In Flames – Clayman: 20 años del principio del fin (o del fin del principio)

Ficha técnica

Publicado el 3 de julio de 2000
Discográfica: Nuclear Blast Records
 
Componentes:
Anders Fridén - Voz
Björn Gelotte - Guitarra
Jesper Strömblad - Guitarra
Peter Iwers - Bajo
Daniel Svensson - Batería

Temas

1. Bullet Ride (4:42)
2. Pinball Map (4:08)
3. Only for the Weak (4:55)
4. ...as the Future Repeats Today (3:27)
5. Square Nothing (3:57)
6. Clayman (3:28)
7. Satellites and Astronauts (5:00)
8. Brush the Dust Away (3:17)
9. Swim (3:14)
10. Suburban Me (3:35)
11. Another Day in Quicksand (4:06)

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Los suecos In Flames fueron, en algun momento de mi vida, mi banda favorita. Tal y como probablemente os debió pasar también a todos vosotros, mis primeros años formativos en esto del rock y el metal fueron un constante, ávido y apasionado descubrimiento de nuevas bandas, con muchas de ellas impactándome cosa mala y haciéndome vibrar de múltiples formas distintas que ni tan siquiera creía posibles. Al principio del todo fui ultra fan de Aerosmith (aunque solo conociera el Get a Grip), y más tarde fueron Metallica, Iron Maiden, Megadeth, Machine Head y (sobre todo) Slayer los que ocuparon mi trono personal. Para principios de 1996 (a mis 16/17 años), mi abanico de gustos ya empezaba a abrirse al doom, al death, al black metal y a otros géneros más oscuros, pero aunque siempre he tenido el hocico un poco metido en esa escena, lo cierto es que para que algo me guste de verdad necesito una buena dosis de melodía más allá de la agresividad.

Y claro, uno de los géneros que empezaba a apuntar alto en esos mediados de los noventa era precisamente el death metal melódico que se cocía en la ciudad sueca de Göteborg. El triunvirato mágico formado por At the Gates, Dark Tranquillity e In Flames nació unos pocos años antes, pero no fue hasta 1995 o 1996 que saltaron verdaderamente a la primer línea del metal internacional gracias a discos tan históricos y maravillosos como son Slaughter of the Soul, The Gallery y The Jester Race. Y aunque las dos primeras bandas me flipaban (y me siguen flipando), en ese momento fueron In Flames los que lograron conectar a la perfección con lo que buscaba. The Jester Race fue un disco casi perfecto que me escuché hasta la extenuación, mientras que el posterior Whoracle mantuvo sobradamente el nivel y permitió que se mantuvieran cómodamente en la cúspide de mis preferencias.

Curiosamente, a medida que la popularidad el género se empezó a extender por toda Escandinavia y más allá (a finales de los noventa y principios de los dosmiles pegabas una patada a una piedra y te salían una docena de bandas de melodeath), hasta el punto de servir incluso de evidente inpiración para todo un nuevo género como es el metalcore que tanto lo ha petado (y que tanta polarización ha llevado) en lo que llavamos de siglo, estas tres bandas originales empezaron a cogerle tirria al estilo y decidieron apartarse de él para que no los encasillaran más. El propio Mikael Stanne, vocalista de Dark Tranquillity y también de los primeros In Flames, me contaba en esta entrevista que los miembros de las tres bandas (que siempre han tenido una relación muy cercana entre ellos) estaban hartos de ver como tanto prensa como aficionados de todo el mundo se inventaban eso del sonido Göteborg e insistían a meterlos a todos en el mismo saco mientras ellos se esforzaban para sonar únicos.

Como reacción a ello y para reafirmar sus propias personalidades, las tres bandas tomaron caminos bien distintos: At the Gates llegaron a disolverse poco después de la publicación de Slaughter of the Soul, mutando en buena parte en el núcleo de los brutales The Haunted y tardando quince años en volver (con bien pocos cambios estilísticos). Dark Tranquillity tardaron nada y menos en ponerse a investigar y a profundizar en un sonido totalmente personal que a lo largo de los años llegó a incluir matices de rock gótico, post punk o new wave. Ya en Projector (1999) empezaron a desmarcarse un pelín de su género de referencia, y si bien siempre han sabido mantener una coherencia y han evitado irse totalmente de madre, sí que es cierto que han desarrollado una propuesta personal les ha permitido mantenerse como la banda más estable y regular de las tres.

Quizás In Flames fueron los últimos en dejar atrás el death metal melódico, pero cuando por fin lo hicieron ya no volvieron a echar la vista atrás. Ya en Colony (1999) se veían unas ciertas ansias aperturistas que se confirmaron en Clayman (sí, en un ratito pasaremos a hablar de él, no os preocupéis), y a partir de Reroute to Remain (2002) la cosa se descantilló absolutamente mediante un abrazo descarado al metal alternativo, cambiando casi por completo su aproximación tanto a nivel de sonido como de estructura y recursos para desarrollar las canciones. Personalmente, y al igual que les pasa a muchísimos fans de la primera época de In Flames, este cambio tan bestia me ha resultado algo complicado de digerir.

Aún así, lo cierto es que no tengo ningún problema en afirmar y reconocer que a pesar de ser muy distintos estilísticamente a lo que a mí me había enamorado de verdad de In Flames, los discos que publicaron durante la primera década de los dosmiles (Reroute to Remain, Soundrtrack to Your Escape, Come Clarity y A Sense of Purpose) contienen una cantidad considerable de himnos pegadizos y con gancho. En sus últimos trabajos, en cambio (Siren Charms, Battles y I, The Mask), creo que se han pasado un pelín de frenada y a mí me parecen absolutamente infumables, hasta el punto de no haber sido capaz de escucharlos más de una vez sin ponerme a llorar (figuradamente, ojo) recordando lo que habían sido estos tíos para mí. Por supuesto, los suecos (o lo que queda de la banda original – que es nada en absoluto – ) tienen todo el derecho a evolucionar como les plazca (la banda les pertenece a ellos, no a sus fans), y la evolución como concepto me parece algo sano y necesario en cualquier banda, pero en lo personal me parece el cambio más doloroso y abominable de todos los que conozco en toda la historia del metal.

Pero bueno, centrémonos por fin a lo que hemos venido, que no es otra cosa que hablar de Clayman. Como ya comento más arriba, The Jester Race y Whoracle fueron mis discos de referencia de la banda sueca, y aunque me compré tanto Colony como Clayman a la que salieron, la verdad es que nunca llegué a darles tanta cancha como a los dos primeros. Es posible que Colony, a pesar de su portada realmente atractiva y de que no suponga un cambio aún tan fuerte respecto a lo que ya conocíamos, esté un peldañito por debajo de sus mejores obras. Clayman, en cambio, es un disco mucho más completo en su conjunto (de hecho, es un discazo), pero supongo que el hecho de que fuera aquí cuando empezaron a apartarse de su death metal melódico original hizo que me lo mirara con cierta suspicacia desde el primer momento.

Porque entonces quizás aún no lo sabíamos, pero Clayman supuso el salto definitivo y el puente de no retorno entre los nuevos y los viejos In Flames. Se trata de ese disco que los fans old school aún aprecian, mientras que gran parte de la hornada más moderna lo considera el primer álbum que pueden escuchar a gusto. Así que aunque en su momento yo no le hiciera un caso extremo (sí lo suficiente para que me sonaran la gran mayoría de sus canciones, ojo, pero nunca me vicié de verdad a él), sí que se trata de un disco extremadamente interesante de analizar como punto de inflexión en la carrera de los suecos, cuya popularidad y capacidad de ventas a nivel internacional dio un salto que no ha hecho sino verse refrendado en cada uno de sus trabajos posteriores.

Al igual que sus trabajos anteriores y que la mayoría de grandes joyas del melodeath sueco, este disco fue grabado en el mítico Studio Friedman de Göteborg bajo la dirección de su fundador y gran jefazo Fredrik Nordström (que algunos conoceréis por ser también el guitarrista de Dream Evil). Aún así, el cambio en el sonido respecto a esos discos anteriores es bastante patente, y más allá de los registros y los recursos que la propia banda decide usar para expresar su momento artístico, tanto la producción brusca e inconcreta como unas guitarras mucho menos afiladas sirven para pavimentar claramente el camino hacia lo que iba a convertirse la banda en los años venideros.

Sea como fuere, lo cierto es que el disquito viene repleto de temazos, empezando por una inicial “Bullet Ride” que introduce con fuerza tanto la voz quejumbrosa que Anders Fridén nos acostumbrará (y con la que, hasta cierto punto, nos irritará) en los próximos años como la fuerte presencia de unos sintetizadores que ya no van a abandonarnos nunca más. Aún así, las guitarras melódicas (aunque quizás más facilorras de lo habitual) siguen siendo altamente protagonistas y difícilmente van a alienar a ningún aficionado de toda la vida. “Pinball Map” es también un tema aún muy In Flames si no fuera por la producción de algunos pasajes. Sé que se trata de una de las canciones más conocidas y celebrados de toda la carrera de la banda, pero a mí siempre se me ha quedado un pelín a medias y nunca he conseguido que su estribillo (adorado por tantos) acabara de convencerme del todo.

Supongo que si hay una canción que simboliza más que ninguna otra el estado transicional en el que se encontraba la banda con este disco es “Only for the Weak”. Con un pie en las dobles melodías jebis de siempre y otro en la modernidad rasposa e infecciosa que estaba por venir, el tercer tema de Clayman es todo un hitazo pegadizo que ha acabado por convertirse en un himno imprescindible y que ha perdurado cómodamente hasta el día de hoy. De hecho, se trata de su corte más popular en Spotify y es también la segunda canción que más veces han interpretado sobre un escenario, solo superada por “Cloud Connected”. “Pinball Map” y, en menor medida, “Bullet Ride” y “Clayman”, son canciones bastante comunes en directo (y son también las más antiguas que suelen recuperar, ya que la producción pre-Clayman acostumbra a ser repetidamente vilipendiada e ignorada), pero “Only for the Weak” está claramente por encima de todas ellas.

La también pegadiza “…As the Future Repeats Today” sigue un patrón parecido a lo que hemos visto hasta ahora: guitarras melódicas destinadas a inspirar a miles de bandas futuras junto a ruiditos electrónicos y breaks que les acercan al metal moderno alternativo. El bonito e inquitiante principio acústico de “Square Nothing” da paso a un tema magnífico que recuerda, y mucho, a los actuales Arch Enemy. Tanto la mayoría de los riffs como alguna que otra melodía vocal parecen erigirse como una influencia más que evidente en los de Michael Ammott, que eventualmente iban a convertirse en aspirantes a un trono que en esos tiempos ocuparon In Flames. Por cierto, que unos temas más adelante veremos al hermano de Michael y entonces también guitarrista de Arch Enemy, Christopher Ammott (que ahora está en Dark Tranquillity), colaborando con un solo en “Suburban Me”.

La conocida canción que dá título al disco es otro corte excelente que rebosa potencia y confianza y que define a la perfección el nuevo sonido de los suecos. Como muchos probablemente habréis escuchado ya, en motivo de este vigésimo aniversario que celebramos hoy, In Flames han decidido regrabar algunas de las canciones de este disco (justamente, las cuatro más populares que comentábamos un par de párrafos más arriba), con la intención de reeditarlas junto a la versión remasterizada del disco. La única de estas nuevas versiones que hemos escuchado hasta ahora es precisamente la de “Clayman”, y aunque por supuesto el tema sigue siendo magnífico, a mi juicio no hace más que seguir poniendo tristemente en evidencia que los In Flames de antes molaban mucho más que los de ahora.

La inmensa mayoría de canciones de este disco (de hecho, la mayoría de canciones de su discografía) transcurren cómodamente entre los tres y los cuatro minutos y medio de duración, de manera que “Satellites and Astronauts” se convierte en el corte más largo de Clyaman al superar los cinco minutos por tan solo un segundo. Se trata de un tema algo más pesado de lo habitual y, en sus momentos más eléctricos vuelve a sonar un pelín a lo que iban a ser Arch Enemy, pero también a los Metallica de la época Master of Puppets y And Justice for All. Cuenta con muchos pasajes acústicos y más bien atmosféricos que quedan de maravilla, y a pesar de transcurrir en un ritmo algo lánguido, es un corte más que disfrutable que cuento entre los más completos del disco.

“Brush the Dust Away”, por su parte, es 100% In Flames, y a pesar de tener un estribillo que podría recordar al futuro “Take This Life”, tiene a Jesper Strombläd totalmente en su salsa gracias a la profusa cantidad de punteos y guitarreos llenos de melodía que vemos aquí y allí. La magnífica “Swim” alterna todo eso con un montón de recursos frescos y pegadizos tanto a las seis cuerdas como a la voz, y vista en perspectiva, incluso sorprende que a nadie se le ocurriera que podría haber sido un single excelente. Entrando ya de lleno en la recta final nos encontramos con la modernilla, inmediata y divertida “Suburban Me” (con el solo de Chris Ammott), un tema que mola pero que acaba dispersándose un poquito a pesar de que no tiene muchas oportunidades para hacerlo. “Another Day in Quicksand”, por su parte, ejerce de cierre de forma aceptable pero sin aportar nada particularmente especial más allá del magnífico solo casi neoclásico que toma protagonismo cerca de la parte final.

La versión física del CD que yo siempre he tenido acaba justo aquí, y de hecho éste es el final oficial del disco. De todas maneras, para hacer esta reseña he estado escuchándolo en Spotify, y allí se vé completado con dos interesantes versiones que no mejoran a las originales pero que tienen una gracia indudable. La primera es el “Strong and Smart” de los también suecos No Fun At All, incuida en ese estival y maravilloso No Straight Angles que catapultó a los de Ingemar Jansson a la primera línea del punk rock y el hardcore melódico internacional. Da la casualidad que yo soy bastante fan de esta banda y que la tengo trilladísima, así que me resulta muy cuirioso encontrarme esto aquí a pesar de que, en realidad, no aporte muchísimo más que visibilidad y reconocimiento (lo que ya es lo suyo). El objeto de la segunda de estas versiones es todo un hitazo ochentero como es el “World of Promises” de Treat. Se trata de uno de los temas clave del hard rock sueco de esa década que In Flames consigue llevar sin problemas a su terreno y que, sin duda, resulta divertida (si bien no imprescindible) de escuchar.

Ya he ido comentando más arriba que Clayman no es un álbum que me conociera tan de pe a pa en su momento, pero lo cierto es que escuchado a día de hoy siendo un trabajo inspirado e indiscutible que marcó un antes y un después en la carrera de In Flames y, según como, también en la evolución del death metal melódico y sus derivados. El nivel y la confianza en las composiciones de este disco es elevadísimo y la banda es capaz de expresar su madurez a la perfección mientras empezaba a dar pistas sobre por dónde iban a ir los tiros a partir de entonces. El directo The Tokyo Showdown, publicado en 2001, sirvió como testimonio eterno del momento en el que se encontraba la banda al girar el siglo, un documento que acabó por plasmar y cerrar esa primera época que (eso entonces aún no lo sabíamos) ya no iba a volver y que tantos echamos de menos.

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Sobre Albert Vila 953 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.