Crónica y fotos del Iberian Warriors Metal Fest - Centro Cívico Delicias (Zaragoza), 2 de noviembre de 2018

Pyogenesis sorprenden y Ereb Altor arrasan en la primera jornada del Iberian 2018

Datos del Concierto

Iberian Warriors Metal Fest

Bandas:
Ereb Altor + Pyogenesis + Finsterforst + Wind Rose + Gwydion + Griffon + Perpetual Night
 
Fecha: 2 de noviembre de 2018
Lugar: Centro Cívico Delicias (Zaragoza)
Promotora: Iberian Warriors Metal Fest
Asistencia aproximada: 175 personas

Fotos

Fotos por Albert Vila

No sería de extrañar que esto de ir a Zaragoza una vez al año se convierta en una tradición para mí. El año pasado no me pude resistir a un cartel excelente, y lo acabé disfrutando tanto tanto musicalmente como por ambiente que ha sido casi inercia esto de repetir en 2018. Quizás las bandas top no tuvieran tanto nombre como en 2017, pero miradas una por una se vé el curro, el cariño y la coherencia detrás de un line up trufado de propuestas de nivelón y generalmente muy complicadas de ver por aquí. El folk metal original ha perdido un poco de protagonismo (en el segundo día de esta edición no hubo ni una sola banda del palo) pero su lugar lo ha tomado un amplio espectro de estilos dentro del metal extremo que, como decimos por aquí, «fa molta patxoca».

Al venir en coche por la mañana no acabamos de estar al tanto de las redes sociales. Por ello, nos presentamos alegremente en el Centro Cívico Delicias sobre las 16:00 (hora de la teórica apertura de puertas) para encontrárnoslo absolutamente vacío. Dudando seriamente si, por eso de la edad, nos habíamos equivocado de día o de lugar, entramos con cierta cautela y nos encontramos a la gente de la organización, que nos confirmó que, a consecuencia de que los ingleses De Profundis cancelaron su presencia a última hora (demostrando así su gran profesionalidad), la apertura de puertas se retrasaba a las 17:00.

Así que bien, nos fuimos a comer algo en el bar más cercano (donde nos encontramos a los chicos de Perpetual Night en plena sobremesa), para coger fuerzas y prepararnos para una jornada en la que, sobre el papel, no había ninguna banda que me flipara de verdad de verdad (los que más, en serio os lo digo, los propios Perpetual Night), pero donde estaba seguro que me encontraría con más de una y más de dos sorpresas agradables, tal y como empiezo a intuir que es habitual en este festival.

Perpetual Night

Los encargados de dar el pistoletazo de salida a esta edición del Iberian fueron precisamente los granadinos Perpetual Night, la única representación nacional del día y una de las pocas (tres en total) de todo el festival. Hace un par de meses ya tuve la oportunidad de verlos en su visita a Barcelona junto a Vikingore, así que sabía perfectamente lo que me esperaba: death metal melódico de clara inspiración escandinava (en especial finlandesa) que puede llegar a recordar a bandas como Insomnium o los propios Amorphis y que no escatima en melancolía, solemnidad, melodías motivantes y toques doom.

Yo, ya lo debéis saber si sois gente fiel a nuestra revista, tengo una gran debilidad por este estilo, y más aún si se plasma en un discazo como Anatman, publicado a principios de este año y protagonista absoluto de los cuarenta minutos de los que dispusieron. A pesar de que la guitarra rítmica no llegó a oírse nunca del todo y de que en la sala aún éramos bastantes pocos, los andaluces fueron desgranando temones como «Raindrops», «Wild» o «The Howling» para convencer a cualquier fan del estilo de que su propuesta va muy en serio. Aunque no inventan realmente nada, a mí me encantan tanto en disco como en directo, y os recomiendo que les peguéis un escucho si os gusta el death metal melódico y tenéis la oportunidad.

Griffon

Los franceses Griffon suponían el primer gran ejemplo de la variedad que nos esperaba durante todo el fin de semana, ya que su black metal alocado y agresivo no tuvo parangón en ninguna otra banda del cartel. Con la cara pintada, la ropa ensangrentada y preocupantes pintas de desquiciados, los parisinos descargaron toda la tralla de la que fueron capaces, y si bien de buenas a primeras parecía que lo suyo se iba a limitar a lo que me gusta llamar «black metal de ventilador», la inclusión de melodías intensas, partes ultra técnicas y profusión de coros épicos en los largos cuatro temas que interpretaron les dio unos matices muy interesantes que me hicieron pensar dos veces antes de clasificarlos tan rápidamente.

Con el vocalista Aharon como gran referente visual gracias a su esquelética figura, su larguísimo pelo liso y sus ademanes dramáticos y teatrales, los franceses sonaron muy potentes y parecieron convencer sin problemas a la aún poca gente (ya os avanzamos que esto iba a ser la tónica del día y, en gran parte, de todo el festival) que se reunió para verlos. A parte de la asistencia, dos peros: unas luces lánguidas e indefinidas que hicieron la vida imposible a un pobre fotógrafo mediocre como yo, y un final abrupto y extraño que nos dejó como sin saber lo que estaba ocurriendo exactamente. Por cierto, que me comentaron que en su concierto del día anterior en Barcelona junto a Finsterforst e Inmorgon algún hijo de puta les robó el bajo. Últimamente la Ciudad Condal se está haciendo famosa por estas mierdas, y desde aquí le deseamos una sincera y buena sacudida de karma vengador y justiciero al malnacido que perpetró tan deleznable acción.

Gwydion

Los portugueses Gwydion fueron la primera banda de folk metal de todo el festival y, fíjate tú por donde, también fueron uno de los grandes triunfadores del día. Y no solo entre un público que pareció querer demostrar que este estilo es verdaderamente lo suyo, sino también para mí, que no soy particularmente fan (de hecho, nada fan) del folk, del viking, del pagan y de todas estas cosas que (perdón) no acabo de distinguir. Pero una cosa es cierta, en directo este tipo de bandas siempre me acaban motivando, y el sexteto de Lisboa lo logró de nuevo gracias a un set alegre, a una actitud excelente y a un puñado de canciones que hicieron saltar y cantar a un personal que, hasta entonces, parecía bastante poco motivado para hacerlo.

Gritones, bailongos y visualmente liderados por el forzudo (aunque reciente) vocalista Pedro Dias, que además de brincar de un lado para el otro con el pecho henchido tenía un vozarrón de mucho cuidado, Gwydion fueron divertidos de escuchar y de ver, ya que en todo momento tuvieron entre ceja y ceja que eso tenía que ser una fiesta. Con su batería Pedro Correia tocando de pie y haciendo molinillos con el pelo en más de una ocasión y con toda la banda pegándole tragos a un bebercio tan poco vikingo como una botella de vino a morro (lo había visto bien pocas veces, eso), Gwydion se metieron al público en el bolsillo en un santiamén y se retiraron bajo una merecida ovación. Bien por ellos.

Wind Rose

Aunque el Centro Cívico Delicias es un lugar tremendamente cómodo, con un escenario anchísimo y una excelente visibilidad desde todos lados, un par de cosas ya empezaban a quedar claras: la primera, que hoy no iba a venir mucha gente. Menos que la que íbamos a ver al día siguiente y, definitivamente, muchísima menos que la que vimos el año pasado. Por ello, es inevitable que todo se viviera con mayor frialdad y menos épica, y los muchos huecos que se abrían entre el público hicieron que nadie se acabara de atrever a engorilarse del todo.

La segunda es que las luces iban a ser un desastre durante todo el festival. Y ya no solo es que los músicos a ambos extremos de las tablas estuvieran condenados a la eterna penumbra, sino que pareció como si quisieran ahorrar en la potencia de unos focos frontales que nunca pasaron de tenues. Eso sí, seguro que cuando veamos las fotos de dos crackazos de esto como son Marisol Huertas y Unai Endemaño, que por ahí corrían, vamos a flipar, pero para mí, como fotógrafo regulero tirando a malo que soy, esas luces fueron una auténtica tortura que no me ayudaron precisamente a disfrutar de esa faceta del fin de semana.

Hecho el inciso, los italianos Wind Rose fueron los siguientes a subir a escena. Uno pensaría que su folk metal con toques power lo iba a petar bastante entre el público habitual del festival, pero el hecho es que no lo hizo. Después de la contagiosa y potente descarga de Gwydion, se produjo un cierto descenso de intensidad tanto en la energía que recorría la sala como incluso en la cantidad de gente que se quedó a verlos. Liderados por un siempre voluntarioso Francesco Cavelleri y ataviados con armaduras de porexpán que daban bastante el pego, los romanos fueron desgranando canciones de sus tres discos sin acabar de despegar nunca del todo, quizás lastrados por un sonido un pelín apagado durante toda su descarga.

Aunque la gente se los miró con cierta frialdad y parece que su estilo no acabó de caer en gracia entre la masa ibérico-guerrera, canciones como la inicial «Dance of Fire», la potente «Rebel and Free» o la final «The Breed of Durin» (que anunciaron como «su mejor canción») dejaron a las claras que los italianos no van precisamente altos de habilidad compositiva, algo que apreciaron el puñado de fans de verdad que se acumularon en las primeras filas y que tenían toda la pinta de haber venido específicamente a verlos a ellos . Aunque el suyo no es un estilo que me atraiga demasiado, y aunque como digo me dio la sensación que pasaron sin pena ni gloria por el escenario de Delicias, creo que al igual ya demostraron cuando abrieron para Ensiferum y Ex Deo hace unos meses, Wind Rose es una banda con tablas y bastante recorrido.

Pyogenesis

Viendo el cartel de este viernes, es imposible no preguntarse qué coño pintaban Pygenesis allí. Los alemanes, una banda verdaderamente transgresora que a mediados de los noventa se decidió a mezclar doom, metal industrial, punk y rock alternativo (entre otros), son una propuesta mucho menos oscura y mucho más vanguardista (en el sentido que no tienen sus referencias estilísticas y visuales en el pasado) que cualquier otra banda de las que íbamos a ver aquí ese fin de semana. Y mira que hubo gente, porque lo sé, que se hizo una kilometrada para venir a verlos específicamente a ellos, pero la mayor parte del público se lo miró (si es que llegó a mirárselo, que muchos aprovecharon para cenar) con más escepticismo que otra cosa.

Aunque durante mis años mozos eran una banda muy apreciada a mi alrededor, nunca acabé de encontrarle el qué a Pyogenesis. Me producía curiosidad verlos en directo, eso sin duda, pero tampoco habría pasado nada si no lo hubiera hecho, al igual que he vivido la mar de bien todos estos años (no recuerdo por qué me perdí ese concierto a mediados de los noventa en el que vinieron teloneando a los Kreator más experimentales…). Y fíjate tú, hubiera sido una pena no verlos, porque creo que los de Flo Schwartz, único miembro fundador que queda desde que dos de sus componentes se marcharan para formar Liquido y disfrutaran del éxito de masas que supuso un one hit wonder como «Narcotic», dieron el mejor concierto del día y se colocaron fácilmente en el Top 3 del festival. Tal fue la revolución que generaron en un escenario acostumbrado a bandas penumbrosas y con poses oscuras, que mi sensación, casi, es como si los niños hubieran dejado paso a los mayores: las luces se encendieron, tres inmensos telones con P-Y-O aparecieron al fondo y su puesta en escena, potente, energética, estudiada, elegante y tremendamente dinámica y contagiosa me dejó totalmente K.O.

Es una pena que no hubiera mucha más gente viendo este concierto, porque en una sala llena y con ganas de interactuar con ellos habríamos estado ante una experiencia memorable. Y aún así, al alocado cuarteto germano pareció darle un poco igual si éramos diez, cien o mil: ellos no pararon de saltar, de subirse a las plataformas, de hacer poses y coreografías y de dar brincos de un lado para otro sin mostrar un atisbo de cansancio. Vestidos con suma elegancia (y con preciosas guitarras negras mate a juego), su actitud fue absolutamente intachable, con especial mención para un Flo que ejerció de carismático maestro de ceremonias y no tuvo reparos en pegarse un discursito sobre Catalina de Aragón ante la indiferencia del público (que no creo que acabara de entenderlo), bajarse a la pista guitarra en mano o robarle un vaso de hidromiel al bueno de Jero, que tuvo la mala suerte de pasar por ahí cerca con las manos llenas.

En cuanto al repertorio, me costó discernir si se centraron en temas nuevos o viejos, porque a parte de no conocerlos con detalle, todo lo que tocaron me encajó a la perfección en un concierto que se hizo muy pero que muy corto. Empezaron con «Steam Paves its Way», y poco a poco fueron cayendo cosas como «This Won’t Last Forever», «Flesh and Hair» (con gran final a capella junto al público) o «I Have Seen My Soul», canciones que no hicieron bajar el nivel de intensidad ni un ápice durante los cincuenta breves minutos que tocaron. No sé si para la mayoría de asistentes este concierto no pasó de (quizás divertida) curiosidad, pero a mí lo de Pyogenesis me pareció un bolazo que hace que me empiece a mirar esta banda con nuevos ojos.

Y por si no habíamos tenido bastante con el concierto en sí, cualquiera que fuera a comprar algo de merchandising al salir tuvo el privilegio de recibir un «You are so beautifuuul» dedicado a capella por parte de los cuatro miembros de la banda (con el cachondo Mr. Schwartz siempre liderando las ganas de gresca). ¿Qué más queréis?

Ereb Altor

Después del oasis de luz y alegría que supusieron Pyogenesis, la oscuridad y la severidad se apoderaron de nuevo del escenario con la entrada de Ereb Altor. Los suecos dieron el concierto más exitoso de la jornada en cuanto a cantidad y respuesta del público (sin pasar de los 170

, ojo), dejando muy claro quiénes eran los cabezas de cartel a ojos de la gente, que se agolpó por fin cerca del escenario y lo vivió con pasión, ganas y puños en alto. Y ellos no decepcionaron en absoluto, la verdad, porque se marcaron un bolazo solemne y emotivo gracias a su folk metal de clara inspiración Bathory donde no hay lugar para violines o bailecitos. Esto es música para un funeral vikingo: ancestral, antémica, severa y dramática.

Si no me equivoco, la banda liderada por Ragnar ya estuvo hace un par de años en Zaragoza, y quizás es por eso que han desarrollado una relación especial con la gente de la capital aragonesa. Aunque yo nunca les he seguido demasiado, disfruté de ver como descargaban sus temas con potencia, precisión, oscuridad y épica, con la riqueza que le daban sus tres voces y la fuerza escéncia de un bajista muy activo y de un vocalista de presencia imponente. Para acabar su concierto escogieron el que es probablemente su tema más conocido, el energético «Midsommarblod», que acabó de poner el colofón a una brillante descarga que fue despedida por sinceros aplausos.

Si le tuviéramos que preguntar al público, sin duda Ereb Altor dieron el concierto del día. Y si me preguntáis a mí, os diría que tampoco queda muy lejos. Tercera banda de la jornada que me apunto para profundizar en las próximas semanas.

Finsterforst

Los alemanes Finsterforst parecían una elección bastante evidente para cerrar la jornada. Festivos, cachondos y desconcertantes (y sino que se lo pregunten a sus fans al escuchar versiones de Miley Cyrus y Michael Jackson en su último e inclasificable disco YOLO), los friburgueses se pasaron toda la tarde sentados en su mesa del merch construyendo un elevado castillo formado por latas de cerveza vacías, así que os podéis imaginar que llegaron a la una y media de la mañana (llevábamos ya un pelín de retraso) con la moral por las nubes.

Los alemanes (o una parte de ellos, ya que la banda está formada por seis personas, y aquí solo vimos a cuatro) se subieron al escenario ataviados con inesperados y elegantes trajes a juego (camisa blanca y corbata), y lo primero que llamó la atención es que su guitarrista Simon Schillinger se hizo daño (metafóricamente) intentando poner una catenaria que no sé muy bien qué rol iba a tener. A la que empezaron a tocar, de todas maneras, desapareció el cachondeo y la patosidad y la cosa se tornó musicalmente bastante seria. Decidieron disponer el setlist de manera que empezaron con los temas más blackmetaleros y acabaron con aquellos más folk (en lo que me pareció una buena elección). Sonaron muy compactos en todo momento, demostraron una técnica envidiable y, visualmente, la expresividad de cada uno de sus miembros y la ayuda de unos cañones de humo siempre efectistas derivaron en un excelente concierto ante los que aguantamos después de la pequeña desbandada post-Ereb Altor.

Aunque no pudimos disfrutar de las versiones de Miley Cyrus (yo las esperaba con ganas), en el momento en que tocaron «YOLO», el tema título de este controvertido disco que ha puesto un hilarante paréntesis a su trayectoria habitual, los miembros de la banda empezaron a hacer el capullo y a perseguirse de un lado para otro, despertando risas y miradas de desaprobación a partes iguales entre los asistentes. No faltaron himnos al alcoholismo (algo habitual en estas bandas de folk metal), y acabaron su muy buena actuación con dos temazos potentes y pesados como «Zeit fur Hass» y «Mach Dich Frei!», demostrando tener un directo impecable que se habría beneficiado sin duda de una mayor y mejor respuesta de la gente.

Así que a pesar de que el cartel de este viernes estuvo trufado de bandas que no conocía especialmente, la variedad y la calidad musical rayó un nivel elevadísimo. Pero eso no fue suficiente para atraer al público (ni a los medios, que durante este viernes solo estuvimos tres fotógrafos, mientras el año pasado había una decena fácil), y nadie puede esconder que a nivel de asistencia la edición de este año del Iberian ha sido un pinchazo muy por debajo de las expectativas de la organización y de la calidad del cartel.

En la segunda jornada, con bandas de más nombre, habría algo más de gente, pero siempre lejos de la exitosa edición de 2017. Más allá de la supervivencia económica y, en consecuencia, de la continuidad de un festival valiente y con criterio, en una sala a un tercio de su capacidad (o menos) los conciertos siempre se viven con mucha más frialdad y, en consecuencia, con niveles bastante menores de memorabilidad, así que es inevitable que, a pesar de la calidad que se sucedió sobre el escenario, saliéramos todos con una sensación agridulce. Mañana, más.

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Sobre Albert Vila 952 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.