Crónica y fotos del concierto de Ànteros + Santo Rostro - Sala La Nau (Barcelona), 3 de diciembre de 2021

Los bolazos de Ànteros y Santo Rostro en Barcelona nos recuerdan lo bonitos que son los conciertos de verdad

Datos del Concierto

Bandas:
Ànteros + Santo Rostro
 
Fecha: 3 de diciembre de 2021
Lugar: Sala La Nau (Barcelona)
Promotora: Aloud Music
Asistencia aproximada: 200 personas

Fotos

Fotos por Ray Molinari

Después de asistir hace pocas semanas a mi primer concierto en todo 2021 (a mí eso de las sillas y las distancias no me ha motivado en ningún momento, y con unas cuantas experiencias en 2020 ya tuve mas que suficiente), ahora llegaba el momento de abrazar de nuevo la «normalidad» acercándome por primera vez, y por fin, a la gran Barcelona. Esta distinción territorial quizás os suene extraña a los que ya vivís en la capital, pero seguro que los de comarcas entenderéis perfectamente qué significa volver a sentir el gustirrinín que supone el ritual de bajar otra vez, y tras tanto tiempo, a la meca del directo patrio como es el barrio del Poble Nou. En este caso, a una sala La Nau que hasta ahora he pisado poco pero que se postula cada día más como una alternativa perfectamente válida a todos aquellos locales con mucha más solera y pedigrí que pululan por la zona.

Por esas curiosas casualidades de la vida, además, el último concierto al que asistí en Barcelona fue ese gélido AMFest que se celebró hace ahora justo un año en el Castell de Montjuïc, y cuya última jornada cerraron precisamente Ànteros. Así que si obviamos el pequeño detalle técnico de que la primera banda que iba a ver de verdad en mi retorno a la capital era en realidad Santo Rostro, en su condición de teloneros del concierto de hoy, podríamos decir que mi ausencia ha sido totalmente capicúa y que, a la hora de la verdad, no ha sido hasta que el brillante quinteto barcelonés ha decidido volver a pisar los escenarios de la ciudad que me he motivado a volver a venir. Y como ya sabemos que esto de que no dejes que la verdad te estropee un buen titular es de primero de periodismo amateur, pues me quedare tan ancho y así lo afirmaré.

Con o sin titular, el hecho notorio es que Ànteros a mí me flipan, y en realidad me han flipado desde el primer día que di con ellos mientras le pegaba un tiento previo a las bandas participantes en aquel ya lejano AMFest de 2016 que les vio debutar en directo. Así que su fecha hoy aquí, a pesar de ser un poco incómoda y coincidir con el inicio de un largo puente de la Constitución que también va a contar con la visita de mis igualmente adorados Soen, me resultó más que apetecible. Tras haberlos visto ya en múltiples ocasiones (mayoritariamente, de teloneros), hoy iba a ser la primera en la que me los encontraba ejerciendo de amos del cotarro y protagonistas principales de la velada, y si a eso le añadimos la inestimable ayuda de los jienenses Santo Rostro y su prometida y potente mezcla entre los Mastodon más clásicos, el sludge más granítico y la psicodelia más setentera, se nos queda un planazo de noche ciertamente motivante.

Santo Rostro

El hecho de poder aparcar sin problemas a quince metros de la sala no auguraba la mejor de las asistencias, y la poca gente que se acumulaba ante la puerta a pocos minutos de la hora prevista añadía visos de alarmante temor a un posible fiasco de público. Una vez dentro, de todas maneras, ya pudimos encontrar a unos cuantos aficionados expectantes y tímidamente desperdigados a lo largo y ancho de la cómoda y coqueta La Nau, y a medida que pasaron los minutos (y más aún tras los primeras notas) la cosa se fue animando hasta alcanzar una media entrada que acabaría siendo aún más durante la recta final de un concierto que gusto mucho tanto a los que ya tenían claro a lo que venían (y que, con razón, esperaban un auténtico bolazo de Santo Rostro) como a los que, como yo, conocíamos a la banda (craso error, probablemente) un poco de refilón.

Este afamado trío de Jaén cuenta a día de hoy con tres álbumes en el mercado y, tras cuatro años de silencio discográfico, ahora mismo parece estar ultimando los detalles para la publicación inminente de un nuevo trabajo. Y tantas ganas deben tener de enseñar su nueva música que, a pesar de que solo han dado a conocer un par de temas a nivel oficial, en la noche de hoy le metieron caña a un buen puñado de novedades como la inicial «Telarañas» o las prometedoras «Carcasa digital», «Aire» o «Annual» (buenísima ésta). Por lo pronto, en ellas cambian su habitual inglés por el castellano, y mi sensación es que suenan, incluso, un poco más psicodélicas y setenteras de lo que nunca lo habían hecho antes.

Si algo destaco especialmente de un concierto que disfruté mucho y que se me hizo bastante corto es el magnífico, diverso y entretenido equilibrio entre (simplificando mucho) el groove pesado y pantanoso de bandas como High on Fire, el despiporren motivante de cosas tipo Mastodon y un feeling que me recordó a otro de los grandes tótems del metal andaluz como son Viaje a 800 (una de mis bandas ibéricas favoritas de siempre), todo ello sazonado con un aire inequívocamente sabatthiano materializado de forma última y definitiva en una resultona y apropiada versión de «Never Say Die».

A pesar de esa diversidad estilística y de contar con tan solo tres componentes, la muralla sónica de Santo Rostro sonó nítida, coherente y homogénea en todo momento, consiguiendo llenar de pesadez y densidad todos los recovecos de la sala bajo una sombría iluminación que llevó a los fotógrafos por la calle de la amargura pero que ayudó a crear un ambiente oscuro y hasta cierto punto opresivo, ayudando así a atrapar por momentos a un público que, tras cincuenta minutos largos de concierto, acabó sacudiendo la cabeza de forma bastante generalizada.

Una vez recuperados de la sorpresa que fue saber que el chaval que estaba hoy tras los parches no era el batería habitual de la banda sino alguien que había venido a ayudarles temporalmente para esta gira (quién lo diría, la verdad, porque el muchacho lo petó lo suyo), la banda se lanzó, al grito de si estábamos listos para rocanrolear, con la más arriba mencionada version de Black Sabbath (que al principio me sonó un poco a Leño, lo confieso), cerrando su descarga con el apoteósico dúo formado por «Annual» y «One Small Victory». Ése fue quizás el momento mas álgido y potente de todo el concierto y la principal razón por la que dejaron la sala patas arriba y se retiraron bajo una sincera ovación de todos los congregados.

Hablando con parte del público asistente tras el concierto, parece que había hasta cierta sorpresa ante el hecho de que Santo Rostro no fueran los cabezas de cartel de hoy, tal es el prestigio que arrastra consigo la banda jienense. Como os digo, mi conocimiento de su trabajo era hasta ahora bastante limitado, pero tras verlos defenderse sobre el escenario, no me queda sino rendirme hacia su propuesta y darle la razón a todos aquellos que les ven con tan buenos ojos. La solidez, contundencia y confianza de su directo, así como la inspirada pero natural variedad de su abanico sónico me han despertado la curiosidad de bucear con detalle en su discografía y, más aun, de esperar con renovadas ganas la publicación de un nuevo trabajo que debe estar al caer. Bandaza, una más, que demuestra que el doom y la psicodelia han encontrado tierra fértil en una Andalucía cuyos atractivos musicales pasamos por alto demasiadas veces.

Setlist Santo Rostro:

Telarañas
Hylonome
Matriz
Carcasa digital
Aire
Vacío Inicial
Cut My Hand
Never Say Die (Black Sabbath cover)
Annual
One Small Victory

Ànteros

Paladeando aun el buen sabor de boca que me dejó el concierto de Santo Rostro, y tras una pausa bastante corta durante la que los músicos de ambas bandas se apresuraron a dejar el escenario rápidamente listo para lo que estaba por venir, llegó la hora de enfrentarse de nuevo al directo de uno de mis grandes fetiches de estos últimos años. Y es que no exagero si digo que, a día de hoy, Ànteros son muy probablemente mi banda favorita de todo el panorama catalán. Al menos, son los que más y más regularmente escucho. O, como mínimo, unos chavales sorprendentemente capaces de apretar todas las teclas necesarias para que mi patata explote de éxtasis y placer con esa emotiva e intensa mezcla de post rock y post hardcore llena de temazos épicos y pegajosos que, tras solo dos discos (y menudos dos discos, que ninguno de ellos ha bajado del 9 cuando los hemos revisado en esta casa), les ha colocado entre lo mejor que podemos disfrutar por estas tierras a día de hoy.

Aunque estrictamente hablando sean una banda aún joven (se formaron en 2016), la experiencia de sus miembros en otros proyectos (recordemos que Ànteros nació originalmente como «supergrupo» paralelo con componentes o ex-componentes de Viva Belgrado, Toundra, Minor Empires, Syberia o We Are Impala) se nota sobradamente tanto en lo maduro y efectivo de las composiciones como a la hora de representarlas sobre un escenario. De hecho, su «crecimiento» en los últimos años (lo entrecomillo porque si bien a mi juicio hasta ahora han crecido bastante menos de lo que podrían crecer, sí que hay un número creciente de gente que los adora y respeta sobremanera) pone un poco en duda el considerarlos ya como el proyecto secundario o alternativo de nadie.

Ya se que decirlo sonara a fanboy, y no puedo disimularlo porque efectivamente lo soy, pero que en un concierto al que he venido con la intención de cubrirlo acabe tomando poquísimas notas (como así sucedió hoy) es señal que lo que ha emanado del escenario me ha atrapado de verdad y, que en consecuencia, no he encontrado demasiados huecos en los que desconectar momentáneamente de la música, desenfundar el móvil y dejar algunas de mis impresiones por escrito. La verdad es que, haciendo gala de una falta de objetividad – si es que eso existe – alarmante, no me atrevo ni tan siquiera a decir si el concierto fue especialmente bueno ni si sonó especialmente bien (hubo gente, de hecho, que no acabó de mostrarse del todo satisfecha por el sonido), pero lo que si sé es que a mí me encantó de principio a fin y que lo viví con pasión y emoción desde la primera a la última nota. Y, por supuesto, éste es exactamente el motivo por el que decidimos acercarnos a un concierto en última instancia (al menos yo), así que mi valoración personal no puede sino contener todo tipo de efusivos epítetos y alabanzas hacia el (hoy) sexteto barcelonés.

Una vez la evocadora y motivante «Legado» acabó de sonar, de forma enlatada y a modo de intro, por los altavoces de la sala, la banda se lanzó a degüello, y como era de esperar, con esa impresionante «Espectros» que abre …y en paz la oscuridad. Un temazo tremendo en el que sintetizan a la perfección todas las vertientes de su música a base de gritos desgarrados, ritmos trepidantes, pasajes dulces e intimistas, melodías emotivas, riffs pegadizos y un final apoteósico. Tras ella, y siempre sin entretenerse demasiado en la comunicación con el publico, atacaron con otro de los grandes temas de este ultimo disco como es la pesada y machacona «Sombras».

A pesar de contar con un montón de capas y de innumerables detalles (fruto en gran parte de la rica y entrelazada combinación de tres guitarras totalmente complementarias), a simple vista las canciones de la banda siempre acaban sonando fáciles, naturales, sencillas y directas. No hay nada en su música que no (me) entre como cuchillo en mantequilla olvidada sobre la encimera en pleno agosto, y aquí reside para mí su gran mérito: que consiguen ser «accesibles» sin comprometer absolutamente nada de su agresividad ni riqueza musical.

El primer bloque del concierto, dedicado a su último disco, concluyó con la interpretación de «Cenizas», un tema más ligero, «alternativo» y experimental, quizás, que lo que había estado sonando hasta ahora, y cuyo estribillo (si es que a eso de «Vuelca el fuego…» se le podría llamar estribillo) fue de lo mas coreado de la noche. A lo que se lo curran Endika, Víctor y Rubén a las guitarras (tres modelos distintos de Gibson, por cierto, con especial mención a la preciosa Firebird azul cielo de este último), cabe añadir una inapelable base rítmica formada por el sólido bajo de Mau y los siempre entretenidísimos patrones que Oscar se marca a la batería (un tío que siempre parece que va sobradísimo y que tiene un flow fascinante). Hoy, además (no recuerdo si por primera vez), también contaban con un chico ayudando con teclados, sintetizadores, bongos y panderetas, que la verdad es que ayudó lo suyo a dar matices y volumen al resultado final.

El segundo bloque del concierto, dedicado a repasar algunos de los mejores cortes de su primer trabajo Cuerpos celestes, fue igualmente disfrutado tanto por mí como por, creo (digo creo porque en realidad estaba tan metido en lo mío que no me fijé del todo) la mayoría de gente que, dejando atrás mis temores iniciales, ya llenaba fácilmente tres cuartos de la pista. Las canciones de este disco son algo más cortas y menos complejas a nivel estructural que sus nuevas creaciones, pero igualmente rebosan la esencia y la emotividad que la banda siempre ha querido y sabido transmitir a su propuesta.

Pocos días antes del concierto nos habían dejado ir que la idea era tocar sus dos discos «casi» al completo, pero a la hora de la verdad las elegidas fueron únicamente las brutales «Rhea», «Nereid» y «Elara» y la toundrera, instrumental y no menos preciosa «Luna». Cuatro temarrales variados y absolutamente tremendos, sin ninguna duda, pero que quizás (solo quizás, ojo, porque visto en perspectiva creo que el concierto fue impecable tanto en repertorio como en duración) me dejaron con indudables ganas de más.

En el tercer y último bloque, la banda volvió a poner el foco en su último disco, del que solo se acabaron dejando un tema («Escorpion») en el tintero. Ya sé que me repito mas que el ajo con eso, pero ya sea porque los tengo trilladísimos o bien porque efectivamente lo son, todos los temas que tocaron me parecen verdaderos hitazos. Los frenéticos redobles y el aire a chiringuito mediterráneo de la culebrera «Solo mar, solo tierra» no fueron menos, por supuesto, y sirvieron para pavimentar el camino hacia el esperado final que forman la pareja «… el pasaje» y «Ultravioleta». Un cierre apoteósico (y, me consta, una de las canciones favoritas de la propia banda) que acabó de redondear lo que a mí me pareció un auténtico bolazo para reafirmar mi relación de infatuado e incondicional enamoramiento con estos chavales. Ànteros, señores, son la leche.

Además de sudar como un pollino y de salir con una sonrisa de oreja a oreja, este reencuentro con la música en directo de verdad (de verdad sin sillas ni distancias y, en la mayoría de los casos, también incluso sin mascarillas) fue toda una pequeña catarsis que me hizo recordar, por si no lo tenía claro, lo bonito y tremendamente adictivo que es ir a disfrutar de la música en directo. Y si a eso le añades reencontrarte con mucha gente que hacía año y medio que no veías, pues ya tienes el pack completo de felicidad.

Existen ciertas dudas más que razonables sobre si esta «normalidad» va a durar mucho tiempo (y yo no soy muy optimista al respecto, lo confieso), pero mientras tanto no nos queda otra que disfrutar lo máximo posible de todo lo que nos pase por delante. Los que podáis hacerlo de bandones como Ànteros o Santo Rostro, hacedme el favor de no dejar pasar la oportunidad. Mientras tanto, yo me dispongo a completar un fin de semana conciertil de bandera como los de antes con la visita de Soen en el Apolo al día siguiente. ¿Y no es bonito eso?

Setlist Ànteros:

Legado
Espectros
Sombras
Cenizas
Rhea
Nereid
Elara
Luna
Solo mar solo tierra
El pasaje
Ultravioleta

Avatar
Sobre Albert Vila 952 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.