Foo Fighters – Concrete and Gold

Nuestra Nota


6.5 / 10

Ficha técnica

Publicado el 15 de septiembre de 2017
Discográfica: RCA Records / Roswell Records
 
Componentes:
Dave Grohl - Voz, guitarra
Chris Shiflett - Guitarra
Pat Smear - Guitarra
Nate Mendel - Bajo
Rami Jaffee - Teclados
Taylor Hawkins - Batería

Temas

1. T-Shirt (1:22)
2. Run (5:23)
3. Make It Right (4:39)
4. The Sky Is A Neighborhood (4:04)
5. La Dee Da (4:02)
6. Dirty Water (5:20)
7. Arrows (4:26)
8. Happy Ever After (Zero Hour) (3:41)
9. Sunday Rain (6:11)
10. The Line (3:38)
11. Concrete And Gold (5:31)

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Desde la desaparición de Nirvana, por los motivos que ya todos conocemos de sobra, han pasado dos cosas en el mundo. La primera es ese regalo en forma de banda de rock que es Foo Fighters; la segunda, que con el paso del tiempo, mucha gente se ha ido dando cuenta de que el batería de los primeros y el cantante de los que aquí nos ocupan son, en realidad… ¡la misma persona! Bueno, quizá añadiría una tercera cosa, que tiene que ver con esa nueva generación de adolescentes que, inocentes ellos, llevan camisetas de Nirvana adquiridas impunemente en el Bershka de turno. Esa falta de identidad, esa tónica tan de moda hoy en día de, precisamente, seguir las modas a pies juntillas, tiende a crear y confeccionar generaciones de seres sin alma que obedecen los designios y caprichos de unos pocos. Con ello no estoy diciendo que lo nuevo de Foo Fighters carezca de un alma, pero sí del alma al que nos tenían acostumbrados con trabajos anteriores. 

A medida que nos aproximamos al final de este año en curso, uno puede darse cuenta de que el 2017, lejos de ser un año realmente bueno y productivo, musicalmente hablando, nos ha obsequiado con álbumes que, lejos de ser la leche, podrían caerse muertos en algún lugar entre la mediocridad y el ostracismo. Un claro ejemplo de ello es, por ejemplo, la última entrega de Queens Of The Stone Age (Villains), quienes se enquistan en seguir produciendo sonidos que caducaron hace ya más de una década, olvidándose por completo de esa responsabilidad denominada «innovación». Que conste que solo nombro a los de Josh Homme por su más que evidente proximidad con Dave Grohl & Co. En líneas generales, la mayor parte de las bandas majors de ese circo llamado rock’n’roll, han estado contra las cuerdas en los últimos tiempos… y, lamentablemente, eso es exactamente lo que creo que ha sucedido con Foo Fighters y con su Concrete and Gold.

¿Qué sucede cuando ya has alcanzado el estatus de estrella del rock? ¿Qué pasa con los pesos pesados ​​más duraderos del rock más tradicional que ya lo han logrado todo? Simple y llanamente: han de hacer lo que sea por mantener fresca y atractiva su propuesta. Dave Grohl, que quizá sea la superestrella más cotizada del rock actual, nos ha ido regalando toda una serie de nuevos estilos al servicio de la (su) música rock con el paso de los años. Desde que la banda publicara In Your Honor (2005), uno puede encontrar, en toda su obra posterior, de todo un poco: música acústica, eléctrica, en directo, analógica, digital o incluso documentales. Grohl ha tratado, una y otra vez, de sorprendernos con una nueva versión de Foo Fighters con cada nueva entrega. Bueno, rectifico: la esencia, el núcleo, jamás ha variado, pero sí lo ha hecho el recubrimiento exterior, por así decirlo.

El anuncio de una nueva entrega, el anuncio del nacimiento de una nueva criatura de Foo Fighters, siempre genera una gran expectación, en mi opinión quizá algo desmedida. Se trata de una expectación que, en la mayoría de ocasiones, carece de una base realmente sólida y que en esta ocasión, desgraciadamente, es sinónimo de frustración más que de otra cosa. Quizá, la elección de un productor que se ha labrado un nombre dentro del universo pop, gracias a sus trabajos con artistas como Sia, Kelly Clarkson, Pink o Lily Allen, no sea la más adecuada, pues parece que (no creo que deliberadamente) haya conseguido que el sonido de la banda se aleje de lo que realmente es el sonido Foo Fighters. Estamos hablando de Greg Kurstin, el encargado de hacer que suenen quizá más grandes, lujuriosos y ¿comerciales?, pero que también es uno de los culpables de la pérdida de identidad de la banda, entre tanto arreglo y esa más que evidente falta de potencia y de decibelios. Por todos es conocida esa aptitud que Grohl tiene para los riffs feroces y coros emocionalmente crudos y con él, con Kurstin, Foo Fighters ahora incluso mezclan diferentes géneros dentro de una misma canción, de la manera más repentina y caprichosa. Quizá el álbum sufra un poco de una complejidad algo forzada que a veces le impide alcanzar cotas más elevadas, pero es un disco interesante y uno no puede negar la evidencia: está muy bien orquestado e interpretado.

El bueno de Dave Grohl ha descrito este, su noveno álbum, como si Motörhead reinterpretaran el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) de los Beatles. Cuanto menos, a priori, interesante alegato, que creo que es muy certero. ¿Os apetece comprobarlo por vosotr@s mism@s?

El escaso minuto de duración de «T-Shirt», que no es más que un acto acústico inicial seguido de unas guitarras eléctricas hacia el final, es un claro ejemplo de lo que está por venir: melodías más o menos grandes, junto a explosiones demasiado puntuales de electricidad y descaro rock. La suciedad de las guitarras de «Run», engañoso primer single de este trabajo, está manchado por unas voces demasiado distorsionadas, pero que pueden ser recurrentes y más o menos graciosas si las acompañamos de unos viejecitos que la lían parda en un asilo para la tercera edad. Del mismo modo, «La Dee Da» también es algo decepcionante debido a esos gritos y a ese exceso de distorsión, lo que es una lástima porque debajo de todo ello hay una mucho mejor canción tratando de asomar la cabecita.

Dave Grohl siempre ha tenido la capacidad de crear momentos realmente «especiales», por llamarles de alguna manera, en todos y cada uno de los trabajos anteriores de la banda, y los momentos iniciales al más puro estilo bossa nova de «Dirty Water» ponen sobre la mesa esa habilidad. Otro claro ejemplo de ello es «Happy Ever After (Zero Hour)», que quizá sí tenga algo de similitud con alguno de los temas de los de Liverpool.

El mismísimo Sir Paul McCartney fue reclutado para tocar la batería en «Sunday Rain», en la que Taylor Hawkins, batería de la banda, se lleva el premio a la mejor interpretación vocal del álbum, con ese don que parece que tiene para esos ritmos rock tan clásicamente setenteros. No en vano, ha demostrado en reiteradas ocasiones su admiración hacia artistas como Queen, Van Halen, Alice Cooper o Aerosmith, gracias a sus trabajos paralelos con Taylor Hawkins and The Coattail Riders y The Birds of Satan. Estos seis minutos es todo un inesperado high-point. Otras apariciones destacadas incluyen a Justin Timberlake en «Make It Right», todo un hit muy hippie que perfectamente podría formar parte de la banda sonora de una generación que creció entre kilos de ácido y guitarras ardiendo sobre los escenarios. Todavía más raro se nos hace escuchar a Shawn Stockman de Boyz II Men en la evidentemente pinkfloydiana pista que da nombre al álbum. En la variedad está el gusto.

«Arrows» también pasa el corte con nota por ser la pista más convencional de Foo Fighters dentro de un álbum en el que abundan temas que son demasiado «normalitos» como para prestarles una excesiva atención… salvo uno, que lo he reservado para el final. Me refiero a la sublime y mágica «The Sky Is a Neighborhood», todo un cuento de hadas que perfectamente podría haber venido de la mano del mismísimo Steven Spielberg. Este tema tiene un no sé qué especial que te abduce a presionar el botón de repeat una y otra vez. Sin lugar a dudas, si este tema fuera una chica, la llevaría al drive-in más cercano y no me cansaría de meterle mano mientras «vemos» Close Encounters of the Third Kind… un par de veces, mínimo. Hacía tiempo que una canción no me atrapaba tantísimo. Os recomiendo a aquellos que la habéis pasado un poco por alto que le deis una y mil oportunidades más pues, en el contexto del disco, es un tema que realmente destaca.

Podríamos concluir diciendo que Concrete and Gold es la paradoja ideal de una banda que quizá haya querido ir demasiado lejos tratando de mantener su más que merecida buena fama, mientras trata de recuperar a los (pocos) fans que quizá hayan perdido por el camino.

La ristra de hits de Foo Fighters es prácticamente infinita. Durante esta gira en la que actualmente están inmersos, y que hace un par de días les trajo por Barcelona, seguramente temas como «Monkey Wrench», «My Hero», «Everlong» o «The Pretender» serán los más coreados por la audiencia, lo que convertirá a Concrete And Gold en un álbum más de Foo Fighters, de la misma manera que los mismísimos Rolling Stones cuentan en su haber con obras más o menos normalitas y estándar que existen para justificar otras obras mucho más dignas y loables. Lamentablemente, solo tres o cuatro canciones destacan lo suficiente como para ser recordadas por los fans en el futuro. El resto de temas incluidos en esta, su última entrega, serán almacenados en la memoria, me temo que a largo plazo, para nunca más ser escuchados de nuevo.

Rubén de Haro
Sobre Rubén de Haro 526 Artículos
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J'hayber.