Stone Temple Pilots – Purple: 25 años de una de las más brillantes joyas alternativas de los 90

Ficha técnica

Publicado el 7 de junio de 1994
Discográfica: Atlantic Records
 
Componentes:
Scott Weiland - Voz, percusión
Dean DeLeo - Guitarra, percusión, batería
Robert DeLeo - Bajo, guitarra, percusión
Eric Kretz - Batería, percusión

Temas

1. Meatplow (3:37)
2. Vasoline (2:56)
3. Lounge Fly (5:18)
4. Interstate Love Song (3:14)
5. Still Remains (3:33)
6. Pretty Penny (3:42)
7. Silvergun Superman (5:16)
8. Big Empty (4:54)
9. Unglued (2:34)
10. Army Ants (3:46)
11. Kitchenware & Candybars / 12 Gracious Melodies (8:06)

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Reconozco que me estoy malacostumbrando al año 1994, pero además de ser un año hermosamente fructífero -musicalmente hablando-, también fue el año que vio nacer y florecer mi primera relación amorosa. Embrace yourselves. Chapa’s coming…

Por aquel entonces, mis amigos y un servidor de ustedes solíamos frecuentar con bastante asiduidad l’Ovella Negra del Carrer Tallers… la genuina, la original. Recuerdo que, al salir del instituto, íbamos cada uno de nosotros a comer a casa y nos reuníamos en la estación de los ferrocatas de Sant Boi de Llobregat para ir rumbo a Barcelona, con la sana intención de ir a beber algo de cerveza barata y alguna que otra sangría (¡joder, qué buena que estaba la sangría de l’Ovella!). Esa era la idea original: pasarlo bien, reír y regresar a casa en el último bus.

la verdad es que no éramos mucho de salir con chicas; de hecho, creo que en el ’94 no teníamos novia ninguno. Pero ya se sabe que, entre cerveza y cerveza, entre partida y partida al World Rally Championship de Gaelco (para muchos, uno de los videojuegos más recordados), uno se encargaba de controlar con el rabillo del ojo quién frecuentaba las mesas colindantes. Pues una buena tarde, un grupo de féminas ocupó una de esas mesas, y entre ellas estaba la que acabaría por ser mi primer beso de amor.

No sé qué será de Nereida, que así es como se llamaba la afortunada que desvirgó mis labios. No diré que fue un flechazo, porque no lo fue, pero el alcohol y las ganas de probar cosas nuevas hizo que me lanzara a la piscina… ¡y le pedí de salí! Obviamente, ella aceptó encantadísmima, y así se inició una relación que duró… tres meses. ¡Pero qué tres meses, oiga! En esos 90 días, que es lo que le dura un visado de turista en los Estados Unidos, tuvimos tiempo de ir a ver al cine Legends of the Fall (1994) porque ella, además de ser muy de Rubén de Haro, lo era mucho más de Brad Pitt. Eso sí, al poco tiempo fuimos a ver Mary Shelley’s Frankenstein (1994) por eso de compensar y no basar nuestra relación en dramas adolescentes.

Las citas y las visitas, ahora en pareja, a l’Ovella se fueron sucediendo, y llegó el día de su… ¿17 cumpleaños? Joder, ahora tenía que comprar un regalo, ¿no? Efectivamente, eso es lo que toca y yo, previsor donde los haya, me aventuré a una de las pocas tiendas de discos que había en Sant Boi en busca del «regalo perfecto». Recuerdo que no había mucho donde escoger. La sección de música rock era más bien escasa, pero ahí estaba, casi escondido, el Purple de Stone Temple Pilots, llamándome a gritos. Total, que se lo pillé, se lo regalé ante la atenta mirada de mis colegas, y yo diría que no tenía ni puta idea de lo que era; no me extraña que solo estuviéramos juntos tres meses.

De toda esta historia saco dos conclusiones: 1. Que ellas no tienen porqué escoger siempre la película que se va a ver en el cine, y 2. Que yo tenía mucho mejor gusto musical que mi ex, un gusto que me ha llevado a que este año 2019 pueda analizar -con juicio y conocimiento de causa- una joya que, en su día, Nereida no supo apreciar.

En Purple (1994), vemos que quizá Weiland y los suyos se decantaron, más que por unos riffs duros y potentes, por contentar a los críticos. Habían sido criticados severamente ​​por su álbum debut Core (1992) debido a sus fuertes aromas sludgianos. Stone Temple Pilots fueron acusados ​​de ser unos meros imitadores más bien aburridos, una copia barata de Pearl Jam y Nirvana. Se decía que les copiaban todos y cada uno de sus trucos para luego replicarlos para dar como resultado algo que podría calificarse como soso y aburrido. El principal problema de Core es que se empeñaba en sonar muy, pero que muy grunge… y poco más.

Los críticos en esta ocasión dieron bastante en el clavo. Con la excepción de los cuatro singles («Wicked Garden», «Sex Type Thing», «Creep» y «Plush»), que destacan por ser algunas de las mejores canciones de la década de los 90, tan importantes como cualquier hit de Nirvana, de Pearl Jam y de demás bandas del momento. Estas pistas fueron templadas a base de melodía, e incluso tienen un tufillo acústico que las hace rivalizar incluso con los temas de Alice in Chains, la banda con el mejor sonido acústico de la época dorada del grunge.

Purple está a años luz de su debut. Si bien aún conserva ese aroma grunge, le pegan un pequeño giro al asunto modificando las cosas lo suficiente como para hacer que su sonido sea mucho más interesante, y en el proceso se toman la libertad de toser en la nuca de los totems de la escena alternativa.

Por supuesto, la re-escritura, la re-invención de su sonido no hace que este disco sea mejor que el anterior a menos que tenga canciones para acompañar dicha afirmación, y aquí es donde más brilla Purple. Por lo que a mí respecta, este disco es algo así como un disco de grandes éxitos, o una compilación de temas esenciales de principios de los 90. Sin excepción, cada canción es tan buena como los singles que cité anteriormente de Core. Stone Temple Pilots nos presenta un tracklist en el que casi todas las canciones suenan como si tuvieran el potencial de ser un éxito seguro, y mientras los críticos y fans se estremecían al pensar que eso significaba que su formula iba camino de agotarse, a mí me da la sensación de que Stone Temple Pilots cuando mejor lo hacen es cuando saben que pueden acabar por inundar todas y cada una de las emisoras de radio.

El álbum se abre con «Meatplow», que podría ser fácilmente un tema extraído de Core, al tratarse de la pista más grunge de este Purple. La producción, pesada y pegajosa, y el hecho de que carece del encanto de las pistas que le siguen, la convierten en la pista más pesada.

«Vasoline» fue el primer single y es una puta joya. Guitarras rápidas y un excelente bridge, que la convierten en un tema genialmente cantable y tarareable. Es, sin lugar a dudas, de los temas que más destacan dentro del álbum… y posiblemente el videoclip que más veces vi en Del 40 al 1 del Canal +.

«Lounge Fly» tiene una extraña apertura y, gracias a esa tan distintiva línea de guitarra, hacen que sea una de las pistas más inusuales de Purple. Me encantan las guitarras acústicas y lo bonito del canto de Scott Weiland. ¡Qué vocalista más acojonante, joder!

«Interstate Love Song» es, seguramente, su canción más conocida y exitosa. No es difícil ver porqué se convirtió en un éxito a nivel mundial. Pasajes infecciosos y un coro de lo más pegadizo, 100% hecho para satisfacer los paladares de los fans más exigentes. Pero si «Interstate Love Song», la que le sigue («Still Remains») es, en mi opinión, la mejor pista del álbum. Es de esas de ponerle a uno la piel de gallina. Fantásticas melodías.

«Pretty Penny» es, pura y llanamente, un pasaje acústico puro, pero bastante inofensivo. Eso sí, la composición es de primera clase.

Me duele enormemente no decir que «Silvergun Superman» es mi tema favorito, pero me consolaré pensando que durante unos meses sí lo fue. Gran canción de rock hecha para complacer al gran público en 3, 2, 1…

«Big Empty» es similar en cuanto a estilo a «Still Remains», y la banda la prestó para esa joya de banda sonora que tiene la película The Crow (1994). Según he podido leer, la pista fue incluida en el último minuto. es algo así como una canción country que suena alternativa.

«Unglued» es rock en estado puro, y está fabricada a partir del mismo molde que «Vasoline», a base decoros rápidos y repetitivos con potentes guitarras.

En décimo lugar tenemos «Army Ants», la pista -por así decirlo- menos memorable. Suena un tanto deslucida entre tanta gema, pero ese ritmo, por momentos funk, tiene un algo…

Con «Kitchenware & Candybars» la banda nos trae una nota tranquila y conmovedora para poner el punto y final a Purple. La prefiero antes que «Pretty Penny», ya que me recuerda a «Something in the Way» de Nirvana pero con un arreglo de cuerdas sonando de fondo. Segundos más tarde, comienza a sonar una pista oculta, un tema entretenido, sin más. El tema lleva por título «12 Gracious Melodies» (tal como se muestra en la tarta que ilustra la contraportada del álbum) o «My Second Album»… no lo tengo muy claro, y es una parodia de la mayoría de las pistas ocultas, habidas y por haber, que normalmente suelen ser canciones poco ortodoxas que se alejan un tanto del estilo de la banda. En este caso, la banda opta por estilo muy lounge, pero quien canta no es Weiland, sino Richard Peterson, gran fan de Johnny Mathis (el tercer artista que más disco vendió el pasado siglo), de ahí la referencia a él en la canción, así como a la portada de su álbum Olé (1964), que se asemeja «bastante» a la de Purple.

Purple suena mucho más comercial que Core, pero en este caso no es una debilidad. El álbum suena mucho más como una banda que finalmente ha entrado y encontrado su sonido, y son muy buenos en lo que hacen. Cada uno de estos temas nos muestra a una excelente banda que es capaz de producir singles de gran calidad, como los temas que todos quería crear en ese momento. Lo que distingue a Purple, con su sonido comercial, es que suena genuino y es como una evolución natural de la banda, y para nada suena prefabricado (si quieres grunge prefabricado, ahí tienes el Sixteen Stone (1994) de Bush). Purple suena artísticamente legítimo y musicalmente estimulante, a partes iguales, lo que lo convierte automáticamente (y por mi gracia divina) en uno de los discos más emocionantes de la década de los 90.

Rubén de Haro
Sobre Rubén de Haro 526 Artículos
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J'hayber.