El poder pacificador de la música: Una historia de galos y romanos

En unas semanas volveremos a disfrutar de la festividad de Sant Jordi, una efeméride con la que Science of Noise ha querido contribuir en los últimos años convocando un concurso literario. Como definitivamente no voy a poder participar por motivos obvios –conflicto de intereses–, me voy a permitir el lujo de tomarme mi momento de desvarío mental (algo recomendable de tanto en cuanto por motivos de salud). Voy a explicaros una historia basada en hechos reales y recientes, pero adaptada al mundo del cómic y que tiene que ver con el lugar tan especial en el que resido desde hace más de veinte años. Para evitar males mayores, obviaré el nombre real de la localización de esta historia.

Digamos que mi pueblo de adopción es la unión de dos pequeñas aldeas, una más grande con todos los servicios (pocos) y mayor población, Roma, y otra muchísimo menor, la irreductible Galia que se resiste a la conquista total de sus colindantes romanos. Por motivos prácticos vivo en Roma, aunque mi corazón siempre ha estado en la Galia, con los rebeldes y libres de espíritu. La Galia tiene su carácter y reclama que se les tengan tanto en cuenta como a sus vecinos romanos, con lo que a nuestro César (aka alcalde) no le queda otra que duplicar la mayoría de los acontecimientos sonados para evitar enfrentamientos mayores entre clanes (aka grupo de vecinos en Facebook).

César y su legión (aka regidores) van y vienen de villorrio en villorrio tratando de contentar a toda la población y se encuentran con absurdidades tales como tener que acudir a una rúa de carnaval con 4 gatos en sábado, y a otra con 2 en el villorrio hermano al día siguiente, así son las cosas en estos territorios bárbaros. Entre los habitantes oriundos de Roma y Galia siempre ha habido tensiones que vienen de antaño, aunque los que nos instalamos en tales territorios a posteriori nos la refanfinfla bastante y disfrutamos de ambos mundos sin importarnos la geolocalización exacta… Y hasta aquí el escenario, demos paso a continuación a la historia en sí. Era domingo, segundo día consecutivo de rúa de carnaval, esta vez en la pequeña aldea. Algunos infiltrados de la aldea mayor, la de la rúa en sábado, se acercaron hasta allí básicamente para vigilar que César no concediera algún privilegio de más a sus habitantes buscando su favor… Pero a César ya no hay quien le tome el pelo (de hecho, es calvo), y conoce a la perfección la fórmula que hace que ambos clanes convivan en relativa armonía. ¿Y en qué consiste tal fórmula? En algo tan sencillo y trivial como la combinación de una pócima mágica (aka vermut) y música, amig@s mí@s (sí, y utilizo la @ a propósito porque desde que somos el primer municipio con una concejalía LGTBIQ+, es una norma de obligado cumplimiento para no herir sensibilidades varias). Panoramix (aka jefe de la intendencia) es el encargado distribuir la pócima desinhibidora en la dosis justa, mientras que Asurancetúrix (aka DJ técnico de sonido) se ha especializado en radiar aquella música que sabe que amansa a las fieras.

Pues bien, aquí es donde entran en juego esos himnos a los que solemos rendir homenaje en nuestra sección Himnos del Rock y su poder unificador, transversal y transmisor de buen rollo a raudales. Serán simplones, serán los temas más manidos del universo, pero la cuestión es que cuando suenan, aquellos que se encuentran bajo su influjo se liberan de prejuicios y por un momento dejan atrás sus diferencias para compartir un bailoteo (o dos) con el vecino de la villa de al lado. No siempre son necesarios un Astérix y un Obélix para que una historia tenga el final deseado, se trata tan solo de hallar… ¡la fórmula!

En estos tiempos hostiles y sombríos que corren, más nos valdría dejarnos llevar por el poder pacificador de la música…

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Sobre Susana Masanés 134 Artículos
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!