Crónica y fotos del Iberian Warriors Metal Fest - Centro Cívico Delicias (Zaragoza), 23 de septiembre de 2017

Skyclad lleva la fiesta a Zaragoza en el día que descubrimos a In Luna

Datos del Concierto

Iberian Warriors Metal Fest

Bandas:
Cruachan + Skyclad + Blood Red Throne + Trobar de Morte + Numen + In Luna + Celtachor + Mileth
 
Fecha: 23 de septiembre de 2017
Lugar: Centro Cívico Delicias (Zaragoza)
Promotora: Iberian Warriors
Asistencia aproximada: 600 personas

Fotos

Fotos por Albert Vila

Nuestra Previa

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Después del éxito que supuso la primera jornada de la edición de 2017 de este Iberian Warriors Metal Fest, llegaba el turno para un segundo día en el que, personalmente, conocía menos a las bandas y los cabezas tenían menos tirón para mí. Aún así, el cartel segía siendo tremendamente equilibrado y configurado con excelente gusto, uniendo grupos más tradicionales del folk metal como Skyclad y Cruachan con la caña más agresiva que se vió durante todo el fin de semana de la mano de bandas como In Luna y Numen. La sala se volvió a confirmar como un lugar cómodo y adecuado para albergar una movida así, con bares económicos, baños de sobra, bancos para sentarse dentro mismo de la sala y, lo que es más importante, un sonido y visibilidad excelente en la mayoría de los conciertos. Envalentonado porque al día anterior pude aparcar prácticamente delante del Centro Cívico Delicias tan pronto como llegué, intenté venir en coche de nuevo, esta vez sin tanta suerte. Aún así, pude aparcar a pocas calles, no sin antes haberme tirado quince minutos dando vueltas de visita turística por los aledaños.

Por culpa de estas pequeñas vueltas, no pude disfrutar del concierto de los gallegos Mileth desde el principio, aunque lo poco que ví me gustó bastante: no solo sonaron ricos y majestuosos instrumentalmente con su pléyade de violines, violas de rueda, banjos y panderetas, sino que la mezcla de las voces de Dana y Marco ayudó mucho a darle un toque personal e interesante al resultado final. Dispuestos alrededor de una calavera de cabra bastante evocadora, y con una presencia escénica potente y perfectamente creíble, con la teatral Dana como gran protagonista, el sexteto de Vigo fué desgranando los temas de su único disco de estudio, una sólida obra de pagan metal bastante cañero que defendieron muy dignamente y que satisfació a aquellos que ya empezaban a llenar la pista de la sala a primera hora.

Los escoceses Celtachor vinieron a tomar Iberia con un pagan metal céltico mucho más agresivo y blackmetalizado de lo que me imaginaba, con ritmos tralleros que se sucedían sin concesiones y una voz brutal y abrasadora que lo dominaba todo. De hecho, si no fuera por la imagen vikinga y algun toque ocasional de flauta 100% céltico, hubiera dicho que se trataba de una banda de black metal con violines. Este violín, por cierto, fué el hecho diferencial y el protagonista de muchos de los matices de una banda bastante divertida que, personalmente, no me transmitió en exceso a excepción quizás de un potente y épico final, pero que gozó de gran parte del público viviéndolos con mucha pasión. Sobre el escenario estuvieron en todo momento potentes, activos y muy agradecidos a la gente por su entusiasta respuesta. Acabaron tan contentos de su primera visita a España que no solo prometieron volver antes de final de año, sino que fueron de los más activos a la hora de mezclarse con el público, charlar con todos, y disfrutar de los demás conciertos de la noche como los que más.

El sorpresazo de esta segunda jornada fueron, de largo, los cántabro-chilenos In Luna. El suyo es un proyecto inusual: hace 6 años el multi instrumentalista chileno Karls Aukka se juntó con el vocalista cántabro Uroksoth Lavín (conocido por su trabajo en bandas como CrystalMoors o Gathering Darkness) para ir componiendo y sacando música en una relación a distancia puramente virtual. Por motivos evidentes de lejanía, jamás habían dado un concierto, pero la organización del Iberian les debió insistir tanto que no se pudieron negar, así que Uroksoth juntó a tres músicos reputadísimos en la escena norteña para dar el primer (y según él, último) concierto de la historia de la banda. Si esto es así, los que lo pudimos ver fuimos realmente afortunados, y los escenarios de la península y de suramérica se perderán una bandaza impresionante. Sonaron como una auténtica apisonadora y su post black metal moderno y atmosférico me atrapó como un imán con su desgarrada melancolía. Visualmente no se quedaron atrás: con guitarrista y bajista encapuchados a lado y lado del escenario, el señor Lavín apareció sobre las tablas enfundado en camisa blanca, corbata y una máscara de cuero negro con cremalleras en ojos y boca. Este atuendo le duró menos de un tema, y a la que se despojó de él se dejaron ir con un vendaval de agresividad cruda y depresiva, conformando un concierto que se hizo muy corto y que resultó casi perfecto a no ser por el abrupto y anticlimático final: tuvieron un problema técnico en un tema y cuando fueron a volver a empezar se encontraron con la negativa de la organización, preocupada porque ya empezábamos a acumular algo de retraso. Una pena este detalle, pero menudo descubrimiento esta banda.

Numen aparecieron sobre el escenario para continuar con el black metal norteño y aportar su granazo de arena a una jornada que, de momento, estaba resultando eminentemente trallera. Si In Luna es un grupo de culto desconocido en directo, los vascos ya llevan veinte años rebentando tímpanos y escenarios con su black metal histérico, violento y veloz. Todo un ventilador con letras en euskera que aplastó a un público que los difrutó con pasión y dejó ir toda su rabia ante la descarga de los de Arrasate. Para poner un poco de contrapunto a tal brutalidad y añadir un componente muy personal al conjunto, el bajista Lander se soltaba de tanto en cuanto con un folklórico toque de alboka, un instrumento tradicional euskaldun de viento en forma de cuerno. En disco tienen más matices, pero lo que vivimos aquí fué una descarga feroz, contundente y monolítica de la que cabe destacar las excelentes luces y las capacidades técnicas, sobretodo en lo referente a velocidad y precisión, que demostraron estos chicos. El momento más emotivo llegó con el recuerdo que tuvieron con Quini, un metalero zaragozano amigo de la banda y muy querido entre la gente de la ciudad fallecido recientemente.

Los barceloneses Trobar de Morte fueron, en parte, la nota discordante en la jornada y en todo el festival, al ser la única banda cuya propuesta está totalmente alejada del metal. Aún así, su folk oscuro, élfico, dulce y medieval le viene como anillo al dedo a este festival en muchos aspectos, y los declarados gustos metaleros de muchos de sus miembros, presentes también en otras bandas, les hacen una elección ideal. Una decoración simple pero efectiva a base de flores, la cantidad justa de humo y un despliegue de instrumentos casi infinto y puramente acústico (gaitas, violas de rueda, violines, flautas, …) ayudaron a crear una atmosfera boscosa, húmeda e hipnótica que resultó perfecta para que la magnética figura de Lady Morte, evocadora con sus sinuosos bailes, su magnífica indumentaria acompañada ocasionalmente de alas y espada, y su voz a lo Loreena McKennitt, brille y enamore a todo el que haya decidido quedarse a verlos. La verdad es que es una suerte que a esta chica, con su delicadeza general sobre el escenario, su pelo ardiente y sus afiladas facciones (solo le faltan las orejas puntiagudas) le guste este tipo de música, ya que se me ocurren pocas figuras más élficas y más apropiadas que la suya. Su concierto fué precioso y supusieron un oasis de tranquilidad y de casi-meditación entre las brutales e impietosas descargas de Numen y de Blood Red Throne. ¡Bravo por ellos!

Los noruegos Blood Red Throne, a su manera, también son un punto algo discordante en este festival, quizás aún más que los amigos de Trobar. La inmensa mayoría de bandas que pudimos ver este fin de semana gravitan de alguna forma u otra alrededor del folk, el pagan y el black metal, con algun tipo de componente, digámosle, tradicional y espiritual, mientras que el quinteto liderado sobre el escenario por Yngve Christiansen no está para tonterías y se dedica básicamente a machacar cuellos sin ningún tipo de control, sentimiento o segundas intenciones. Viniendo como veníamos del estado de melosidad y paz interior en el que nos habían dejado Lady Morte y los suyos, la verdad es que este estallido de agresividad nos sobrevino de forma un poco violenta. Aunque un telón de fondo absolutamente inmenso nos dejaba claro con quién nos las gastábamos, tardamos un par de temas en asimilar la situación: estábamos siendo aplastados por una apisonadadora precisa e impietosamente contundente formada por un montón de personajes bastante curiosos. Para empezar, no sé si eráis concientes que el gran Dimebag Darrell no estaba muerto, sino que llevaba todo este tiempo escondido en alguna esquina de la fría Noruega: Ivan Gujic «Meathook», guitarrista de origen bosnio, lleva el pelo como Dimebag, la barba como Dimebag, pone las mismas expresiones que Dimebag, viste como Dimebag, tiene la misma guitarra que Dimebag y toca con el mismo estilo que Dimebag. Por sí quedaba alguna duda, llevaba también una camiseta de Pantera, con lo que no intentó en ningún momento disimular su absoluta devoción por Dimebag.

El resto de compañeros tampoco se quedaban cortos: armarios de tamaño considerable, despreocupados y fiesteros. Su líder y segundo guitarrista, Død, no llegó hasta el tercer tema (a saber por dónde se perdió el tío), mientras que el señor Christiansen, todo un rey de los molinillos y con un vozarrón enorme, metió un pelín la pata preguntando si estábamos en Cataluña o en España (por suerte la gente se lo tomó a cachondeo). Su concierto se alargó algo más de lo previsto para desesperación de la organización, que ya se veía en las de ayer, y durante la hora larga que estuvieron sobre el escenario, los noruegos descargaron temas brutales como «Homicidal Ecstasy», «Primitive Killing Machine» o la nueva «Gore Encore» para satisfacer con creces al público más trallero y para dar la oportunidad a los que lo son menos a ir a cenar con toda la calma.

Llegaba la hora de dar la benvenida a los grandes cabezas de cartel de esta edición. Los británicos Skyclad fueron recibidos con delirio por el público que llenaba la pista del Centro Cívico Delicias (aunque, por cierto, mi sensación es que había menos gente que ayer). Teniendo en cuenta su amplia trayectoria y su título de percursores del folk metal céltico, esa devoción estaba totalmente justificada, y la banda cumplió con las expectativas puestas sobre ellos sobradamente. Con un sonido nítido y compacto y profusión de sonrisas por parte de todos sus miembros, los de Newcastle dieron el concierto más largo de todo el festival con una mezcla de canciones nuevas y viejas y sin bajar el pistón en ningún momento. Aunque la gente pareció disfrutar por igual de todo su repertorio, personalmente me tocaron la fibra con «The Parliament of Fools», la nueva «Starstruck?» y, especialmente un «The Widdershins Jig» que fué una de las canciones de mi adolescencia y a la que le dieron el lustre que se merece como uno de los grandes clásicos de la banda, con la simpática y divertida violinista Georgina Biddle paseándose entre el público al son de su conocida y coreable melodía.

Otros momentos destacables fueron «Words Fail Me», una canción que no es especialmente animada pero que estuvieron grabando aquí para un futuro videoclip (con lo que confío que todo el público ofreciera sus mejores sonrisas), así como «The Queen of the Moors», un tema interesante lleno de melodías arábigas y orientales y que parece que está inspirado en España y en alguna reina del Al-Andalus. La banda ha mantenido una formación muy estable desde hace unos cuantos años, y parece que el simpático y cercano Kevin Ridley ya ha hecho olvidar finalmente a Martin Walkyier (que por cierto, estará en la edición del 2018 de este mismo festival), mientras que Graeme English y Steve Ramsey siguen ejerciendo como líderes indiscutibles de esta banda, con un estilo que define la personalidad de Skyclad a la perfección. El batería Arron Watson, por su parte, demostró poseer un groove muy infeccioso, pegándole unos hostiazos de consideración a sus parches para que todo el instrumento temblara con violencia a cada golpe. Como curiosidad, cuando finalmente acabaron con el concierto (de forma muy divertida y danzarina, por cierto) y se bajaron del escenario, la gente salió en masa de la sala como es normal, incluído el técnico de sonido. Ante la sorpresa de la mitad del público que aún quedaba allí (y para sorpresa del técnico de sonido, que ya estaba fuera echando un cigarrillo y al que alguien tuvo que correr a buscar), al cabo de unos minutos el grupo reapareció para ofrecernos un bis que, esta vez sí, pusiera el colofón a su festiva y disfrutadísima descarga.

Los miembros de Skyclad pasaron de ser (por un rato) los protagonistas sobre el escenario a ser uno más del público, intercambiando conversaciones y sonrisas con todos y preparándose para disfrutar del último concierto del fin de semana, protagonizado por el que es uno de los grandes del folk metal, los irlandeses Cruachan. Lo suyo es una mezcla de tralla cafre casi black y melodías celtas, y he de decir que, personalmente, no me convencieron del todo. No soy un experto en folk / pagan / viking metal en general ni en esta banda en concreto, pero durante el fin de semana ví algunos grupos (con Grimner a la cabeza) que me motivaron bastante más que Cruachan a la hora de practicar estos mismos estilos. Vestidos con harapos y con una presencia escénica muy interesante, los chicos liderados por Keith Fay, único miembro original, dieron un concierto para mi gusto algo mecánico que, aún así, hizo enloquecer a un puñado de irreductibles que aún aguantaban con las energías al máximo después de siete horas largas de metal potentísimo y emociones varias.

Anunciando que iban con retraso y que durarían hasta que les echaran, los irlandeses fueron lanzando canciones que cubrieron lo largo de su discografía. Algunas muy folk, como «Some Say the Devil is Dead (and Buried in Kallarney)», con su enloquecido acelerón final, y otras mucho más agresivas y metaleras como «I am Warrior», que les quedó fabulosa. Para el bis dejaron la que es probablemente su canción más conocida, y ésta no es ni black ni folk ni todo lo contrario. Para la interpretación de «Ride On» en toda su epicidad requirieron sobre las tablas de la presencia de los miembros de Skyclad, que se subieron de nuevo al escenario para hacer los coros entre risas y con mucha voluntad, aun sin conocerse demasiado ni el ritmo ni la letra. Uno de los momentos más divertidos vino cuando Arron Watson no pudo aguantarse robarle las ganas de robarle el trono tras la batería al titular Mauro Frison, y no la dejó hasta el final con su estilo tan particular y con el vaso de hidromiel entre los dientes. Pedazo de instrumentista el tal Arron. En fin, la descarga de Cruachan a mí me dejó algo frío, pero este episodio final fué simpático y, sin duda, sintomático del buen rollo y la hermandad que se vivió en Zaragoza durante el fin de semana.

Podríamos enumerar, sin duda, algunos fallos organizativos que se pueden achacar a cierta amateuridad, pero creo que todos los que estuvimos en el Iberian Warriors Metal Fest de 2017 pusimos muchísimas más cosas en el lado positivo de la balanza que en el negartivo. A mí, personalmente, el festival me causó una gratísima impresión, desde la elegancia y el criterio en la elección de las bandas a la receptividad y la colaboración de la organización y, por encima de todo, al buen rollo que se vivió entre todos los que formamos parte de este fin de semana: bandas, voluntarios, medios y asistente. Para los ansiosos, la edición de Primavera de 2018 ya ha anunciado un abanico de bandas que generan bastante respeto, encabezadas por el mencionado Martin Walkyier y la presencia de Einherjer, Ereb Altor, Foscor, Batushka o Bölzer. ¡Animaos a ir, muchachos, que este festival mola lo suyo!

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Sobre Albert Vila 951 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.