Los 5+1 momentazos del CMF Can Mercader Festival según… Science of Noise

Este pasado sábado coincidían en el Baix Llobregat dos de los eventos metaleros gratuitos más queridos del panorama catalán: el Move Your Fucking Brain en el death field de Molins de Rei, y el CMF Can Mercader Festival en el parque que lleva el mismo nombre en Cornellà de Llobregat. Por supuesto, Science of Noise estuvo sobradamente representado en ambos, pero fue en Cornellà donde, sin haberlo planeado demasiado, nos encontramos un montón de nosotros para disfrutar de los conciertos de Crisix, Seek ‘Em All, Daeria, Jolly Joker y demás pero, sobre todo, para gozar del ambientazo de un parque precioso y que presentó una entrada genial casi desde primera hora. Por ello, y al igual que hacemos a veces con motivo de conciertos mucho más grandes, hemos querido que cinco de los miembros de nuestro equipo que estábamos allí destacaran el momento que más destacan de la noche.

«La gente entendió y respondió a lo que significa un festival gratuito» por Ray Molinari

Un festival gratuito ha de tener dos cosas para que funcione bien: un buen cartel, cosa que se cumplía, y un publico que entiende que hacer botellón o descargarse la música es perjudicial para que estos eventos funcionen. Por suerte, en el Can Mercader Festival, no pasó, y un año más, las colas para comprar tíquets eran largas y constantes, y no porque estuviera mal montado, sino por la gran cantidad de gente que se gastó lo que sería el precio de la entrada en otros conciertos, en las barras, que funcionaron a tope durante toda la noche. Esta es la mejor manera de dar apoyo y demostrar que nos gusta una propuesta, que si vamos a disfrutar de ocho bandas gratuitamente… sí, ocho bandas, que menos que, por educación, dignidad y sentido común consumir en sus barras para que el año siguiente se repita esta fiesta.

Y no solo en las barras, pues los stands de los grupos también estaban llenos de gente hablando con los integrantes, comprando merch, y en los que no eran de bandas directamente, como el de Hardcore Hits Cancer, que fue uno de los puntos más visitados durante el festival, junto el de las cervezas de los Crisix que han hecho con La Lenta Beer o el del RockSchool Barcelona. El apoyo del público estuvo a la altura del cartel, cosa que no se ve siempre.


«El festival de las sonrisas» por Abel Marín

Después de cuatro días de Rock Fest y apenas recuperados de lo que a priori pintaba como un cartel algo aburrido, tenemos la suerte de poder disfrutar en Cornellà, a pocos kilómetros del recinto de Can Zam, de un pedazo de festival (¡gratuito!) con unas bandazas que podían haber ocupado cualquiera de los escenarios del citado festival.

¿Qué momento podría destacar? Buff, me va a costar. La ágil puntualidad para alternar las actuaciones en los dos escenarios, el ambiente en los puestos de merchandising en los que se puede conversar distendidamente con los protagonistas de la noche o colaborando con las asociaciones que dedican tiempo y esfuerzo en alegrar o facilitar la vida a los demás, el reencuentro con compañeros y amigos, el ambiente familiar que se veía y respiraba, etc.

Pero si he de destacar algo son las sonrisas. Posiblemente peque de sentimentalismo (creo que no será ni la primera ni la última), durante la jornada vi sonrisas y caras de alegría en muchos de los presentes, en los miembros de los grupos participantes interactuando entre guiños y bromas lanzadas de un escenario a otro. Creedme eso se contagia, y aunque al principio cuesta calentar a los presentes, el buen rollo en los escenarios nos contagió a todos devolviéndonos a casa sudorosos y sonrientes después de una exitosa edición.


«Crisix se consolidan como una banda espectacular en directo» por Manuel Damea

Por donde pasa está gente no vuelve a crecer la hierba. A estás alturas no voy a descubrir nada nuevo, pero el bolazo que se marcaron fue espectacular. Con una actitud de diez, se les nota mucho las tablas encima de los escenarios de media Europa, van sobrados, solventando fallos o errores con soltura sin agobios y sin que apenas se aprecie cara a la galería. Tienen multitud de detalles y gestos con sus seguidores, tanto durante su actuación como fuera de ella, sin negar ni un saludo, foto etc…

Si te gustan en estudio te volverán loco en directo, con un gran final acorde a un festival espectacular, donde hay que felicitar a cada uno de los que lo hacen posible. Muy grandes.


«La fascinación de, quizás, una futura pequeña metalera» por Albert Vila

Si no fuera porque nuestro compañero y amigo Ricard Altadill me convenció para que subiera al escenario para presentar a los gaditanos Scape Land (una banda que escogí yo presentar, de hecho, porque los tíos me flipan) es posible que ni tan siquiera hubiera asistido al festival. El motivo es que no tenía canguro posible para mi hija Lydia, de 5 años, y la perspectiva de tener que ir desde Granollers a Cornellà para un ratito y volver tan pronto ella estuviera ya frita (algo que presumía que ocurriría más temprano que tarde) no me parecía del todo atractiva, pero como me comprometí a ello, pues ahí que fuimos los dos. Y suerte que lo hicimos así, la verdad, ya no solo porque fue un gustazo descubrir que este festival mola mil y encontrarme y charlar con tantísimas caras conocidas (a la música le hice un caso relativo esta vez, lo confieso), sino porque se acabó por convertir quizás, en el concierto adulto en el que más se ha divertido Lydia, cosa que todo padre metalero y con ciertas intenciones metaloeducativas convendrá conmigo en que hace mucha ilusión.

Y la cosa no apuntaba demasiado bien, la verdad, ya que al llegar al parque poco menos de diez minutos antes de nuestra subida al escenario, a ella tantas prisas y tanta gente de golpe no le hicieron demasiada gracia, así que a la que subimos le dio un ataque de pánico escénico y no solo no fue capaz de lanzar a las masas el huevo kinder que nos entregaron y que, curiosamente, incluía un regalo gentileza de nuestros buenos amigos de Hardcore Hits Cancer, sino que le entró una llorera que costó un buen rato apaciguar, cosa que acabamos logrando mediante escaladas por las piedras y una buena serie de entretenimientos infantiles más. Aún así, y después de haber visto una banda y media y haber paseado por la tupida zona de merchandising, parándome cada dos metros a charlar con, aún, otra persona conocida, Lydia me pronunció por primera vez la tan temida (aunque no por menos esperada) frase: «Papa, me aburro y estoy cansada. ¿Nos vamos a casa?»

Y como la comprendía perfectamente (y quizás ante la desesperación de muchas madres que suelen ser bastante más «responsables» en este sentido que la mayoría de padres que conozco), en vez de retirarnos efectivamente hacia casa decidimos tomarnos un respiro e ir a explorar qué tenía para ofrecernos el Parc de Can Mercader, que al estar abierto mucho más tarde de lo habitual (normalmente cierra a las ocho) estaba sumido en una oscuridad casi total. Y más allá de los fascinantes trenecitos que daban la vuelta al parque y que ya estaban bien guardados, la verdad es que recuperamos bastantes energías jugando con la arena y con varias atracciones sorprendentemente originales y entretenidas. Entre eso y la ingestión de un siempre miraculoso helado, parecía que estábamos dispuestos a volver a la zona de conciertos y alargar la noche un poquito más. No para llegar a ver a Crisix, claro, sino para otear almenos el principio del concierto de Seek ‘Em All. Y así lo hicimos, incluso durante un buen rato más que el principio, y hasta que nos fuimos a pintar logos de Slayer en la humilde zona infantil que desconocía incluso que existiera (yo estoy dramatizando la historia, como siempre hago, pero la verdad es que el festival había muchos niños, incluso hasta tarde).

Y entre pitos, flautas y pentagramas invertidos pintados de rosa y verde fosforito, nos dio casi la una, así que parece que se convertía en una posibilidad real el ver finalmente un par de temas de Crisix. Como aquello estaba a petar (me da la sensación que, vista la afluencia, el rincón del Parc de Can Mercader en el que se celebra el festival se va a quedar pequeño en nada), decidí usar nuestro privilegiado pase de backstage para ponernos justo en el lateral del escenario y así poder observar con detalle las evoluciones de los enloquecidos miembros de la banda igualadina. Porque a Lydia la música le da más o menos igual (incluso me atrevería a decir que el thrash gritón zapatillero de Crisix no es precisamente su estilo rockero de referencia) pero lo que sí que le mola es ver lo que ocurre encima del escenario y sentir la energía que se desprende de él.

Esa decisión fue un éxito incontestable, ya os lo digo, y no solo porque estábamos en primera fila (aunque se oyera como el culo, claro) y porque pudimos escapar de todo tipo de apretones, sino porque más allá de nuestra visión privilegiada de lo que ocurría tanto sobre las tablas como entre el público, los chicos de la banda también nos vieron a nosotros y vinieron a interectuar con ella en más de una ocasión (Requena, a bailar durante del principio de «Brutal Gadget» y Juli,a cantar y a hacer cuernos durante la gran «GMM» y alguna otra), creando en ella memorias y momentos de excitación de esos que auguro como bastante inolvidables (como cuando el bajista de Scorpions le dio una púa hace cosa de un mes o algún que otro encuentro con los siempre divertidísimos Tiki Phantoms). Cada vez que le preguntaba «¿Quieres que nos vayamos?», sus «¡Nos!» eran más y más convencidos, sus cuernos más decididos y su cara de embelesamiento más evidente. Así que vamos, acabamos quedándonos hasta el final y ella acabó absolutamente fascinada con la banda y disfrutando (claro) como la niña que es.

También os digo una cosa: a mí, que en el futuro a Lydia le guste el metal o no me da absolutamente igual. Claro que le ofrezco y le voy a ofrecer la posibilidad, pero que escuche lo que quiera. Pero que pueda vivir desde pequeña lo genial que es esta comunidad y lo jodidamente majo que es prácticamente todo el mundo, especialmente si lo comparamos con otras tribus urbanas (¿aún se usa este término?), sí que me gusta lo suyo. Y, por si fuera poco, después de despedirnos de todos aquellos que ya se iban, en las escaleras infinitas que nos llevaron hasta el coche, pudimos encontrar a una fascinante araña creando, en cuestión de diez minutos, una telaraña brutal, una experiencia infantil que puso el broche perfecto a una noche magnífica. Huelga decir que, al subir al coche, la pequeña se me quedó frita en cuestión de cinco minutos, agotada y extasiada por todo lo vivido. Una noche y un festival que ambos recordaremos durante mucho tiempo.

Y para ilustrarlo mejor, al día siguiente dibujamos (yo) y coloreamos (ella) la escena. ¿Y no es bonito?


«El Baix Llobregat es puro rock ‘n’ roll» por Rubén de Haro

Nunca antes había estado tan involucrado en la celebración de un festival, y qué mejor que liarse en uno que se celebra al ladito de la ciudad que me ha visto crecer. No sé si lo sabéis, pero en Science of Noise, aparte de ser uno de los medios oficiales del festival, hemos participado activamente en la creación del diseño del cartel de este año… y cuando digo «diseño del cartel», no me refiero a que hemos escogido nosotros a las bandas participantes.

La verdad es que no sé si la rivalidad existente entre las que quizá sean las dos poblaciones más importantes de la comarca, Cornellà de Llobregat y Sant Boi de Llobregat, es algo prefabricado o no, pero el caso es que, de igual forma que sucede en otras zonas del país -veáse, por ejemplo, el caso entre Sabadell y Terrassa-, la carrera por llegar más allá y hacer más cosas y mejor que el vecino, siempre me ha parecido que ha existido, y en el ámbito cultural, me da a mí que esta contienda es incluso más feroz.

El Altaveu, el Festival de la Música de Sant Boi de Llobregat que este año celebra su 30ª edición, es un festival 100% público de línea abierta y plural y uno de los más antiguos de toda Catalunya. Partiendo de esta premisa, me temo que muy bien tendrán que hacerlo en Cornellà los organizadores del CMF Can Mercader Festival para no quedarse rezagados, y a tenor de lo acontecido este pasado fin de semana, creo que hay CMF para rato.

Desde la ubicación del festival, hasta la calidad de su propuesta musical, pasando por la organización, este festival ha sido un éxito rotundo. Pero, por encima de todo, me gustaría centrarme en un aspecto en concreto, en los verdaderos protagonistas de que, un año más, el CMF se haya superado a si mismo. Me refiero al público asistente. Ellos han sido el músculo del festival, el eje principal alrededor del cual se ha articulado este éxito. Y lo había de todo tipo. Desde el típico jebi de avanzada edad, ese tipo de público del cual también se nutre un evento con el Rock Fest, hasta jebis que bien podrían ser los hijos de los hijos de estos primeros. Las camisetas de Dio se mezclaban con los chalecos tejanos con parches de Iron Maiden, que a su vez le hacían sombra a los portadores de camisetas de Crisix, que creo que ganaron por goleada. Señores barbudos en medio de púberes que todavía están pensando qué carrera escoger. Ahí radica la magia, el principal caballo de batalla del festival. Público de lo más heterogéneo con un mismo y único objetivo: pasarlo en grande. las nuevas generacions viene pisando fuerte… al menos en Cornellà de Llobregat.

«Éxito rotundo. La mejor y más masiva edición del festival». Esto son los titulares que me llegan desde la organización del evento, y no es para menos, pues pude sentir en mis propias carnes la magnitud de lo allí sucedido. Esto no va de competir, pero sí de escoger, y me quedo con Cornellà. ¡Bravo, CMF!


«El mayor éxito de la historia del CMF Can Mercader Festival» por Ricard Altadill (parte del staff de Can Mercader y VERSATIL)

Antes que nada, hay que dejar claro que esta apuesta es un mérito del Ajuntament de Cornellà de Llobregat, que con su aportación hace que el festival sea posible.

Sota, caballo y rey. No hay otra. Este es el éxito creciente del CMF Can Mercader Festival. Cerramos la presente edición con los mejores números jamás obtenidos, y por este motivo, y en representación del staff del CMF, aprovecho las páginas que me brinda Albert Vila, director de Science of Noise, para agradecerle muy enfáticamente al público asistente que lo convirtiera en una noche inolvidable para todos.

Aun y así, desde el staff somos conscientes de que el balance de lo acontecido no dependerá del esfuerzo y de la cantidad ingente de trabajadores “versátiles” movilizados, pues quien lo definirá y dará el veredicto será la prensa especializada y repito, el público, ya que sin ellos no hay fiesta.

Tampoco (y es una apreciación personal) sabemos si el éxito del rock y del metal gusta a todo el mundo, y repito a título personal, no sé cuál es el futuro del festival. Una vez finalizado el CMF 18, el objetivo del staff del festival no fue otro que el de la integración paulatina de los participarían en la edición del CMF 19, la unión entre todas las bandas, los stands y los medios de comunicación. Esa es la única clave. Todos somos importantes y nuestra fuerza no es otra.

Es un lujazo tener por colegas -y algunos incluso como amigos personales- a músicos del nivel que han actuado en el CMF de este año, y como no, a gente como, Xavi, Héctor, Will, Bea, Javi, Laura, Dani… que le dan vida al CMF. Gracias, gracias, gracias.

See you in 2020? I hope so!!

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