Crónica y fotos del Be Prog! My Friend - Poble Espanyol (Barcelona), 29 de junio de 2018

Unos espectaculares A Perfect Circle ponen la guinda a una gran primera jornada de Be Prog

Datos del Concierto

Be Prog! My Friend

Bandas:
A Perfect Circle + Pain of Salvation + Baroness + Oranssi Pazuzu + Barrena
 
Fecha: 29 de junio de 2018
Lugar: Poble Espanyol (Barcelona)
Promotora: Madness Live!
Asistencia aproximada: 4000 personas

Fotos

Fotos por Josep M Llovera (iMago Mei) / Aránzazu Peyrotau (Be Prog)

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A pesar de que hacía ya dos años que no pisaba el recinto del Poble Espanyol (por culpa de ese doloroso e injusto solape que hizo que el año pasado los barceloneses ávidos de festivales rockmetaleros tuvierámos que escoger con dolor entre el Be Prog y el Rock Fest), parece que fue ayer mismo cuando disfrutaba de ese maravilloso encuentro con Steven Wilson que me hizo verlo todo con otros ojos, del descubrimiento que fueron Agent Fresco o de esos Opeth que, aún siendo grandes, no lograron superar el bolazo de dos años antes. En este breve quinenio de vida, el festival barcelonés ya ha logrado hacerse un hueco en el corazón de los muchos que lo consideramos una cita indispensable del principio del verano: cómodo, elegante y sibarita, el Be Prog es una garantía de que vas a poder disfrutar de conciertos absolutamente memorables. Te gustarán más o te gustarán menos las bandas elegidas en cada edición, pero cada concierto aquí es un evento en sí mismo.

Este año se repetía por primer vez el formato de la edición anterior: dos días con carteles equilibrados de alto nivel en ambos, con el aliciente especial de la presencia del mayor cabeza que nunca ha pisado este escenario. A Perfect Circle, como veremos más adelante, dieron un concierto para la historia, pero el presumible caché estratosférico de los americanos hizo que el cartel se viera quizás un poco descompensado: todas las bandas tenían una calidad indiscutible, eso es evidente, pero no estoy seguro que la capacidad de convocatoria de la mayoría de ellas fuera suficiente para acabar de abarrotar un Poble Espanyol que, por desgracia y a veces pienso que inexplicablemente, no estuvo ni mucho menos abarrotado.

Si esa apuesta tan descarada por A Perfect Circle y sus consecuencias en la elaboración del cartel fue un acierto o no es algo que supongo que ya se verá en un futuro no muy lejano. En todo caso, a mí me dejó uno de los mejores conciertos que he visto en este festival y también uno de los mejores del año. En realidad no hubo ni una sola banda que no me impresionara en mayor o menor medida. No todas me llegaron al estómago ni me hicieron saltar de mis zapatos, por supuesto, pero como ya iremos viendo aquí y en el siguiente artículo, todas tuvieron algo que las hizo destacar y que las hará perdurar en mi memoria. En realidad, ésta es una de las grandes magias de este festival.

Además de los indiscutibles cabezas de cartel, la jornada del viernes reunía a la inmensa mayoría de bandas que yo, personalmente, tenía especial interés por ver, todas ellas con una propuesta muy distinta: los andorranos Persefone, una de las mejores y más interesantes bandas de death metal progresivo que existen a día de hoy; los encantadores Baroness, después de seducirnos en su última visita a la sala Apolo hace un par de años; Daniel Glindelöw y sus Pain of Salvation, con un disco excepcional bajo el brazo y con ganas de resarcirse de su desafortunado concierto en este mismo escenario hace ya cinco años. Finalmente, Oranssi Pazuzu, una banda que no me acaba de atrapar en disco pero cuyas referencias en directo son tan entusiastas que me han hecho hypear incluso a mí. Y aún se cayeron Katatonia, así que imaginaos.

El pistoletazo de salida de esta primera jornada iba a tener lugar a las 17:15, del viernes y yo, con toda mi alegría, llegué a las 17:00 pasadas convencido de que iría directo a la taquilla de prensa y para adentro. Aún me iba a dar tiempo a tomarme la primera cervecilla, pensé. Pero al plantarme delante de la puerta del recinto, un amable señor de seguridad me mandó montaña arriba, a hacer cola como todo el mundo. Corté hasta tres calles hasta colocarme al final de varios centenares de metaleros y progueros con cara de triste resignación, sudado y acalorado después de haber subido desde Gran Via por el camino más corto pero más empinado.

No deja de ser una alegría que tanta gente se molestara en venir a primera hora para asistir a la descarga de Persefone, pero viendo la velocidad de caracol cojo con la que avanzaba la cola, parecía claro que me iba a perder el principio (y quizás algo más) de la actuación de los andorranos. En esas que, como bajado del cielo, apareció el amable señor de seguridad de antes cargando con su cuerpo y su uniforme cuesta arriba, más sudado y más acalorado que yo, berreándole a la cola que si había alguien de prensa que pasara directamente al principio. Y en cosa de cuatro minutos de reloj, estaba plantado delante del gran e imponente escenario del Poble Espanyol, cervecita en mano.

Persefone

Aunque uno pueda pensar que, por el hecho de ser «los de aquí», Persefone eran la banda de perfil más bajo de todo el festival, el suyo era uno de los conciertos que más ganas tenía de ver. Con un catálogo impresionante y una trayectoria en ascenso permanente, el sexteto andorrano ha logrado ganarse la posibilidad de abrir esta edición del Be Prog (algo nada fácil, teniendo en cuenta el nivelazo de todas las bandas que han ido pasando por aquí año tras año) por sobrados méritos propios. Con su death metal progresivo épico, ultra técnico y trallero, la banda liderada en escena por el enérgico Marc Martins centró los 45 minutos que estuvieron encima del escenario enteramente en canciones de sus dos últimos y espectaculares discos (Spiritual Migration y Aathma). Con la inicial «A Great Reality» aún tuvieron algunos problemas con el sonido, pero a la que arrancaron con la fabulosa «Stillness is Timeless» (mi favorita de su nuevo disco, que ya es decir) eso fue una bacanal.

«Living Waves», «Prison Skin»…. las canciones fueron pasando y, aunque el sonido nunca fue perfecto (de hecho, sin ser horrible para nada, quizás fue de lo peor de esta edición de un festival que destaca habitualmente por una calidad pristina en este sentido), Persefone se fueron haciendo más y más con el escenario a base de una propuesta muy personal basada en la brutalidad, la épica, la calidad técnica y una sincera simpatía y agradecimiento hacia los muchos que ya nos reuníamos para verlos, ganándose una sonora ovación cuando se descolgaron sus instrumentos después de interpretar la fabulosa final «Aathma (III): One with the Light». Aunque yo me temía que iban a ser una banda demasiado trallera para el asistente medio de esta edición, la gente respondió muy bien y muchos me comentaron que, a pesar de no conocerlos a priori, fliparon con su propuesta.

Por cierto, que ya sabemos que este festival es un evento de proyección indudablemente internacional, pero sorprendió que Marc se dirigiera al público, aún mayoritariamente local, en su inglés con ligero acento de La Seu d’Urgell. Supongo que será la cotumbre, ya que por desgracia una propuesta como la suya tiene bastante más futuro (y presente, que los andorranos ya han girado un montón de veces por Europa y por Asia) fuera de nuestras fronteras que dentro, pero me pareció una decisión algo exagerada. Esperemos al menos que su actuación en el Be Prog haya servido para ponerlos en el radar de mucho más público local. Por calidad y originalidad no será, eso seguro.

Baroness

Después de hablar con la gente que me fui encontrando a modo de primera toma de contacto, decidí que la mejor manera de combatir el calor imperante era con una segunda cervecita. Maldita la hora que se me ocurrió eso, ya que por culpa de mi cabezonería me tiré en la barra ni más ni menos que los cuatro primeros temas del concierto de Baroness, ebulliendo en exasperación ante la lentitud de algunos camareros y la presencia de solo dos tristes tiradores de cerveza para toda la barra lateral. Y aunque pude seguir el principio de su puntual descarga sin demasiados problemas (no es que la barra estuviera lejos del escenario precisamente), me costó un poco entrar al cien por cien en el bolazo que se pegaron los americanos, teniendo como tenía un ojo en los músicos y el otro clavado en los camareros.

Liderados siempre por el barbudo y siempre sonriente John Baizley, poseedor de un moreno sorprendentemente intenso (me parece que ya se han comido más de un festival a media tarde con el sol de cara como el de hoy), los americanos empezaron su concierto con un temarral como «Take My Bones Away», que dio paso a una pléyade de canciones más o menos repartidas por lo ancho de su impoluta discografía, con protagonismo creciente para sus discos más recientes. «March to the Sea», «Little Things», «Morningstar», un «Shock Me» que sonó a hit, «Chlorine and Wine» o «Eula» fueron algunos de los mejores momentos de una banda que ya me encantaba antes de venir y en los que me reafirmé totalmente con su excelente descarga. Y eso a pesar de que, una vez más, se olvidaran prácticamente por completo de las canciones de su maravilloso disco de debut, interpretando únicamente, como siempre, la final «Isak», un tema que a mí personalmente no me dice gran cosa.

A pesar de haber visto a Baroness hace un par de años en la Sala Apolo, la cara de los componentes del grupo (más allá de Bayley) no se me quedó para nada. De lo que estoy casi seguro es de que entonces no había ninguna muchacha en la banda (¿verdad?), y la presencia hoy de la pequeña y enérgica Gina Gleason a los coros y a las seis cuerdas le dio un extra de dinamismo a su descarga. Además, por si no os habíais enterado, su batería Sebastian Thomson tuvo que volar de urgencia a Estados Unidos coincidiendo con la celebración del Hellfest la semana anterior, con lo que en el festival francés se vieron obligados a dar un concierto acústico improvisado. Lo fans barceloneses (y también los madrileños, ya que, al igual que A Perfect Circle, hicieron doblete con el Download) estuvimos de suerte, ya que el bueno de Sebastian ya volvía a estar aporreando los parches como si nada hubiera pasado.

Aunque a priori uno podría pensar que Baroness no tienen mucho de prog al uso, los americanos se arrancaron con algun que otro momento psicodélico que hizo que pudieran parecerlo y todo. Y en todo caso, la abundancia de camisetas de la banda entre el público (incluida la mía) y la respuesta unánime que recibieron por gran parte de la gente dejaron claro que, prog o no, gozaban del apasionado beneplácito de la mayoría de los presentes, que ahora sí ya empezaban a llenar la plaza Mayor del Poble Espanyol, generando ese ambiente tranquilo y amigable de plaza de pueblo en Festa Major que tanto nos gusta de este festival.

Pain of Salvation

Con Pain of Salvation empezaban los platos realmente fuertes del día, y por ello todo el mundo se posicionó lo más cerca del escenario posible para ver como Daniel Gindenlöw y los suyos nos presentaban, al igual que ya hicieron hace cosa de un año y pico en la sala Bikini, el grandioso disco que es In the Passing Light of Day. Además, seguro que querían resarcirse de la desafortunada actuación en la primera edición del Be Prog. Quizás no fue culpa suya, pero ese día de 2014 cerraron el festival con un sonido infame que les hizo para nada justicia. No sé si ellos se acuerdan, pero muchos de los asistentes seguro que sí.

Que Daniel es un tío (muy) atractivo no creo que hay nadie que lo ponga en duda (tampoco él, creedme). Para algunos, esa evidencia exhuberante es motivo de suspiros de deseo y admiración, mientras que a otros su eterna sonrisa seductora y sus pectorales al viento a la mínima que puede son una causa de irritación incontrolable y casi exasperante. Ambos perfiles me vocalizaron sus puntos de vista con pasión y convencimiento durante y después de su concierto, así que sé de lo que hablo. Como siempre (jodido géminis), yo me sitúo a medio camino: el líder incontestable de la banda sueca me parece, además de sexy de cojones, un tío simpático y carismático, sensible y ocurrente, pero sin duda un pelín exagerado en su pose. Pero en todo caso, (permitidme el comentario facilón, sexista e intencionado del día), pudiéndolo petar en cualquier formato de masas que base su éxito en videoclips sin camiseta, es de agradecer que ponga todo su talento, que es muchísimo, al servicio de un estilo tan sufrido como el prog.

Hablando de camiseta, me sorprendió que le durara ni tan siquiera las tres primeras canciones, pero al contrario, aunque estba abierta por todos los costados, se mantuvo todo el concierto con ella. Esas tres primeras canciones, por cierto, fueron las mismas que abren su último disco: la genial «Full Throttle Tribe», la rapeada «Reasons» (razones enumeradas en castellano para la ocasión, por cierto) y la potentísima y pegadiza «Meaningless». Quien sí que ya salió sin camiseta desde el minuto uno fue el guitarrista Johan Halgren, que además de unas rastas muy apropiadas para hacer molinillos de diámetro considerable, demostró tener una voz aguda deliciosa que le daba un contrapunto perfecto a la de Daniel.

Después de ese principio contundente y convincente, a Daniel le dió por arrancar con una larga cherrameca que si bien a mí me pareció bastante ocurrente, creo que aburrió sobranamente a gran parte del público. Una cosa que me hizo gracia, por ejemplo, es que antes de empezar con «Linoleum», y no recuerdo por qué, preguntó si había algun noruego en la plaza: curiosamente, se levantaron los cinco o seis brazos más blancos de todo el recinto. Después de esta gran canción, el concierto fue subiendo y bajando de intensidad, perdiendo por el camino a algun que otro curioso que abandonó sus posiciones para adelantar la hora de cenar. Tienen temazos, los ejecutan brutalmente y son gente de recursos (tanto en sonido como en la construcción de canciones) originales, pero en algunos de los (largos) pasajes más lentos tendieron a dispersarse un poquito.

Es curioso lo de Pain of Salvation, porque se trata de una banda con un cierto poso de accesibilidad que tan pronto se saca de la manga un single casi mainstream para tener a las adolescentes dando palmas como te suelta bizarradas rebuscadas de doce minutos que no entiende ni el tato. Pasajes de cuenta cuentos, solos brillantes, melodías sensibles y épicas o excitantes loops densos y complejos se alternaron con momentos algo más tediosos para formar un concierto de una calidad indiscutible pero algo lleno de altibajos. Eso sí, el final con los brutales quince minutos que resultan en «In the Passing Light of Day» fue absolutamente maravilloso, así que me voy a quedar con eso.

A Perfect Circle

Es evidente que A Perfect Circle eran el grandísimo reclamo de esta edición del Be Prog. Había incluso gente, lo sé, que había pagado los noventa eurazos de la entrada de día para entrar poco antes que empezaran y salir de nuevo inmediatamente tras las últimas notas de su concierto. Allá ellos, claro, pero incluso yo mismo, que nunca he sido particularmente fan de la banda más allá de sus temas más conocidos, venía con el hype por las nubes: tuve la gran suerte de que este concierto me pillara totalmente enganchado a su último trabajo «Eat the Elephant», el primero en catorce años, con lo que llevaba tarareando temas suyos desde hacía semanas. Ese tipo de alineaciones de astros no suelen ocurrir, así que venia con las ganas a tope de disfrutarlo.

Y la verdad es que Billy Howerdel y los suyos, incluida la sombra penumbrosa que me imagino que correspondía a Maynard, me lo pusieron bien fácil: con un sonido sencillamente perfecto y un escenario y unas luces deliciosas, se pegaron una hora y cuarenta y cinco minutos de bolazo difícilmente olvidable. Empezaron, al igual que su último disco, con dos temas lentos, quejumbrosos y atmosféricos como son «Eat the Elephant» y «Disillusioned». Se metieron a la gente en el bolsillo en un momento, y cuando empezaron a meterle algo más de energía con «Weak and Powerless» la adrenalina entre el público ya fluía a toda máquina.

De hecho, en un momento concreto noté algo mojado en mis pies, y a la que bajé la vista vi que las babas de los miles que nos reuníamos allí ya me llegaban hasta los tobillos. Y no hay para menos: Billy ejerce de líder indiscutible moviéndose con fuerza por la primera línea (me recuerda un poco, quizás por lo alto y calvorota, y evidentemente salvando las brutales distancias musicales, a Wolf Hoffmann de Accept), mientras que el deseado (e inesperadamente bajito) Maynard se mantuvo siempre entre las sombras y sin moverse de su podio plantado en el centro del escenario, embutido en su traje rojo y flanqueado por el genial Jeff Friedl a la batería y el versátil Greg Edwards a los teclados y a las guitarras de apoyo.

Entiendo que la gente se queje de que Maynard es más raro que un perro verde (lo es, evidentemente), pero no comparto las críticas a que decidiera mantenerse en segunda fila. Estéticamente su posición misteriosa quedó genial y lo que había de demostrar lo demostró de sobras: cantó como los puñeteros ángeles y consiguió, junto a la brutal sección instrumental, que eso sonara tan bien o mejor que el disco sin sacrificar ni una pizca de alma ni de sensibilidad (más bien al contrario). Como detalle para combrobar el carácter del también vocalista de Tool, fue divertido ver como en un momento dado decidió quitarse la americana y quedarsé en chaleco y camisa, pero lejos de tirarla de cualquier manera como haría otra rock star que se precie, él dedicó medio minuto largo a plegarla meticulosamente y colocarla con sumo cuidado al borde de su podio. Y no os extrañe que se esforzara por alinear perfectamente todos los bordes.

Como ya he comentado, mi vicio a esta banda viene gracias a Eat the Elephant, y mi conociemiento y pasión hacia su discografía anterior es algo limitado. Claro que disfruté de temas como «Halo» o «The Noose», pero donde la cosa se desmadró de verdad en mis entrañas fue cuando atacaron este último disco, algo que hicieron, si conte bien, en hasta ocho ocasiones. La placebiana «So Long and Thanks for all the Fish» estuvo bien y es un single ideal, pero el momento cumbre del concierto, del festival, de la semana y del mes fue cuando enlazaron «The Contrarian», «TalkTalk», «Hourglass» (¡qué bueno es este tema!) y «The Doomed». Semen al viento, emoción al máximo y flipada total. Sonaron maravillosas y son, probablemente, mis cuatro canciones favoritas de un disco que he estado escuchando en bucle en las últimas semanas. Así que os podéis imaginar.

Este cuarteto sirvió para empezar a encaminar la recta final, y entre presentaciones, ovaciones y una apoteósica «The Outsider», A Perfect Circle se retiraron y la brigada de limpieza procedió a aspirar las babas. Las cara de estupor y las sonrias embobadas estaban a la orden del día. Unanimidad entre el público. Madre mía, qué bolazo.

Dicho esto, sería interesante plantearse cuánta gente habría sido capaz de convocar esta banda de haber venido en gira propia, porque hoy aquí no había muchas más de 4000 personas e intuitivamente eso me parece bastante poco teniendo en cuenta el presumible cache que deben de cobrar esta gente (cuatro autobuses, cuatro camiones y 41 personas de crew no se alimentan del aire, precisamente). De ahí mis dudas sobre la sostenibilidad de su presencia aquí: su concierto fue absolutamente maravilloso y va de cabeza al top 3 de mi historia con este festival de calle. Yo lo flipé, vamos. Pero mo gustaría que eso no fuera a costa de dejar a la promotora a dos velas.

Oranssi Pazuzu

Como es habitual, después de los cabezas de cartel del día se produjo una sonora desbandada que dejó el recinto medio vacío. Es normal, y también es verdad que los finlandeses Oranssi Pazuzu no son una banda para todos los públicos ni mucho menos, y es posible que la mayoría de fans casuales de A Perfect Circle hubieran huido por patas espavoridos. A mí, personalmente, y a pesar de que había oído elogios apasionados desde todos lados, no es un grupo que en disco me haya acabado nunca de atrapar (y eso que su último trabajo copó listas de lo mejor del año). Esas grandes referencias, de todas maneras, me tenían con muchas ganas de verlos en directo.

Los que pensaban que Persefone iban a ser la banda más trallera de todo el festival (yo mismo lo afirmé un par de veces en artículos previos) tuvieron que tragarse sus palabras. Oranssi Pazuzu aplastaron el cráneo a todo aquel de decidió quedarse a base de oscuridad, ruiditos, pesadez y una capacidad hipnótica que me dejó mesmerizado en más de un momento. Pero cuando menos te lo espeabas, te salían con brutales arrebatos de histerismo y rabia sónica que te sacaban una vez tras otra del onirico viaje en el que ellos mismos te habían metido.

En consecuencia, vimos algunos de los pogos más violentos del día, y aunque no dijeron una palabra en todo el concierto, los finlandeses supieron transmitir como el que más. Entre el público, Gina y Sebastian, de Baroness, con cara de percutidos y algo confusos. El suyo fue un bolazo, sin duda, aunque no sé si porque ya estaba demasiado cansado o descomprimiéndome de la banda anterior, me dio la sensación que no supe impregnarme de él tanto como habría sido posible en otras circunstancias. En todo caso, un acierto su colocación a última hora, y un excelente final a esta (y ya van muchas) magnífica jornada de Be Prog.

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Sobre Albert Vila 951 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.