The Haunted: una de las bandas más infravaloradas del metal cumple veinte años de carrera discográfica

Aunque Slaughter Of The Soul (1995) me parece, por supuesto, uno de los mejores discos de la historia del metal, no recuerdo que el anuncio de la separación de At The Gates me afectara especialmente en su momento. Evidentemente, entonces no éramos aún conscientes de la inmensidad del legado de los suecos, que se iban a erigir en padres y mentores indirectos de centenares de bandas de metalcore que saldrían como setas en la primera década de este siglo, intentando imitar la fórmula que se apuntaba en el disco de despedida de los hermanos Björler y compañía. La primera de estas bandas, por supuesto, iba a ser The Haunted, alumnos aventajadísimos de los genios de Göteborg al contar con el grueso de la mítica formación sueca en sus filas.

Personalmente, la aparición de The Haunted me llegó en el momento ideal, una época en que empezaba a distanciarme del metal más puro para descubrir e interesarme por bandas con una actitud y un sonido mucho más hardcore, como Raised Fist o Snapcase. Y resultó que The Haunted tenían todo aquello e incluso algo más, de manera que cuando empecé a seguirlos me parecieron la banda perfecta para mí y mi momento musical. Recuerdo que me encantaba absolutamente todo de ellos: el nombre, el logo, la imagen, las sencillas y potentes portadas, el sonido, la actitud y, evidentemente y por encima de todo, el estilo y la música.

Aunque claro, si lo piensas bien… ¿qué puede salir mal de juntar la base de unos At The Gates en su mejor momento compositivo con el alocado ex-vocalista de Mary Beats Jane, Peter Dolving, y el señor Patrick Jensen, que entonces no lo sabíamos, pero tendría una fructífera carrera paralela a los mandos de Witchery? Un line up de lujo que ha ido sufriendo algunas idas y venidas que por momentos parecían casi fatales pero que a lo largo de su carrera y de sus atrevidos cambios de dirección no ha decepcionado nunca, más bien al contrario. Gustarán más o menos algunos de sus álbumes, y han podido generar más o menos polémica, pero pocas bandas han demostrado una exuberancia creativa, una valentía y una personalidad como The Haunted, lo que a mi juicio les debería haber reportado una popularidad bastante mayor.

Su álbum de debut, titulado como la propia banda y publicado en 1998, me pareció un puñetazo sónico impresionante y se convirtió rápidamente en mi disco favorito de la época, ese que quería que sonara a todo volumen en los semáforos con la ventanilla del coche bajada para atraer miradas de admiración hacia mi buen gusto musical. Porque sonaba brutal, moderno y, a mis ojos, tremendamente cool. Uno de los discos más violentos y enfadados que me vienen a la cabeza: veloz, sucio, lleno de cambios de ritmo y de riffacos maravillosos. Quizás es porque me lo he trillado hasta la saciedad, pero me sigue pareciendo, a día de hoy, un discazo brutal de principio a fin.

La inicial «Hate Song» ya es toda una declaración de intenciones que te noquea, te tumba y te patea en el suelo como te descuides lo más mínimo, y «Chasm», «Undead», «Choke Hold» o «Bullet Hole» son temazos absolutamente perfectos, mezclando una brutalidad innegociable con una cierta sensación de melodía y unas guitarras afiladas irresistibles. «Three Times» o «Now You Know» consiguen ser hasta pegadizas sin comprometer para nada su agresividad, pero es imposible ponerte el disco y no dejarlo sonar hasta el brutal final con «Soul Fracture», y unas «Blood Rust» y «Forensick» que, si lo miras con perspectiva, ya apuntan un poco a lo que iba a ocurrir tres o cuatro discos más tarde. The Haunted no ofrece ni un segundo de respiro, mostrándonos una fórmula que, personalmente, me enloqueció del todo.

Las idas y venidas y los problemas de line up que iban a ser protagonistas en varias etapas de la carrera de los suecos empezaron a llegar bien rápido. Tanto el vocalista Peter Dolving como el batería Adrian Erlandsson dejaron la banda al poco de sacar este primer disco, poniendo en duda el camino que The Haunted iban a tomar a partir de ahora. Pero lejos de considerar dejarlo, rápidamente encontraron dos reemplazos que se probarían exitosos con el finés Marco Aro a la voz y el danés Per Möller Jensen a la batería. Y curiosamente, a pesar de haber reducido su suequismo en un 40%, tanto Made Me Do It como One Kill Wonder suenan más suecos que nunca, dejando un poco atrás el thrash sucio que había predominado en su debut y acercándose más a lo que se podía esperar de unos descendientes tan directos de At the Gates.

Si alguien tenía alguna duda de que la banda iba a continuar en un estado de forma espectacular a pesar de los cambios y de su ligera evolución estlística solo tiene que escuchar el brutal principio de Made Me Do It (2001) con «Dark Intentions» y «Bury Your Dead» para que se le caigan los cojones al suelo. Este disco me atrapó tanto o más que el anterior, y creo que con los años es el que he acabado escuchando más. Y es que estamos ante una locura de temazos brutales y riffacos exuberantes de principio a fin, empezando por el mencionado «Bury your Dead» y continuando con «Trespass», «Leech», «Human Debris», «Victim Iced» o temas más accesibles como «Hollow Ground» o «Under the Surface», que exploran vertientes algo más melódicas y experimentales que ya nunca más abandonarían en su carrera.

Por ese entonces, The Haunted ya estaban en proceso de petarlo a nivel de masas metálicas, y después de publicar el álbum en directo Live Rounds In Tokyo (2001), el siguiente One Kill Wonder (2003) no fue sino un paso más en ese camino hacia la dominación mundial. Este tercer trabajo continúa en la misma onda que su predecesor: un death metal melódico y veloz de clara inspiración At The Gates que aquí suena incluso un poco más afilado y se aleja de lo que nos querían ofrecer al principio sin dejar de ser, de nuevo, un disco impecable de arriba a abajo. Es verdad que esta primera etapa con Marco Aro al frente de la banda no hay la experimentación y los matices que hemos visto cuando Peter Dolving era el amo del micrófono, pero nadie puede negar que este par de discos con Marco a principios de los dosmiles son joyas absolutas.

Mi sensación es que One Kill Wonder ha sido probablemente el disco más exitoso de la carrera de The Haunted, gracias a la inercia y el hype de sus dos primeros álbumes y a la serie de temazos que contiene, empezando por las conocidas «Godpuppet» y «D.O.A.» y continuando con otras maravillas como «Downward Spiral», «Shithead» o la propia «One Kill Wonder». El disco al completo engancha irremediablemente y obliga a escucharlo de principio a fin para no pasar por alto los cortes más experimentales como la instrumental «Demon Eyes» o la también genial «Bloodletting» y, sobre todo, para flipar con uno de mis temas favoritos de toda su carrera, el jodidamente maravilloso «Shadow World».

Y cuando The Haunted parecían estar en su cima de popularidad, saltó la sorpresa: Marco Aro decidió dar un paso al lado y abandonar la formación sueca, dejándoles por segunda vez despojados de vocalista. Lo que podía haber sido un hachazo definitivo a su carrera se convirtió en la oportunidad perfecta para reclutar de nuevo a Peter Dolving al micrófono, y lejos de bajar el nivel alcanzado hasta ahora, sacar otro de los álbumes más celebrados de su trayectoria, titulado descriptivamente rEVOLVEr (2004). Y es que en este disco la evolución está más que presente. No sé si el motivo principal de esta evolución es la voz de Peter, más versátil que la de Marco y con un tono bastante más hardcore e histérico, pero el sonido del disco cambia bastante decisivamente respecto a sus entregas anteriores, renunciando un poco a esas guitarras tan secas, melódicas, afiladas y punzantes y volviendo a la suciedad y al espíritu punkarra de sus inicios. Menos melodeath, más hardcore, un ritmo en general más comedido, multitud de partes atmosféricas e inquietantes y mucha experimentación vocal que sirven para abrir una nueva era en la carrera de la banda. Una era en la que se van a desencorsetar absolutamente de cualquier tipo de atadura estilística.

«No Compromise», «99» y la gran «All Against All» son seguramente los temas más conocidos de un trabajo que, a pesar de ser desconcertante en algunos momentos («Abysmal», «Burnt To A Shell» o «Nothing Right» no se las esperaba nadie, eso seguro), supuso un éxito unánime de crítica y público. «Sabotage» es un trallazo y la más clásica «Liquid Burns» me encanta, pero personalmente se trata de un disco que, aunque lo disfruto mucho si me lo pongo ahora, coincidió con un época en la que mi atención por la banda se diluyó un poco. Y no porque su música dejara de tocarme, sino más bien porque mis intereses musicales y personales se fueron por otros derroteros. Así que aun siendo rEVOLVEr (2004) un gran disco, para mí nunca tendrá el componente emocional de pasión personal que tienen sus tres primeros trabajos.

Su sucesor, titulado The Dead Eye (2006), ahonda un poco más en las lineas que se apuntaron en rEVOVEr (2004), estableciendo así el personal estilo que la banda haría suyo en estos fértiles años en que la formación Dolving / Jensen / Bjorler / Bjorler / Jensen tomó las riendas del grupo. Aunque solo han pasado tres años de su marcha, lejos queda el death metal melódico tan directo y potente de la etapa Marco Aro, y aquí, por el contrario, se nos presenta una propuesta bastante más inclasificable, lenta, oscura y casi siniestra, tan grisácea como la propia portada y con la versatilidad vocal de un Peter Dolving más melódico que nunca arrastrando a la banda a nuevos terrenos de exitosa experimentación. Y digo exitosa por que, guste más o menos a unos fans u otros, si rEVOLVEr (2004) fue bien recibido entre el público y la crítica, éste disco no se queda para nada atrás.

Lo primero que llama la atención es el detalle estético de que todas las canciones tengan un título que empiece por «The», lo que aún y no ser así en la práctica, dá la sensación de álbum conceptual y unitario. Los estribillos limpios y melódicos estan a la orden del día, y los riffacos afilados de antes se pueden contar con los dedos de una mano: aunque no faltan canciones tralleras y rápidas, como «The Medication» o «The Shifter», lo que predomina son cortes más cercanos al medio tiempo alternativo como las geniales «The Drowning», «The Medusa» o «The Stain», la casi grunge «The Reflection», la progresiva y toolera «The Failure», la atmosférica y sorprendente «The Cynic» o la épica final «The Guilt Trip». Incluso el hidden track «The End» tiene una retirada a unos Placebo siniestros. The Dead Eye no es un disco fácil de digerir, eso está claro, sobretodo si tienes la mente puesta en su etapa más At the Gates o esperas alguna canción más obvia, pero tampoco hay duda de que es un trabajo valiente y me atrevería a decir que bastante inspirado. De hecho, quitando el debut, éste es probablemente mi disco favorito de la etapa Dolving. O al menos, el que más me pongo a día de hoy, que por algo será.

Por lo que parece, por esta época es cuando las cosas se empezaron a torcer de verdad entre Andreas Bjorler y Peter Jensen, principales compositores y almas maters de la banda. Y es que fue entonces cuando At the Gates empezaron a jugar con la idea de una posible reunión, una posibilidad que se materializó con algunos conciertos esporádicos, un DVD y un documental que a Andreas le motivaban bastante más que el día a día de su banda habitual, lo que a Patrick no le hizo ni puñetera gracia. Y no sé si es por ese alejamiento, pero Versus (2008) me parece el primer disco no especialmente memorable de la genial carrera de los suecos. The Haunted es una banda que siempre le ha tenido alergia a quedarse quieta musicalmente, y en este disco dan aún una nueva vuelta de tuerca a su propuesta, aumentando la velocidad, la contundencia y la tralla en la práctica totalidad de los temas, ya sea en singles como «Moronic Colossus» o «Trenches», canciones más inmediatas y pegadizas que lo visto en su disco anterior, o en temas como «Little Pieces», «Ceremony», «Crusher» o «Faultline». Las únicas excepciones que mantienen la línea de experimentación alternativa de sus dos discos anteriores son la misteriosa e inquietante «Skuld», que actúa más como interludio que otra cosa, las excelentes «Rivers Run» y «Iron Mask» y, quizás, el pesadísimo final con «Imperial Death March».

En general, este disco me suena más a Mary Beats Jane, la banda originaria de Peter Dolving, que ningún otro, y si bien tampoco diría que es un mal trabajo, que no lo es en absoluto, a día de hoy me resulta un poco insípido y me pasa algo desapercibido entre la riquísima discografía de The Haunted. Curiosamente, aquí es donde me volví a enganchar al día a día de la banda, y eso es porque en su gira de presentación fue la primera (y hasta hoy, única) vez que he tenido la oportunidad de verles en directo. Y ojo que me tuve que ir bien lejos para hacerlo, ni más ni menos que a Australia. En esa época viví un año en el antípodo país y dio la casualidad que vinieron de gira, así que a su paso por Brisbane me acerqué a ver de qué eran capaces. El concierto estuvo repleto de tralla, alguna que otra pelea (algo por otro lado bastante típico en esas latitudes) y un sonido entre malo y muy malo, a veces hasta ininteligible, con lo que no me acabé de quitar del todo la espina. Esa misma gira, por cierto, fue inmortalizada fielmente en el Road Kill.

No creo que haya demasiada duda en que Unseen (2011) es el álbum más controvertido de la historia de The Haunted. Después de ver como en Versus se habían comedido un poco, al enfrentarse a Unseen muchos de los fans más metaleros se bajaron indignados del carro al juzgar que aquí ya se iban inaceptablemente lejos en experimentación y distanciamiento de su propuesta original. A mí, en cambio, este disco me encanta, y la combinación de unos grumos de la tralla remanente de Versus (2008) con influencias de metal alternativo y progresivo y los niveles de histeria melódica más exagerada e infecciosa de los que es capaz de hacer Peter con su voz me resultan la mar de atractivos. La inicial «Never Better» ya apunta bien alto, y cortes como «Motionless», «The Skull», «The City» o «All is Well» me parecen geniales y bien divertidos. Mención aparte para el tema título, que me parece uno de sus temas más pegadizos de la historia de la banda y es una auténtica debilidad personal.

Unseen es una obra disfrutable al 100% de arriba a abajo y me voy a aguantar soltar piropos que harían escandalizar a más de uno. Un disco donde se les nota totalmente desatados, sudando de todo y lanzándose a la piscina con un montón de temas interesantísimos, arriesgados de manera suicida y abarrotados de groove con los que nadie contaba. «No Ghost» explora su vertiente más Panterilla, sureña y pantanosa, «Catch22» y «Disappear» son raruneces deliciosas de inspiración claramente alternativa, mientras que el brevísimo interludio «Ocean Park» suena a una especie de Steven Wilson perverso y vicioso. Esta exuberancia creativa y los quilos de valentía y cojones que pusieron sobre el tapete, desgraciadamente, no acabaron de ser apreciados ni por el público, ni por la crítica ni, me temo, por ellos mismos, ya que este álbum acabó por desatar una auténtica catarsis en el seno de la banda.

Después de cuatro discos brillantes con lo que parecía ser una formación sólida, valiente y madura, llegó la desbandada. En cosa de meses tres de los cinco miembros de la banda se largaron por una razón u otra: el capitán Andreas Bjorler para centrarse en la resurrección de At the Gates (a los que también abandonaría unos años más tarde), el batería Per Möller Jensen a sus cosas (ahora está en una banda bastante interesante llamada Road to Jerusalem) y el vocalista Peter Dolving, cuya personalidad no le permitió tragar con según qué cosas, para dedicarse a sus raruneces habituales. Llegados a este punto, yo personalmente no daba un duro por la continuidad de la banda, pero los dos miembros restantes decidieron seguir la misma estrategia que tan bien les había resultado diez años atrás: volver a lo conocido. Y por ello re-reclutaron a los ex-miembros Adrian Erlandsson a la batería (después de su paso por Cradle of Filth), así como a Marco Aro a las voces. Junto al guitarrista Ola Eglund, esta nueva formación se lanzó a intentar recuperar el éxito que hacía un par de discos que se les resistía.

Mis primeras escuchas de Exit Wounds (2014) me dejaron bastante confundido, ya que me pareció meridiano que la banda había retrocedido diez años para volver al punto exacto en el que estaban cuando Marco se fue al publicar One Kill Wonder (2003), un movimiento que me pareció bastante desconcertante. Y aunque canciones como «Cutting Teeth», «Psychonaut» o la thrashera «Temptation» apuntan bastante claramente en esa dirección, tampoco podemos hacer una afirmación tan radical. Las voces limpias y la práctica totalidad del componente alternativo que había protagonizado la etapa Dolving estan aquí absolutamente desterrados, pero el global del disco se sitúa en algun punto intermedio entre One Kill Wonder (2003) y rEVOLVEr (2004), como si fuera ese álbum de transición que nunca grabaron. Superado el desconcierto, he de decir que Exit Wounds me gustó mucho cuando salió, inconscientemente feliz de volver a la que es, emocionalmente, mi época favorita de la carrera de la banda, pero también es de justicia decir que, con el tiempo, se me ha desinflado un poquito. Canciones como «Eye of the Storm» siguen siendo temazos brutales, mientras que cosas menos habituales como «Time (Will Not Heal)», «All I Have» o «Ghost in the Machine» demuestran que la vuelta a los primeros dosmiles no ha sido tan estricta como parecía en un primer momento.

Disco a disco y paso a paso llegamos al presente y al último disco, por ahora, de la carrera de la banda. Manteniendo la misma formación que en su disco anterior, Strength in Numbers (2017) es una evolución bastante natural y nada rompedora de Exit Wounds (2014), añadiendo incluso más tralla y reafirmando un sonido y una producción afilada y violenta. «Spark» y «Preachers of Death» (con un estribillo muy parecido a «Ghost In The Machine» del disco anterior) tienen una retirada, incluso, a los últimos Slayer, mientras que cortes como la inicial «Brute Force», «Tighten The Noose» o el tema título son trallazos veloces y agresivos a la altura de lo más cafre de su carrera. La experimentación melódica en las voces es totalmente testimonial y por el contrario, introducen un montón de twin leads a las guitarras y elementos algo más heavies. Tampoco no encontramos esas canciones menos convencionales tan habituales en ellos y que o bien nos hacían levantar la ceja o bien nos ponían a mil. Quizás «This Is The End» es la única un poquito rara, con un sonido djent y un espíritu sludge/groove, pero tampoco es que sea una sorpresa mayúscula.

Curiosamente, mis primeras escuchas no acabaron de convencerme del todo, tal y como reflejé en la reseña que podéis leer aqui. Pero al contrario que ha ocurrido con el global de Exit Wounds (2014), un disco que ha acabado perdiendo algo de fuelle, este Strength in Numbers me ha ido satisfaciendo más y más a cada escucha. No diré que me parezca ni siquiera uno de mis cinco discos favoritos de The Haunted, pero sí que me parece un trabajo duro, compacto y a la altura de uno de los legados más interesantes de este siglo.

22 años y nueve discos después, The Haunted han demostrado siempre ser una de las bandas más valientes y con más personalidad del panorama europeo, y a mí juicio no les ha repercutido ni de lejos el reconocimiento que se merecen. Seguro que sus múltiples cambios de rumbo y aparentes bandazos estilísticos que han acabado por alienar a algunos de los fans más casuales, pero me resulta un pelín triste que un bandón de este nivel se tenga que conformar con tocar en la Sala Bóveda (de la que no tengo nada en contra, evidentemente) cuando tendrían que estar en el Razz 2 como mínimo. Espero al menos que después de un porrón de años sin haber pisado nuestros escenarios, esta gira que les traerá aquí junto a Norunda y The Descent goce de asistencias memorables. Yo, por supuesto, no me la voy a perder.

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Sobre Albert Vila 951 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.