecha, endurecieron a una sociedad hastiada de vivir en los Mundos de Yuppie de los proggies y los psicodélicos. Finalmente los bad boys tendrían un estilo de música en el que apoyar su culo. Su función en el mundo del rock y del metal es incontestable. Todos los artistas, por H o por B, han acabado llegando a las raíces de todo y han encontrado allí a Black Sabbath. Al igual que yo, simple fanboy, fotógrafo y escritor de pacotilla, busco en mis raíces y me topo de bruces con Ozzy, Iommi, Butler y Ward.

Si bien es cierto que, como toda banda, Black Sabbath no ha vivido un camino de rosas, cada uno de sus discos tiene el don de ser lo que en ese momento se precisaba de ellos. Sus cinco primeros discos son formidables. Tras la partida de Ozzy, la entrada de Dio les dio una nueva vida con unos discos mayestáticos. Incluso los infravalorados Born Again, TYR o Cross Purposes son discos enormes si los contemplas con una cierta perspectiva.

Y ya por cerrar, he tenido el placer de ver hasta tres veces a Black Sabbath en directo, la última de ellas a escasos metros del escenario. Y, posiblemente, no recuerdo un momento más feliz en mi vida de rockero que esas dos horas babeando viendo a Ozzy, Geezer y Iommi entregando, una vez más, su alma al público. Gracias por tanto, amigos.

por Beto Lagarda


Black Sabbath. He de ser sincero y reconocer que nunca ha sido un grupo que me tire mucho. Es un caso similar a lo que me sucede con Metallica, banda que nunca me ha dicho nada. Aún así, igual que hay temas de los de San Francisco, como “Fade to Black” que cada vez que la escucho, me emociono con su inicio, o como cabeceo con el ritmo trepidante de “Battery”, con los británicos me pasa lo mismo. Obviamente, con “Paranoid”, con el ritmo ultra pegadizo de “N.I.B.” o con “Sweet Leaf”. Los disfruto cuando los escucho, pero ya está. No me dan ganas de más. Falta atracción.

En mis inicios metaleros no existían Black Sabbath, y todo era, Pantera, Sepultura, Pantera, Obituary, Pantera, In Flames, Pantera, y así unos cuantos más. A mediados de los 2000 me entró un hambre feroz de “descubrir” los inicios de todo esto. Así pues empecé en serio a o comprar un greatest hits de algún grupo en concreto o bien pillarme las discografías enteras de grupos que me daban más tirón, como pudieran ser The Doors, Cream, Led Zeppelin, The Who, y un largo etcétera. Evidentemente también me dio por informarme un poco sobre cada grupo. Así que un día le llegó el turno a Black Sabbath. En su momento me compré el doble CD The Best of Black Sabbath con la nada desdeñable cifra de 32 canciones, y creo que más que amortizado. Posteriormente recuerdo comprarme su primer LP, Black Sabbath (1970), y algún que otro que ahora no recuerdo.

Como comento, aunque no sea un grupo que me apasione, tiene temazos impresionantes y una latente reminiscencia a rock psicodélico y progresivo. La de veces que nos hemos puesto canciones suyas en las fiestas del local. Y no diré las horas que me he pasado jugando solo o con los amigos al Guitar Hero (el que sea) o al Rock Band, y evidentemente las horas pegadas a la guitarra o a la batería, con la canción “Paranoid”, incluso tocada en la vida real, con los mismos instrumentos. Es un grupo al que le tengo mucho respeto, lo escuche o no, me guste o no. Es como Michael Jordan, quien nunca me ha gustado, (siempre he sido de pivots), pero que siempre he reconocido que es un crack. Y con Black Sabbath, lo mismo, sentando las bases de lo que sería el metal, y encima demostrándolo en diferentes subgéneros. Su repercusión va más allá de la escena músical. No hace falta recordar que sus componentes son considerados leyendas, por no hablar de Ozzy Osbourne, toda una institución a nivel mediático.

Siempre que hay una discusión sobre de quién fue el grupo primigenio del heavy metal, sin duda alguna es Black Sabbath. Hay gente que dice que fueron Led Zeppelin, pero por “Immigrant Song” y poca cosa más, o Deep Purple, que se fueron endureciendo por el camino. No olvidemos que a parte del heavy metal, son considerados los padres del doom, por lo que hay mucho más. Han aportado tanto a este mundo y su repercusión ha sido tan grande, que solo hay que darles las gracias por su creación hará ya más de 50 años.

por Dídac Olivé


Mientras escribo estas líneas suenan de fondo la lluvia y las campanas de “Black Sabbath”, primer tema del primer álbum de la banda del mismo nombre, liderada por el Príncipe de las Tinieblas y que, mira por donde, acaba de cumplir 50 años. Casi nada. Pero, ¿son 50 años de Black Sabbath también 50 años de lo que hoy conocemos como metal? Es inevitable hacerse esta pregunta cuando se habla de los de Birmingham, y es muy difícil responderla. Aunque son considerados por muchos los padres del heavy metal, gracias a un accidente según cuentas las leyendas, es complicado hablar de “inventores” de un género que engloba tantísimas variedades y subgéneros. Habrá miles de opiniones, posiblemente todas ciertas.

Para mí, personalmente, cuando descubrí el rock allá por los últimos años de una cada vez más lejana década de los 90, sólo existían tres bandas; Deep Purple, Led Zeppelin y Black Sabbath. “Qué original”, pensaréis. No tenía ni diez años, ¿vale? Dicho esto, a las tres se les ha atribuido a lo largo de la historia la etiqueta de pioneros en este género que hoy conocemos como heavy metal, aunque seguramente estaríamos siendo injustos con muchas otras bandas de finales de los 60, como ya han expresado más de una vez algunos miembros de The Who. Antes de estos tres gigantes de la música y de la historia, a mi juicio ya había habido serios acercamientos al heavy metal, en canciones como “Fire” de Jimmy Hendrix, el cover de “Summertime Blues” de Blue Cheer, la celebérrima “Born to be Wild” de Steppenwolf, o incluso el “Helter Skelter” de The Beattles. Todas ellas podrían ser consideradas la primera canción de heavy metal de la historia, entre muchas otras. También el Led Zeppelin I (1969) y el Deep Purple (1969) son merecedores de su aportación al género, pero si nos fijamos, hablamos de canciones, influencias. Black Sabbath sin embargo fueron quienes establecieron la etiqueta metal como tal con sus dos álbumes debut, publicados creo que incluso el mismo año (1970) que iban un paso más allá de aquel hard rock psicodélico que había marcado toda la década anterior. ¡Y vaya álbumes! No sería capaz de elegir uno entre su homónimo y Paranoid (1970), y no lo voy a hacer. Considero ambos son imprescindibles para la historia del metal, del rock, de la música en general, y de mi vida.

Hace no mucho, en una conversación entre colegas y cervezas antes de un concierto, alguien dijo que había leído que todos los subgéneros del metal que conocemos hoy en día, salen de los primeros álbumes de Black Sabbath. Igual es una afirmación arriesgada, pero no podemos negar que en muchos casos es una realidad. No entenderíamos hoy lo que es el doom o el stoner sin Black Sabbath, como se puede entender de manera evidente en temas como la propia “Black Sabbath” o “Paranoid” respectivamente. Pero esto va más allá de su propia música. Si nos paramos a pensar en todas las bandas que a lo largo de la historia han tenido influencias de los de Ozzy, nos podemos llegar a asustar. Si hablamos de bandas consideradas de culto en el mundillo stoner como Saint Vitus, Sleep o Kyuss, es evidente la influencia de Black Sabbath en su sonido, pero como pipiolo de los 90 que soy, he querido ir más allá, y es que muchas bandas modernas instauradas en el mainstream tienen innegables influencias de los ingleses, como pueden ser los americanos All Them Witches (que abren sus bolos con “War Pigs”), los australianos Wolfmother o incluso Arctic Monkeys, sí. Quien no me crea está invitado a escuchar “Perhaps Vampires is a Little Strong But…” o “Arabella” y lo entenderá.

No debería enrollarme mucho más ya que esto iba de escribir algunas líneas sobre lo que significa Black Sabbath en nuestras vidas, lo cual ya creo que ha quedado claro. Yo no soy músico pero se puede considerar que sé tocar la guitarra decentemente, y no puede faltar nunca algún tema de los británicos en mis repertorios, ya sea en compañía o en soledad. ¿50 años de metal? No lo sé, pero sí 50 putos años de BLACK SABBATH, y eso es más que suficiente.

por Pau Rosell


Puede que Black Sabbath no sean EL PUNTO de inicio del heavy metal si lo miramos desde el punto de vista estricto y académico, pero sí que son un punto de inicio de algo muy grande. Después de décadas de debate creo que hay que darles definitivamente el título de creadores, y ya no porque realmente lo merezcan, sino para ordenar un poco el árbol genealógico del género. De su trascendencia no hay dudas y justo hoy se cumplen los 50 años desde que apareciera su ópera prima: Black Sabbath.

Black Sabbath ponen la imaginería, el sonido, y en parte, la estética al futuro heavy metal. Pero cuidado, en cuanto a sonido hay Blue Cheer antes, también otros power tríos como Cream o el de Jimi Hendrix. Pero después de tantos años estudiándolos no me parece para nada una casualidad que al otro lado del atlántico existiera la primera banda satánica de la historia, que su primer tema llevara por nombre Black Sabbath y que el bajista se llamase Oz Osbourne. Una coincidencia es casualidad, tres ya no. Si quieres más información aquí tienes la crítica de su primer disco, anterior al de Sabbath por mucho que la música no tuviera nada que ver con lo que perpetrarían los de Iommi.

Este disco es el Big Bang, el año cero, y todo viene gracias a un cúmulo de circunstancias que van desde el desgraciado accidente de Iommi en el que perdió las falanges del dedo, el cambio de las afinaciones, la decisión de optar por lo oscuro, las letras toscas y risibles, pero efectivas, o el grabarlo todo en un par de días. A todo ello hay que sumarle la maravillosa portada de la que sigue sin saberse exactamente quién es la chica que aparece y un par de canciones están avanzadas 20 o 30 años al futuro: “Black Sabbath” y “N.I.B”. El resto, por mucho que seamos fans y nos guste, ni pasa en general el paso del tiempo ni hay clásicos definitivos, cosa que sí aparecería ese mismo 1970 bajo el nombre Paranoid. Pero esa cubierta enigmática con el molino de Mapledurham de fondo sigue siendo icónica.

Hay que subrayar el hecho poco comentado de que el tipo que estuvo tras los controles era un asalariado cualquiera de la compañía discográfica. No sabemos si su competencia o incompetencia tuvo algo que ver en el éxito del grupo, pero allí estuvo él: Rodger Bain. Él y el mísero presupuesto para el disco. Curiosamente Bain se encargó de los tres siguientes discos de los Sabbath, el debut de Judas Priest y… desapareció, de la misma forma que lo hizo la modelo de la portada frente al molino. Otro momento de precariedad fue el hecho de que a Tony Iommi se le rompiera una pastilla de su Fender Stratocaster al grabar “Wicked World”. Eso hizo que tuviera que tirar de la guitarra de repuesto: una Gibson SG. Casi nunca la había utilizado. Las nuevas prestaciones de sonido y adaptación a su minusvalía hicieron que la Stratocaster nunca fuera reparada. Y eso que su padre la había pintado de blanco especialmente para el show en el que teloneraon a Jethro Tull.

Para mi Black Sabbath son algo enorme y la respuesta a muchas de las preguntas que uno puede hacerse sobre la génesis de nuestro estilo favorito. Para mi los Black Sabbath que más me gustan son los de la etapa primera con Ozzy Osbourne al frente, aunque, por otro lado, de lo mejor que he visto nunca en directo fue perpetrado por los Black Sabbath de Dio. Fue concretamente en Wacken y se acercó a la perfección en todos los sentidos. Llevaban el nombre de Heaven & Hell, pero eran Black Sabbath. De la etapa del olvidado Tony Martin salvaría de la quema el fabuloso Tyr, y si hay que revindicar un disco, lo haría de uno muy infravalorado: Technical Ecstasy. No sólo hay una portada atómica gentileza de la gente de Hipgnosis sino que musicalmente el grupo se abre a todo.

Toqué la batería durante años, pero no por eso me he considerado nunca un músico. Los patrones y estilo de Bill Ward siempre estuvieron en mi subconsciente desde edades tempranas, pero nunca busqué en Sabbath la referencia. Primero fue el power metal germano (Kronosfear) y luego el folk punk (Nonnó Emperatroz). De todas formas, siempre me consideraron un batería que provenía de la escena metal. Nunca se llegó a entender eso de folk irlandés con doble bombo… He tocado muchas veces en directo “Paranoid” (Marco Paquetti y la Rock Band) y en los compases finales le ponía doble bombo. A pesar de la sencillez aparente hay mucha calidad compositiva y los breaks están sabiamente colocados donde toca. Sería “War Pigs” el tema que más me gustaría tocar en directo y uno de los momentos cumbres en la carrera de Bill Ward. Obviamente como baterista me quedo con Vinnie Appice.

por Jordi Tàrrega


Como todo el mundo que tenga un mínimo de conocimiento y aprecio sobre este mundillo, tengo el máximo respeto y admiración por Black Sabbath y por todo lo que significan, y asimismo considero que el señor Tony Iommi (ya sea por elección o por casualidad) es probablemente la figura más relevante de toda la historia del metal. Lo cierto, de todas maneras, es que no conozco lo suficiente la escena rockera de finales de los sesenta como para afirmar con seguridad si Black Sabbath fueron realmente la primera banda en hacer lo que hoy llamamos heavy metal.  Esto es lo que todos hemos asumido, e incluso si tú buscas «inventors of heavy metal» en Google te sale una entrada destacada que pone Tony Iommi, pero por supuesto, tampoco ellos no vinieron de la nada ni inventaron nada nuevo, sino que le dieron una vuelta de tuerca a lo que bandas como Cream o Blue Cheer ya habían empezado a proponer unos pocos años antes.

Lo que sí que está claro es que el sonido grave y compacto de la guitarra de Tony es el palo del pajar sobre el que ha girado y evolucionado todo un género. Y ojo que ese sonido vino forzado, por un lado, por el hecho de que el guitarrista británico perdió las puntas de dos dedos de su mano derecha en un accidente laboral, así que para facilitarse las cosas le bajó la afinación a su instrumento, mientras que por el otro, se vio obligado a grabar su disco de debut con una Gibson SG prestada en vez de su habitual Stratocaster. Pero esa guitarra tan gorda, junto al bajo psicodélico y culebrero de Geezer Butler y la voz alocada y atonal de un Ozzy Osbourne crearon un sonido que ha sido fuente de inspiración (e imitación) por parte de una cantidad incontable de bandas. Géneros como el stoner o el doom beben directamente de aquí, mientras que el propio heavy metal más clásico hace suyos muchos de los elementos que los de Birmingham ya empezaban a mostrar a principios de los 70.

Personalmente, conocí a Black Sabbath un poco más tarde que muchas otras bandas grandes (y lo hice a través del Cross Purposes de 1994, ojo, un disco que no habré escuchado entero más de tres o cuatro veces a pesar de tenerlo en CD), y aunque a pesar de que a día de hoy me gustan mucho tanto en su etapa Ozzy como en la de Dio, yo siempre fui un poquito más de Deep Purple (algo raro, ciertamente, ya que sobre el papel Sabbath me pegan bastante más). Con el tiempo, eso sí, me he llegado a conocer su producción clásica con bastante detalle, y si tuviera que escoger mi álbum favorito probablemente me quedaría con Master of Reality, pero confieso que ahora hacía tiempo que no me escuchaba un disco entero. Pero mientras escribo esto me he vuelto a poner su fascinante trabajo de debut y joder, he re-descubierto que son casi todo hitazos. La cara A concentra los más conocidos, claro, pero la segunda no se queda corta con temarracos como «Warning» o la purpleada rockera que es «Evil Woman». He acabado tan satisfecho que no me he podido resistir a encolarme sus seis primeros trabajos uno tras otro. Amigos, me espera una tarde verdaderamente divertida.

por Albert Vila

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