Ghost – Ceremony and Devotion

Nuestra Nota


8 / 10

Ficha técnica

Publicado el 8 de diciembre de 2017
Discográfica: Universal Records
 
Componentes:
Papa Emeritus III - Voz
Nameless Ghoul - Guitarra
Nameless Ghoul - Guitarra
Nameless Ghoul - Bajo
Nameless Ghoul - Teclado
Nameless Ghoul - Batería

Temas

1. Square Hammer (4:23)
2. From the Pinnacle to the Pit (4:16)
3. Con Clavi con Dio (3:53)
4. Per Aspera ad Inferi (5:00)
5. Body and Blood (3:53)
6. Devil Church (2:17)
7. Cirice (5:59)
8. Ghuleh / Zombie Queen (7:39)
9. Year Zero (5:42)
10. Spöksonat (0:52)
11. He Is (4:44)
12. Mummy Dust (4:19)
13. Absolution (5:22)
14. Ritual (7:41)
15. Monstrance Clock (6:11)

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Supongo que, independientemente de si los adoras o de si les tienes algo de rabia (cosa que puedo entender), nadie me discutirá que pocas bandas de las que han aparecido en los últimos años han dado tanto que hablar en el circo metálico como lo han hecho Ghost. En muchos sentidos, los suecos se podrían considerar «una banda de rock como las de antes»: misteriosos, antémicos, musicalmente accesibles, icónicos, ambiciosos, excesivos e, inevitablemente, aupados por un soporte discográfico y mediático del que ninguna otra banda de rock más o menos joven goza a día de hoy. Aunque esto les ha ayudado a crecer como la espuma disco tras disco y gira tras gira, este es un apoyo que se han ganado a pulso, no solo por su atractiva, fascinante y caricaturesca imagen, sino porque la banda liderada por el recientemente desenmascarado Tobias Forge en su faceta de carismático Papa Emeritus ha conseguido acumular un cancionero de himnos pop / hard rock que no tiene parangón en ninguna banda contemporánea.

Personalmente, mi historia de amor con ellos nació en el preciso momento en que los conocí, unos meses después de la publicación de su disco de debut, llamado Opus Eponymous (2010). Canciones como «Elizabeth», «Stand by Him» o «Ritual» me parecieron, desde ese bendito primer día, irresistiblemente adictivas e infecciosas, y me fascinó ese ahínco por aunar el doom setentero con un cierto toque proto stoner, muchas dosis de Black Sabbath y un espíritu inequívocamente pop, todo trufado de una imaginería satánica infantiloide maravillosa. Infestissumam supuso otro paso adelante: se trata de un disco más grandilocuente, con temas más épicos y menos directos en su mayoría, lo que hizo que algunos fans primerizos se bajaran del carro mientras otros los abrazaban con incluso más fuerza. De ese disco han trascendido temas magníficos como «Year Zero» o «Zombie Queen», pero también cuenta con otros cortes totalmente abandonados como «Idolatrine» o «Depth of Satan’s Eyes», que a mí me encantan pero que la propia banda parece ignorar repetidamente.

En esa época fue mi primer contacto con su directo, en circunstancias difícilmente más adversas: el Sonisphere de 2013, a plena luz del día, y justo antes que empezaran Iron Maiden, con lo que las doscientas primeras filas delante del escenario estaban abarrotadas de fans de la doncella que, al ver la guisa y el rollo que se traían el Papa y los suyos, empezaron a poner muecas de desaprobadora perplejidad, llegando a su máxima confusión cuando me vieron todo engorilado y gritando eso de «Peeer Aspeeraaa Ad In feriiiiii» con el puño en alto. Es cierto que no fue su mejor concierto, pero yo lo disfruté lo suyo en un ambiente prácticamente hostil, ya que los fans de la doncella (y sino que se lo pregunten a My Dying Bride) no son particularmente famosos por demostrar una apertura de mente musical demasiado grande. Curiosamente, ya ves lo que son las cosas, Ghost se han convertido en teloneros casi permanentes de las giras de Maiden por Estados Unidos en los últimos veranos.

Por aquellos entonces ya me declaraba como totalmente fan. Y el día antes de que saliera Meliora, su esperadísimo tercer disco, me fui a la cama con los cascos en las orejas mientras aguardaba a que estuviera disponible en Spotify embargado de emoción adolescente. En esa íntima e introspectiva oscuridad viví una de esas revelaciones catárticas de amor a primera vista como no había vivido desde hacía años. ¿Sabéis esas pocas veces en que escuchas algo con unas expectaciones brutales, y la realidad es incluso mejor de lo que esperabas? Pues eso me pasó con Meliora (2015). «Cirice», «Majesty», «Spirit», «Absolution», … prácticamente el disco entero se acerca a una perfección tan redonda y accesible que estoy seguro que se convertirá en un clásico del hard rock para la eternidad. Cuando se pasaron a presentarlo en una Sala Apolo barcelonesa abarrotada, se respiraba un ambiente de excitación que (una vez más, me pongo la armadura para los que me tilden de exageradísimo) seguro que recordaba a aquellos que iban a ver a Kiss a mediados de los 70 en salitas que se sabía que se les iban a quedar minúsculas enseguida, ante la evidencia que esta gente iban a ser grandes. Pero grandes de verdad.

Desde entonces han vuelto otra vez (un concierto en la sala Razzmatazz algo más frío que el anterior), han ganado un grammy y, como era de esperar, se han convertido en gigantescos, sobretodo en Estados Unidos, en donde lo habitual para ellos ya es llenar pabellones. También desde entonces sus identidades, más o menos secretas, han sido reveladas de forma mucho más fea de lo que me habría gustado. Ghost siempre han jugado con un cierto secretismo en lo referente a la identidad de sus componentes, aunque nunca había habido demasiada duda de que detrás de la figura central de Papa Emeritus se encontraba el sueco Tobias Forge, ex vocalista de Subvision o Magna Carta Cartel (solo hace falta escuchar a estas dos bandas, muy recomendables ambas, para evidenciar que el cantante es obviamente el mismo), pero la especulación sobre quiénes eran los misteriosos ghouls se mantuvo siempre viva. Este misterio se fue al garete de la forma más desagradable a partir de una demanda de varios de ex miembros de la banda contra el Papa, poniendo a la luz que la banda le pertenece enteramente a él y que los enigmáticos ghouls no son más que personajes intercambiables y reemplazables en su mayoría, que han ido cambiando a cada gira, a cada disco y a cada sesión de fotos a antojo del señor Emeritus. Una revelación que, al menos para mí, desluce un poco la mística que les había acompañado desde el principio.

Usando el mismo modus operandi que anticipó la salida del EP Popestar (2016), es decir, sin hacer ningún tipo de publicidad previa, de golpe y porrazo nos hemos encontrado de bruces con este nuevo trabajo de los suecos (aunque físicamente no estará en las tiendas hasta finales de enero). Se trata de su primer disco en directo, grabado en San Francisco (al que el Papa insiste en llamar constantemente «Frisco», algo que encuentro un poco irritante, pero es que así lo llaman los frisquenses) durante la exitosa gira de Popestar, y sirve para mantener a la banda en el candelero a la espera de su esperadísimo nuevo trabajo y para documentar su salto a la primera división del hard rock y a pequeñas arenas, como este The Warfield de la ciudad californiana, que también, por cierto, es el escenario del War at the Warfield que Slayer publicaron en 2003.

He de decir que este disco no me pilla en el momento más cálido ni devoto de mi relación con Ghost, más bien al contrario, ya que aunque racionalmente tampoco diría que esto me importa mucho, mi yo empático y sentimental si que ha quedado un poco chafado ante el aparente despotismo del Papa y lo poco grupal que parece que ha resultado ser todo este proyecto, así que me acerqué a este álbum con un cierto resentimiento. Y al cabo de la primera escucha completa, aunque evidentemente las canciones siguen siendo maravillosas, mi prejuicio se sintió refrendado: el resultado final me parece demasiado limpio, demasiado cuidado y probablemente demasiado aséptico, como falto de alma. Precisamente esto es lo que me pareció la última vez que los vi en la sala Razzmatazz con esta misma formación y ya después de todo el jaleo post-demandas: que todo era más frío que un año antes en el Apolo.

No ayudó nada a mi primera impresión ver como la icónica intro que Ghost siempre usa en sus conciertos, el «Masked Ball» de Jocelyn Pook que se hizo famoso como banda sonora de la película Eyes Wide Shut (1999), es extrañamente cortado de forma abrupta al cabo de unos pocos segundos, en lo que me parece un movimiento absolutamente inexplicable. Si alguien creyó que es demasiado larga, que no la pongan en absoluto, pero no entiendo el motivo para cortarla así. Total, que eso hace que empiece mi escuchas con un semblante algo enfurruñado. Lo bueno es que, a lo largo de las escuchas, éste acaba siendo el único gran pero que acabo por poner le al disco y, de hecho, al cabo de unos cuantos compases del temazo tan absolutamente maravilloso que es «Square Hammer», una canción que ya por si sola justifica la existencia del prescindible EP de versiones que publicaron en 2016 para mantenerse en el candelero, ya no me recuerdo muy bien de qué es de lo que me quejaba.

Los primeros cuatro temas, aunque no estén necesariamente enlazados, constituyen una primera unidad bien definida antes de que el Papa empiece a soltar sus discursitos: «From The Pinnacle To The Pit», «Con Clavi Con Dio» (con gallo incluido) y «Per Aspera Ad Inferi» (introducido por ese «Clappity clap, Frisco» que tiene pinta de que será recordado) acompañan a la inicial «Square Hammer» y dan representación de buenas a primeras a todos los discos de la banda. El repertorio como tal es pastado a lo que han venido ofreciendo en toda la gira, así que no hay lugar para sorpresas, y pone de manifiesto lo admirable que es que, con solo tres discos, ya hayan amasado un catálogo de clásicos absolutamente impresionante, de forma que da la sensación que faltan temazos («Elizabeth», «Spirit», «Idolatrine» o «Majesty», por ejemplo) pero que tampoco sobra casi ninguno (si eso «Body and Blood» y toda su parafernalia de las Sisters of Sin, junto con «Guleh», son las únicas que me chirrían un poco, aunque esta última, claro, viene en el paquete de la gran «Zombie Queen»).

Evidentemente, esos grandes hits que apuntan a clásicos atemporales como «Cirice», «Year Zero», «He Is» o «Ritual» son las canciones más celebradas entre un público que parece (a la espera de ver los vídeos de esta actuación) entregado e incluso algo histérico por momentos (al principio de «Cirice» me remito), pero la hora y cuarto que dura este disco transcurre sin bajones y de forma muy dinámica y entretenida entre los speeches chascarrilleros y en perfecta sincronización de un Papa que cada día parece más cómodo en su carácter, y acabando con un ritual que tiene pinta de que ya se ha establecido para quedarse gira tras gira: «Monstrance Clock» es una gran y épica celebración del orgasmo femenino, con ese final dejando al público cantando a capella eso de «Come together, together as one» la mar de resultón.

Qué cosas. Había empezado rajando y poco convencido pero a cada escucha acabo disfrutando más y más de este disco y recuperando mi cariño en crisis por esta banda tan especial. No sé si Ceremony And Devotion llegará a convertirse en un clásico del directo como tantos álbumes en vivo de esos tiempos en los que los grandes del rock que Ghost pretenden emular aún no estaban de vuelta, pero lo que está claro es que lo intenta, y como mínimo es una fotografía que muestra a una banda destinada a reinar en su mejor momento. Así que, al final, Ceremony And Devotion cuenta con mi aprobación. A pesar de que algún iluminado haya decido recortar la intro.

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Sobre Albert Vila 952 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.